Jorge Enrique Mujica LC, ReL
El matrimonio supone la voluntad perpetua de enamorarse todos los días de la misma persona. Los matrimonios perfectos, sin embargo, no existen. Por eso una de las ideas fundamentales que debería estar en la mente de todos los que piensan casarse es que, tarde o temprano, habrá alguna pelea.
El matrimonio supone la voluntad perpetua de enamorarse todos los días de la misma persona. Los matrimonios perfectos, sin embargo, no existen. Por eso una de las ideas fundamentales que debería estar en la mente de todos los que piensan casarse es que, tarde o temprano, habrá alguna pelea.
Las más de las veces las peleas comienzan por pequeñeces pero poco a poco pueden ir a temas más importantes que, de haberse tratado durante el noviazgo, ahorrarían cicatrices o ayudarían a cerrarlas más pronto.
Hay al menos 10 temas fundamentales que deberían tocarse antes del matrimonio como signo de madurez y previsión a futuro:
1. ¿Cómo solucionaremos nuestros conflictos el día que los tengamos en el matrimonio?
Si ya durante el noviazgo se presentan conflictos, es previsible que durante el matrimonio estos también sigan siendo una realidad. No se trata de buscar cómo pelearse sino de prever el modo de superar los desencuentros. En este campo se puede preguntar también a la otra persona sobre la experiencia que ha tenido en la solución de problemas en el propio hogar. Después de todo, lo primero que se aplica es lo que primero se conoce: ¿cómo solucionaban los problemas en tu casa? Esta pregunta apunta no sólo a cómo superaban los problemas los propios padres sino también entre hermanos, entre padres e hijos en incluso entre amigos. Todo esto puede aportar luz acerca del modo cómo se pueden afrontar las dificultades el día que se presenten en el hogar.
2. ¿Cuántos hijos deseamos tener y cómo pensamos distribuirnos el trabajo para cuidarlos y educarlos?
Posiblemente una pregunta todavía más fundamental en este campo no es tanto la cantidad de hijos sino incluso el mismo deseo de tenerlos. Hay casos en los que, dando por supuesto que la otra persona desearía tener hijos, estos en realidad no formaban parte del propio futuro de vida.
Ciertamente la mayoría de los matrimonios prevén tener hijos pero no siempre coinciden en el “cuántos” ni el “cuándo”. Estos dos factores son importantes porque no se trata de decisiones unilaterales: en ocasiones la mujer decide por propia cuenta que “ya no” y en otras es el esposo el que se cierra también en este campo.
Un hijo supone renuncias y al día de hoy, en que ambos padres suelen trabajar profesionalmente, implica la decisión sobre los momentos para tenerlos y la responsabilidad compartida para cuidarlos: ¿estarías dispuesto a cambiar tú los pañales y preparar el biberón por la madrugada?
Un tema relacionado con esto es la proyección a futuro en cuanto padres: ¿qué harán el día de mañana cuando los hijos dejen el hogar? No son pocos los matrimonios que entran en crisis tras la partida de los hijos. ¿Por qué? Hasta antes de que los hijos llegaran la relación estaba centrada en ambos. La llegada de los hijos redimensiona la relación y la hacer girar en torno a los hijos. Eso no está mal mientras no se descuide el otro polo en torno al cual gira toda vida familiar como lo es la relación padre-madre: entre esposos. Por todo esto también el qué se hará cuando los hijos ya no estén en casa debe ser un tema de conversación.
3. ¿Qué tan importante es la práctica religiosa en su vida?
La religión es un elemento esencial en la vida de millones de personas. Tratar el factor religioso en un noviazgo no es hablar de la boda eclesiástica, aunque también. En cuántos matrimonio la no asistencia a misa o la falta de oración en familia se convierte en un elemento de fricción porque el esposo o la esposa desean que sea una realidad familiar pero el cónyuge no muestra interés en ese campo. A esto se añade que los hijos se ven privados de un testimonio común de crecimiento en su relación con Dios.
Un aspecto que se desprende de este campo es también la educación religiosa de los hijos: ¿será compartida o correrá a cargo de quién? Y si él o ella no son creyentes o incluso no son católicos, ¿qué sucederá con los hijos?
4. ¿Cómo vamos a afrontar nuestros gastos?
Cada vez está más generalizada la práctica del matrimonio por bienes separados. En el fondo, la inmensa mayoría de las veces, se trata de un signo de desconfianza e inseguridad acerca del paso que se da. Un noviazgo que no habla del dinero y su administración tal vez le falta madurar un poco más.
Aquí entrar interrogantes como si se apoyaría una decisión de compra de tal o cual tipo, cuánto es el patrimonio del que se dispondrá (salarios de ambos y gastos compartidos) e incluso cuánto se estaría dispuesto a gastar en el otro (por poner un solo ejemplo, en un automóvil).
