“El esposo de mi mejor amiga ha prosperado más que el mío,
por eso a mí no me gusta visitarla”
por eso a mí no me gusta visitarla”
Las comparaciones en ocasiones resultan inevitables, pero cuando son una actitud permanente, enferman la personalidad de quien las hace.
El cónyuge que constantemente hace comparaciones entre sí mismo y los demás, es fácil presa de la preocupación calculadora, la envidia y el resentimiento hacia propios y extraños. Se obsesiona por advertir si otras personas, su esposa o sus propios hijos tienen mayor reconocimiento que él a sus méritos; reciben más atenciones; alabanzas o manifestaciones de afecto. Basta con que él así lo sienta para que tenga pensamientos que dejan menguada su autoestima, convirtiéndose en un resentido lleno de preocupaciones absurdas e irreales. Solo se goza o tranquiliza ante la adversidad grande o pequeña de quienes recela, en su trabajo, en su círculo social y en su propia familia.
El cónyuge celoso pierde algunas de las características de las personas sanas como:
- La tranquilidad, porque al instalarse en la sospecha, recela de todo cuanto a su alrededor acontece.
- La alegría, porque se sitúa en la posición de los perdedores, de los que constantemente sufren agravios comparativos.
- La capacidad de disfrutar de su existencia, porque no percibe a su alcance muchos bienes reales.
- La confianza de los demás en él, y de él en los demás, porque estima equivocadamente que los éxitos ajenos constituyen un mal para él.
- La posibilidad de descubrir y desarrollar sus propios talentos, ya que solo busca su fortaleza en la debilidad de los demás.
Algunos escenarios de las manifestaciones celosas por comparaciones, y su forma racional de contrarrestarlas:
“El esposo de mi mejor amiga ha prosperado más que el mío, por eso a mí no me gusta visitarla”.
Si en su ser personal cada cónyuge es único, irrepetible, irremplazable en sus características y cualidades, no tiene ningún sentido establecer comparaciones entre ellos y otras personas.
“A mi esposa en su cumpleaños, mis hijos la festejan en grande, en cambio a mí no tanto, parecen quererla más a ella”.
El cariño entre padres e hijos es un tipo de relación muy sutil, compleja e íntima, resulta muy difícil de valorar en la práctica y, por tanto, algo que no admite la medida y mucho menos la comparación. Hasta el momento no se ha inventado instrumentos que sirvan para cuantificar, pesar y medir el cariño humano entre los padres y los hijos.
“Mi esposo visita mucho a sus padres, tiene muchos amigos, se desvive por sus hijos, así que a mí solo me toca una partecita de su corazón”.
La afectividad crece con su práctica, el cónyuge celoso debe comprender que entre más quiera el otro a sus padres, hijos, familiares, amigos, mejor calidad y más cantidad de cariño le corresponderá a él. Cuanto más y mejor se quiere, más aumenta esa capacidad de amar.
“Mi esposo es guapo y muy sociable, no me gusta que a veces llame la atención y se le faciliten tanto las relaciones”.
Al aceptar al cónyuge con todas sus cualidades y características, deben considerarse estas un bien en sí y para las personas que ama, por lo que no deben ser causa de susceptibilidades o desconfianzas que hablan más bien de la inseguridad y baja autoestima del cónyuge celoso.
“A mi esposa la acaban de ascender en su trabajo, pienso que es mucho de suerte, aunque reconozco que tiene sus cualidades, no es tan lista como parece”.
Las perfecciones no las tiene el cónyuge para su uso exclusivo, vanagloria o autoafirmación, sino para servir con ellas comunicándolas a los que le rodean. Las perfecciones de un cónyuge son algo valioso que enriquece el bien familiar y común, perteneciéndoles a todos, por lo que no deben darse lugar a los celos o la envidia.
Cuando a una persona se le ama de verdad, jamás se le envidia. El amor verdadero consiste en querer el bien en la persona amada como si se tratara del bien propio. La envidia y los celos son precisamente lo contrario, ya que por ellos el bien de la persona amada solo lo desea el otro conyugue para sí mismo, o bien, se entristece ante ese bien porque sabe que le falta.
“Mi esposo y yo tenemos un buen nivel de vida, aun así, seleccionamos solo a amigos que no tengan un mayor nivel de vida que nosotros, pues de alguna manera nos sentimos frustrados con lo que hemos logrado”.
Es muy importante abrirnos al trato con todas las personas que nos ofrecen su amistad, rodearnos por quienes nos superan en algunos aspectos y en otros no, sin sentir envidia, superioridad o sentirnos disminuidos; es el mejor modo de ser realistas y llegar al conocimiento de nuestros propios logros y limitaciones. Por ello, se debe continuar luchando en muchos aspectos tratando de superarnos a nosotros mismos, sin tratar de superar a los demás, como una actitud eficaz para evitar que surjan la envidia y las frustraciones.
El comportamiento celoso se puede atender y resolver a través del tratamiento psicoterapéutico, creando la posibilidad a la persona afectada de dar un salto de calidad en sus relaciones con la familia y el resto de las personas.
Todo tratamiento psicoterapéutico debe dirigirse fundamentalmente a atender aspectos como:
1. Los conflictos emocionales que se encuentran en el origen del comportamiento celoso.
2. Que el cónyuge celoso pueda identificar y expresar de forma espontánea y sincera cuales son los sentimientos conflictivos a modificar.
3. Identificar las normas y costumbres educativas (estilos educativos) por los que se guía la familia, muchas veces aprendidas en la infancia y de las que depende el comportamiento del cónyuge celoso.
Por Orfa Astorga de Lira, Orientadora familiar, Máster en matrimonio y familia, Universidad de Navarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario