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miércoles, 1 de octubre de 2025

Evangelio del día - Memoria de Santa Teresa del Niño Jesús

Libro de Nehemías 2,1-8.

En el mes de Nisán, el vigésimo año del reinado de Artajerjes, siendo yo el encargado del vino, lo tomé y se lo ofrecí al rey. Como nunca había estado triste en su presencia,
el rey me preguntó: "¿Por qué tienes esa cara tan triste? Tú no estás enfermo. Seguramente hay algo que te aflige". Yo experimenté una gran turbación,
y dije al rey: "¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no voy a estar con la cara triste, si la ciudad donde están las tumbas de mis padres se encuentra en ruinas y sus puertas han sido consumidas por el fuego?".
El rey me dijo: "¿Qué es lo que quieres?" Yo me encomendé al Dios del cielo,
y le respondí: "Si es del agrado del rey y tú estás contento con tu servidor, envíame a Judá, a la ciudad donde están las tumbas de mis padres, para que yo la reconstruya".
El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me dijo: "¿Cuánto tiempo durará tu viaje y cuándo estarás de regreso?". Al rey le pareció bien autorizar mi partida, y yo le fijé un plazo.
Luego dije al rey: "Si el rey lo considera conveniente, se me podrían dar cartas para los gobernadores del otro lado del Eufrates, a fin de que me faciliten el viaje a Judá.
También podrían darme una carta para Asaf, el supervisor de los parques del rey, a fin de que me provea de madera para armar las puertas de la ciudadela del Templo, para las murallas de la ciudad y para la casa donde voy a vivir". El rey me concedió todo eso, porque la mano bondadosa de mi Dios estaba sobre mí.


Salmo 137(136),1-2.3.4-5.6.

¡Que no me olvide de ti, Ciudad de Dios!

Junto a los ríos de Babilonia,
nos sentábamos a llorar,
acordándonos de Sión.
En los sauces de las orillas

teníamos colgadas nuestras cítaras.
Allí nuestros carceleros
nos pedían cantos,
y nuestros opresores, alegría:

«¡Canten para nosotros un canto de Sión!»
¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor
en tierra extranjera?
Si me olvidara de ti, Jerusalén,

que se paralice mi mano derecha.
Que la lengua se me pegue al paladar
si no me acordara de ti,
si no pusiera a Jerusalén

por encima de todas mis alegrías.


Evangelio según San Lucas 9,57-62.

Mientras Jesús y sus discípulos iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!".
Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".
Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre".
Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios".
Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos".
Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897)
carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Poesía “ Jesús, amado mío, acuérdate” estrofas 1, 6-8


“El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza"

Acuérdate, Jesús, de la gloria del Padre,
del esplendor divino que dejaste en el cielo
al bajar a esta tierra, al desterrarte
de aquella eterna patria
por rescatar a todos los pobres pecadores.
Bajando a las entrañas de la Virgen María,
velaste tu grandeza y tu gloria infinita.
Del seno maternal
de tu segundo cielo
¡Acuérdate! [...]
Acuérdate, Jesús, de que en otras riberas
los mismos astros de oro y la luna de plata
que yo contemplo en el azul sin nubes
tus ojitos de niño
encendieron de gozo y maravilla.
Con la misma manita
con que a tu dulce Madre acariciabas
sostenías el mundo y le dabas la vida.
Y pensabas en mí,
¡oh mi pequeño Rey!,
¡Acuérdate!
Acuérdate, Señor, de que en la soledad
con tus divinas manos trabajaste.
Vivir en el olvido fue tu mayor cuidado,
despreciaste la ciencia de los hombres.
Tú que con sola una palabra dicha
por tu divina boca
sumir podías en asombro al mundo,
te complaciste en esconder a todos
tu profundo saber, ciencia infinita.
Pareciste ignorante,
siendo el Omnipotente,
¡acuérdate!
Acuérdate de haber vivido errante,
extranjero en la tierra, ¡oh Verbo eterno!
Ni una piedra tuviste ni un abrigo,
ni tan siquiera el nido que los pájaros tienen...
Ven, ¡oh Jesús!, a mí, reclina tu cabeza,
ven..., para recibirte tengo dispuesta el alma.
Sobre mi corazón
descansa, Amado mío,
¡mi corazón es tuyo!
(EDD)

Reflexión sobre el cuadro

En los Evangelios, el camino que Jesús recorre es también el que pone ante sus discípulos. Del mismo modo que Él tuvo que reunir todas sus fuerzas para seguir la voluntad del Padre, los que quisieran seguirle debían compartir esa misma determinación. Los discípulos siguieron a Jesús. En la lectura de hoy, Jesús se encuentra con tres personas que muestran interés por el discipulado, y sus respuestas son sorprendentemente tajantes. Quiere que ellos (y nosotros) veamos que seguirle no es una opción cómoda, sino una que exige verdadera determinación. Cuando un hombre le pide que retrase su respuesta hasta que haya enterrado a su padre, parece una petición justa. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que los judíos enterraban a sus muertos en un plazo de 24 horas, así que cuando el hombre le hace la pregunta a Jesús, es justo suponer que su padre todavía está alineado. Lo que en efecto le está diciendo a Jesús es quizá algo parecido a "Me reuniré contigo más tarde, una vez que mis responsabilidades familiares hayan terminado, una vez que mi padre haya muerto, quizá dentro de años, y entonces sí me reuniré contigo".

La respuesta de Jesús, "Deja que los muertos entierren a sus muertos", suena dura, pero pone de relieve algo crucial: la urgencia de Su llamada. El discipulado no puede posponerse indefinidamente. La invitación a seguirle está siempre en tiempo presente: ¡ahora es el momento de decir sí! Con demasiada facilidad caemos en la tentación de la demora: "Rezaré más cuando la vida sea menos ajetreada... Serviré a los demás cuando mi situación sea más fácil... etc...". Pero Jesús no nos deja ir tan a la ligera. Su llamada es urgente porque el Reino de Dios es urgente. Seguir a Cristo significa dar ese paso hoy,con valentía y convicción, sin esperar a un mañana que tal vez nunca llegue.

Los Apóstoles comprendieron esta urgencia. Cuando Santiago y Juan fueron llamados por Jesús, dejaron sus redes y se unieron a Jesús, allí y entonces, inmediatamente. En nuestro cuadro del artista victoriano Edward A. Armitage , vemos a Jesús de pie en una costa rocosa bañada por una suave luz, dirigiéndose a Santiago y Juan que están en su barca. El paisaje refleja la gran aventura que les espera. Edward Armitage fue un destacado pintor victoriano formado en París con Paul Delaroche. Arraigado en la tradición del realismo académico, Armitage se especializó en temas históricos, clásicos y bíblicos. Es un maestro en la representación de momentos narrativos dramáticos con gran detalle técnico.

Verás que la fuente del barco lleva una inscripción de 4 letras. No he podido averiguar qué significa... No dudes en dejar comentarios en nuestra página web debajo de la lectura de hoy para compartir tus ideas o... si conoces la respuesta. Muchas gracias.

by Padre Patrick van der Vorst


Oración

(Aprovechemos la de Santa Teresita)

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