5. ¿Te caen bien mis padres y por qué sí o por qué no?
La familia suele ser la institución social más ampliamente valorada a lo largo y ancho del mundo. Cada ser humano crece en un ambiente donde sus padres son su “todo”. Cuando ese “todo” entra en conflicto con el nuevo “todo” (el esposo o la esposa) hay terreno preparado para una buena discusión.
Conviene tratar con sinceridad el tema de los padres: ¿cómo te caen mis padres? De la respuesta van de la mano otras preguntas: ¿dónde pasaremos la Navidad y las fiestas importantes? ¿Estarías dispuesto (a) a ceder? ¿Cómo vas a tratar a mi familia?
6. ¿Qué tan importante es el sexo en nuestras vidas?
El ejercicio de la sexualidad en el matrimonio es un elemento que une más a los esposos. Es, por otra parte, un campo vinculado a las expectativas sobre el número de hijos. Pero esa unidad a la que este tema conduce pasa por el diálogo en torno a la frecuencia, la duración, el apetito sexual y la sinceridad acerca de la satisfacción. ¿Qué tan importante es el sexo en la vida del otro? ¿Hay vicios no manifiestos (pornografía por ejemplo) que deba erradicar de mi vida antes de casarme? ¿Qué importancia tiene la fidelidad en el noviazgo y, consecuentemente, en el matrimonio?
7. ¿Sabes que tengo defectos? ¿Me amas a pesar de ellos?
Durante el noviazgo se conoce una faceta de la otra persona. Casi nunca salen a relucir los defectos que el otro tiene. No se habla de ellos y, sin embargo, en el fondo, se sabe que debe tenerlos pues todo ser humano posee limitaciones: físicas, de temperamento, patológicas o incluso enfermedades. ¿Conoce tu novio (a) tus defectos? ¿Le amas a pesar de ellos? ¿Y qué admiras de la otra persona? ¿Qué no conoce de ti que le podría desilusionar?
8. ¿Cómo nos vemos dentro de 10, 25 y 50 años?
La proyección de un matrimonio a futuro es una buena señal si la respuesta es una contestación que apunta a la perseverancia. Se trata aquí de comentar las metas, las ilusiones, al visión y también los miedos que ambos tienen acerca del matrimonio: desde los aspectos emocionales (madurez en el amor) hasta los físicos: y si en el futuro engordara o se quedara calvo, ¿le amarías también? ¿Qué pasaría si en el futuro enfermera gravemente?
9. ¿Qué te divierte y qué no?
El ámbito de los pasatiempos no es una minucia en vista de que es el tiempo en los que más se logra intimar. No obstante su pequeñez, son aspectos de relevancia en vista de que la otra persona sabe a qué atenerse. Dos ejemplos: si a la otra persona no le gusta bailar y a la otra sí, hay ya en esto un campo de desprendimiento mutuo, sea para que el otro aprenda a bailar o para que el otro sepa renunciar a ello. O una armonización entre ambos.
El segundo ejemplo puede ser el de los intereses deportivos: posiblemente a uno le descansa ver o jugar soccer los domingos mientras que a ella se la pasa mejor jugando candy crush. Finalmente, es también tema de diálogo lo que cada uno puede llegar a entender por “privacidad”. En principio el matrimonio supone una renuncia a ella pues los esposos no se tienen secretos, pero puede ser que esto no sea igualmente comprendido por ambos.
10. ¿Cómo serán nuestras relaciones con nuestros amigos después de que nos casemos?
Los amigos son los hermanos elegidos. Son precisamente por ello una parte de la propia vida que, a partir del matrimonio, no necesariamente se pierden sino que se integran con una dimensión diferente. Esa dimensión diferente debe llevarse a la conversación en el noviazgo pues, primero, es conveniente que el futuro esposo o esposa conozca a los amigos de la otra parte y, segundo, es comprensible que luego del matrimonio las relaciones con ellos supongan un modo de ejercicio distinto, especialmente de él hacia ellas y de ella hacia ellos.
Con los amigos se hacen cosas distintas que con el esposo o la esposa: ¿qué papel seguirán teniendo tus amigos tras la boda y qué sí y qué no seguirás haciendo con tus amigos? Si se conservan amistades que en el pasado llegaron al noviazgo, ¿cómo se tratará especialmente a “esas” personas?
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Los conflictos en un matrimonio forman parte de ese continuo enamorarse. Lo importante no es la pelea sino lo que viene tras de ella. Que lo que venga sea un crecimiento y madurez en el amor pasa porque desde el noviazgo los temas fundamentales hay sido tratados de modo que el día de mañana no se escuchen frases como “pero es que nunca me dijiste... ".
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