Lo correcto es acabar las oraciones con el Amén, ¿por qué aquí no?
Aleteia
La palabra Amén, uno de los vocablos más utilizados por los cristianos, es difícilmente traducible en su sentido más profundo (por eso se mantiene en hebreo, el idioma original) y se utiliza siempre en relación con Dios.
Pronunciar esta palabra es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con el objetivo de ratificar una proposición o unirse a ella o a una oración.
Por eso, expresado en forma grupal en el ámbito de un servicio divino u oficio religioso, también significa ‘estar de acuerdo’ con lo expresado. (Si quieres saber más sobre el amén, pincha aquí).
La palabra Amén se utiliza siempre para concluir las oraciones. Sin embargo, la oración por excelencia, el Padrenuestro, se concluye siempre con el Amén excepto precisamente cuando se dice durante la Misa.
Hay que señalar que el Padrenuestro es la única oración de la Iglesia que está de por sí integrada en la liturgia de la Misa.
¿Cuál es la explicación? Pues, sencillamente, no se dice “Amén” porque la oración no ha terminado aún.
Después de concluir la Asamblea diciendo “y líbranos del mal”, en lugar de decir “Amén”, el sacerdote continúa hablando solo. La liturgia llama a esto con una palabra propia, “embolismo”: es una oración que recoge y desarrolla una oración precedente.
El sacerdote desarrolla la última petición del Padrenuestro (… y líbranos del mal), y continúa diciendo:
“líbranos Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos contra toda perturbación, mientras aguardamos la gloriosa venida de nuestro salvador, Jesucristo”.
Y el pueblo responde con una antiquísima aclamación, cuyo origen se pierde en los primeros siglos de la historia de la Iglesia:
“Tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor”.
Así que el Padrenuestro queda integrado totalmente en la liturgia eucarística, no como un añadido sino como parte fundamental de ella.
El significado de la palabra "Amén"
Amén es una palabra cuyo uso en lengua hebrea es muy antiguo. Desde el punto de vista etimológico, “amén” es una palabra hebrea que deriva del verbo hebreo “aman”, que se usa para reforzar o confirmar algo pues, básicamente, significa: ‘Que conste’ o ‘en verdad’.
Esta palabra no tiene equivalencia en las lenguas occidentales por esto su significado más que traducirse debe asimilarse como respuesta a algo firme, estable o inconmovible. Es por esto que la tradición judeocristiana ha mantenido inalterada esta palabra sin traducirla, dado que cualquier traducción empobrece el sentido original de la palabra, que se usa en relación a lo sagrado pues, en sentido estricto, sólo se puede decir amén en referencia a Dios.
Es claro pues que ésta palabra es un vocablo de origen semita y con el tiempo su uso fue extendido al cristianismo; por esto el término «amén» es muy utilizado en la Biblia. El término ‘amén’ se usa para confirmar algo: ‘así es’, o para afirmar que algo tiene que ser: ‘así sea’. Esta palabra es una de las aclamaciones litúrgicas más frecuentes pues se utiliza generalmente como fórmula para concluir las oraciones.
Pronunciar esta palabra es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con el objetivo de ratificar una proposición o unirse a ella o a una oración. Por eso, expresado en forma grupal en el ámbito de un servicio divino u oficio religioso, también significa ‘estar de acuerdo’ con lo expresado.
La palabra Amén es una expresión que Jesús utiliza en los evangelios para iniciar un discurso dándole una connotación de solidez y contundencia por esto Él decía: ‘en verdad, en verdad os digo’.
Henry Vargas Holguín, Aleteia
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