Libro de Nehemías 2,1-8.
En el mes de Nisán, el vigésimo año del reinado de Artajerjes, siendo yo el encargado del vino, lo tomé y se lo ofrecí al rey. Como nunca había estado triste en su presencia, |
el rey me preguntó: "¿Por qué tienes esa cara tan triste? Tú no estás enfermo. Seguramente hay algo que te aflige". Yo experimenté una gran turbación, |
y dije al rey: "¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no voy a estar con la cara triste, si la ciudad donde están las tumbas de mis padres se encuentra en ruinas y sus puertas han sido consumidas por el fuego?". |
El rey me dijo: "¿Qué es lo que quieres?" Yo me encomendé al Dios del cielo, |
y le respondí: "Si es del agrado del rey y tú estás contento con tu servidor, envíame a Judá, a la ciudad donde están las tumbas de mis padres, para que yo la reconstruya". |
El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me dijo: "¿Cuánto tiempo durará tu viaje y cuándo estarás de regreso?". Al rey le pareció bien autorizar mi partida, y yo le fijé un plazo. |
Luego dije al rey: "Si el rey lo considera conveniente, se me podrían dar cartas para los gobernadores del otro lado del Eufrates, a fin de que me faciliten el viaje a Judá. |
También podrían darme una carta para Asaf, el supervisor de los parques del rey, a fin de que me provea de madera para armar las puertas de la ciudadela del Templo, para las murallas de la ciudad y para la casa donde voy a vivir". El rey me concedió todo eso, porque la mano bondadosa de mi Dios estaba sobre mí. |
Salmo 137(136),1-2.3.4-5.6.
¡Que no me olvide de ti, Ciudad de Dios!
Junto a los ríos de Babilonia, |
nos sentábamos a llorar, |
acordándonos de Sión. |
En los sauces de las orillas |
teníamos colgadas nuestras cítaras. |
Allí nuestros carceleros |
nos pedían cantos, |
y nuestros opresores, alegría: |
«¡Canten para nosotros un canto de Sión!» |
¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor |
en tierra extranjera? |
Si me olvidara de ti, Jerusalén, |
que se paralice mi mano derecha. |
Que la lengua se me pegue al paladar |
si no me acordara de ti, |
si no pusiera a Jerusalén |
por encima de todas mis alegrías. |
Evangelio según San Lucas 9,57-62.
Mientras Jesús y sus discípulos iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". |
Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". |
Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". |
Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". |
Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". |
Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios". |
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
![]() | Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897) |
“El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza"
Acuérdate, Jesús, de la gloria del Padre, |
del esplendor divino que dejaste en el cielo |
al bajar a esta tierra, al desterrarte |
de aquella eterna patria |
por rescatar a todos los pobres pecadores. |
Bajando a las entrañas de la Virgen María, |
velaste tu grandeza y tu gloria infinita. |
Del seno maternal |
de tu segundo cielo |
¡Acuérdate! [...] |
Acuérdate, Jesús, de que en otras riberas |
los mismos astros de oro y la luna de plata |
que yo contemplo en el azul sin nubes |
tus ojitos de niño |
encendieron de gozo y maravilla. |
Con la misma manita |
con que a tu dulce Madre acariciabas |
sostenías el mundo y le dabas la vida. |
Y pensabas en mí, |
¡oh mi pequeño Rey!, |
¡Acuérdate! |
Acuérdate, Señor, de que en la soledad |
con tus divinas manos trabajaste. |
Vivir en el olvido fue tu mayor cuidado, |
despreciaste la ciencia de los hombres. |
Tú que con sola una palabra dicha |
por tu divina boca |
sumir podías en asombro al mundo, |
te complaciste en esconder a todos |
tu profundo saber, ciencia infinita. |
Pareciste ignorante, |
siendo el Omnipotente, |
¡acuérdate! |
Acuérdate de haber vivido errante, |
extranjero en la tierra, ¡oh Verbo eterno! |
Ni una piedra tuviste ni un abrigo, |
ni tan siquiera el nido que los pájaros tienen... |
Ven, ¡oh Jesús!, a mí, reclina tu cabeza, |
ven..., para recibirte tengo dispuesta el alma. |
Sobre mi corazón |
descansa, Amado mío, |
¡mi corazón es tuyo! (EDD) |
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Oración
(Aprovechemos la de Santa Teresita)
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