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sábado, 31 de diciembre de 2016

Científicos afirman que la mente no se encuentra confinada en el cerebro. Ni siquiera en el propio cuerpo.

Preguntarse qué es “una” mente puede ser una tarea sorprendentemente compleja


Daniel Esparza, aleteia
El auge de las neurociencias ha conducido, progresivamente, a considerar la mente como un epifenómeno de la actividad cerebral. Esto es, a entender el cerebro como la base física de la actividad psíquica, y la mente como el producto final de las conexiones neuronales. Pero, en la medida en la que la neurociencia avanza, las evidencias que apuntan que la mente es más que la actividad cerebral se hacen más numerosas.

Dan Siegel, un profesor de psiquiatría de la escuela de medicina de UCLA, afirma que la mente no puede ser confinada al interior del propio cráneo. Más aún, ni siquiera se encuentra “dentro” de nuestros propios cuerpos.

De hecho, junto a un grupo de neurocientíficos, sociólogos, psicólogos y antropólogos, el profesor Siegel llegó a la conclusión de que la mente es, también, relacional. Y la define como “un proceso de auto-organización emergente, tanto encarnado como relacional, que regula el flujo de energía e información dentro y entre nosotros”, según se lee en el artículo publicado por Olivia Goodhill en Quartz.

Como señala Goodhill, lo más interesante de esta definición es que extiende la mente a dimensiones que van más allá de nuestro propio ser físico inmediato. Siegel explica que se trata de algo semejante a lo que sucede cuando tratamos de definir qué es la orilla del mar: “no podemos decir que la orilla es el agua o la arena: la orilla es ambas cosas”.

Así, comprender la mente en términos de procesos de auto-organización implica relacionar diferentes ideas: esto es, integrarlas. Esta integración –explica Siegel-, bien sea cerebral o social, es la base de una mente sana.



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