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jueves, 9 de octubre de 2025

Evangelio del día - Memoria de San John Henry Newman


El Papa León XIV lo elevará a 'Doctor de la Iglesia

 

Libro de Malaquías 3,13-20a.

Ustedes hablan duramente contra mí, dice el Señor,
y todavía preguntan: "¿Qué hemos dicho contra ti?". Ustedes dicen: "Es inútil servir a Dios, ¿y qué ganamos con observar sus mandamientos o con andar enlutados delante del Señor de los ejércitos?
Por eso llamamos felices a los arrogantes: ¡prosperan los que hacen el mal; desafían a Dios, y no les pasa nada!".
Entonces se hablaron unos a otros los que temen al Señor. El Señor prestó atención y escuchó: ante él se escribió un memorial, en favor de los que temen al Señor y respetan su Nombre.
Ellos serán mi propiedad exclusiva, dice el Señor de los ejércitos, en el Día que yo preparo. Yo tendré compasión de ellos, como un hombre tiene compasión de su hijo que lo sirve.
Ustedes volverán a ver la diferencia entre el justo y el impío, entre el que sirve a Dios y el que no lo sirve.
Porque llega el Día, abrasador como un horno. Todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja; el Día que llega los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles raíz ni rama.
Pero para ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos, y saldrán brincando como terneros bien alimentados.


Salmo 1,1-2.3.4.6.

¡Feliz el que pone su confianza en el Señor!

¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!

El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal. 


Evangelio según San Lucas 11,5-13.

Jesús dijo a sus discípulos:
"Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes,
porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle',
y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'.
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente?
¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Hilario (c. 315-367)
obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
La Trinidad, I, 37-38


«Pedid y se os dará, buscad y hallaréis»

Lo sé muy bien, oh Dios, Padre todopoderoso, ofrecerme a ti para que todo en mí... hable de ti, es el principal deber de mi vida. Me has concedido el don de la palabra, y no puede darme recompensa mayor que el honor de servirte y de enseñar al mundo que lo ignora, al hereje que lo niega, que tú eres, tú, el Padre del Hijo único de Dios. ¡Sí, verdaderamente eso es mi único deseo! Pero tengo gran necesidad de implorar el auxilio de tu misericordia a fin de que, con el aliento de tu Espíritu, hinches las alas de mi fe, tensadas por ti, y que me empujes a predicar por todas partes tu santo nombre. Porque tú no has hecho en balde esta promesa: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá».
Pobres como somos, imploramos eso que nos hace falta. Nos aplicaremos con celo al estudio de tus profetas y de tus apóstoles; llamaremos a todas las puertas que nuestro entendimiento encontrará cerradas. Pero sólo tú puedes atender nuestra oración...; sólo tú puedes abrir esta puerta a la cual llamaremos. Tú animarás nuestros difíciles comienzos; tú darás solidez a nuestros progresos; y nos llamarás a participar de tu Espíritu que es quien ha guiado a tus profetas y a tus apóstoles. Así no daremos a sus palabras un sentido diferente al que ellos quisieron dar.
Danos, pues, el verdadero sentido de las palabras, la luz de la inteligencia, la belleza de la expresión, la fe en la verdad. Danos poder decir lo que creemos...: que no hay más que un solo Dios, el Padre, y un solo Señor, Jesucristo. (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

San John Henry Newman (1801-1890) fue una de las grandes figuras intelectuales y espirituales de la Inglaterra del siglo XIX. Nacido en Londres, fue ordenado sacerdote anglicano y se convirtió en una voz destacada del Movimiento de Oxford, que pretendía recuperar las raíces católicas de la Iglesia de Inglaterra. Su profundo estudio de los primeros Padres de la Iglesia le llevó gradualmente a la plena comunión con la Iglesia católica en 1845. Posteriormente fue ordenado sacerdote católico y fundó el Oratorio de San Felipe Neri en Birmingham, dedicando su vida a la predicación, la escritura y la atención pastoral.

Sus escritos sobre la conciencia, la fe y el desarrollo de la doctrina siguen dando forma al pensamiento católico actual. En 1879, el Papa León XIII lo nombró cardenal en reconocimiento a su servicio a la Iglesia, y en 2019 el Papa Francisco lo canonizó como santo. Yo acababa de empezar el seminario un mes antes, y por eso estuve presente en la plaza de San Pedro para la canonización, un día realmente hermoso. El lema de Newman, Cor ad cor loquitur ("El corazón habla al corazón"), capta perfectamente su visión de la fe como un encuentro profundamente personal con Cristo. Nos recuerda que la fe no es abstracta o distante, sino que se trata del corazón de Cristo hablando directamente a nuestros corazones.

El retrato del cardenal Newman de John Everett Millais, encargado en 1881 por el duque de Norfolk, uno de los partidarios de Newman, fue pintado cuando Newman tenía casi ochenta años. Su postura es ligeramente encorvada, como si le pesara la edad, pero digna. Sus largas y delicadas manos descansan tranquilamente en su regazo, acentuando la quietud y la contemplación. Sin embargo, el rostro es el centro de atención: pálido, delineado, pensativo, con ojos suaves y penetrantes. Millais no sólo ha captado el retrato de Newman, sino también algo de su carácter espiritual. No hay un decorado elaborado, ni atrezzo de fondo, ni grandeza eclesiástica. Todo se centra en el propio Newman: un hombre de oración, humildad e intelecto.

by Padre Patrick van der Vorst


Oración

(Recemos  la de San Hilario)

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