Cómo una antigua práctica espiritual llamada Examen Diario puede transformar tus días
Karen Beatty, aleteia
Los días pasaban volando; reuniones de trabajo, lavar la ropa, comidas congeladas, proyectos independientes,emails, supermercado. Hay días en que no tengo tiempo ni de pensar.
Trato de sacar tiempo para leer y escribir por la mañana, pero muchas veces desperdicio esta hora extra en Facebook. Entonces me doy un empujón a mí misma para hacerlo mejor al día siguiente.
Sé que no estoy sola. Muchos de nosotros están viviendo en piloto automático, yendo de una tarea urgente a otra, no permitiéndonos a nosotros mismos el tiempo o espacio para contemplar, o usando nuestro tiempo extra con cosas sin importancia.
La poetisa Mary Oliver escribió: “Dime, ¿qué planeas hacer con tu preciosa, salvaje, única, vida?”. A veces pienso, ¿es eso? ¿Será que voy a llegar a los 80 años y me daré cuenta de que mi vida ha sido sólo un borrador de actividades?
Aprender con los santos
Nunca presté mucha atención a la vida de los santos hasta que me volví católica, hace cinco años.
Ahora, durante la misa en el Old Saint Patrick, una parroquia de 170 años en West Loop, Chicago, miro las estatuas de los santos que revisten las paredes.
La forma como los católicos se centran en los santos me incomodó al inicio. ¿No deberíamos estar centrados en Jesús en vez de eso?, una vieja voz protestante fundamentalista sonaba en mi cabeza.
Pero cuanto más aprendí sobre los santos, más vi el valor que había en intentar imitarlos.
Cuando fui confirmada en la Iglesia católica, escogí a santa Clara como mi patrona, porque ella renunció a toda riqueza para seguir a Cristo.
San Ignacio, sacerdote español, teólogo y fundador de los jesuitas, es otro santo cuyo ejemplo influyó en mi vida.
Él escribió los Ejercicios Espirituales, que son un conjunto de meditaciones cristianas, oraciones y ejercicios mentales considerados entre las más importantes obras de la literatura espiritual.
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Todas las noches rezo el Examen Diario (o examen del día), que es parte integrante de los Ejercicios Espirituales. El proceso simple consiste en cinco etapas:
Vuélvete consciente de la presencia de Dios
Al mirar los acontecimientos del día, pide a Dios que te dé claridad y comprensión.
Revisa tu día con gratitud
Concéntrate en los dones del día. Observa las pequeñas cosas, Dios está en los detalles.
Presta atención a tus emociones
San Ignacio creía que nosotros detectamos la presencia de Dios en los movimientos de nuestras emociones. Al reflexionar sobre nuestros sentimientos, podemos volvernos más conscientes de la manera en que Dios está guiándonos.
Pide ayuda al Espíritu Santo
Pídele al Espíritu Santo que te ayude a dirigir algo durante el día que para Dios sea particularmente importante.
Mira el día de mañana
Pídele a Dios que te dé luz ante los desafíos del mañana. Busca la orientación de Dios. Pídele ayuda y comprensión. Reza para tener esperanza.
Este simple ejercicio diario me ayudó a ver mi vida de forma más clara, y me ayudó a vivir más intencionalmente. Empecé a percibir a Dios en todas partes.
Mientras yo tendía a enfocarme, y lamentarme, en los sueños que iban muriendo, san Ignacio me enseñó que cuando nos centramos en las “grandes” cosas, muchas veces ignoramos las pequeñas maneras que tiene Dios de trabajar en nuestras vidas.
Y una vez que empiezas a ver los pequeños movimientos del Espíritu en tu vida, puede añadir algo mucho mayor.
Por ejemplo, entender la frustración que tienes en tu trabajo –y rezar por lo que significa– puede llevarte a una nueva carrera. O prestar atención a lo que hablas con tu amigo, te puede llevar a una mayor comprensión sobre tu objetivo en la vida.
Pasar algunos minutos examinando tu día es una excelente manera para ayudarte a mantenerte despierto toda la vida, y no hacerte resbalar sin prestar atención a ese significativo “Dios momento”.
Al final, como Sócrates dijo, “la vida sin reflexión no merece ser vivida”.
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