Los últimos días de espera realizamos una novena ayudados por las Antífonas de la O
Las antífonas mayores son breves oraciones dirigidas a Jesucristo que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad y se cantan en Vísperas, antes y después del Magnificat. Todas ellas comienzan por la exclamación admirativa “o” expresando la sorpresa de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre, por lo que dice con asombro “oh” y van seguidas por los títulos divinos del Verbo encarnado.
Después de aclamar a Cristo con títulos diversos, todas las antífonas terminan con la súplica: “ven” y una indicación de los efectos que se esperan de su venida: la liberación del pecado y de la muerte, la enseñanza de la verdad, la salvación eterna. Además de cantarse en Vísperas, se proponen, algo resumidas, como versículo del aleluya antes del evangelio de la Misa. Dicen así:
Día 17: Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación. Lecturas del día: Génesis: 49, 2. 8-10 Mateo: 1, 1-17
Día 18: Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo. Lecturas del día Jeremías 23, 5-8 Mateo 1, 18-24
Día 19: Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.Lecturas del día 1 Libro de los Jueces 18, 2-7. 24-25a Lucas 1, 5-28
Día 20: Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Lecturas del día Isaías 7, 10-14 Lucas 1, 26-38
Día 21: Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Cantar de los Cantares 2, 8-14 o bien Sofonías 3, 14-18a Lucas 1, 39-45
Día 22: Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra. Lectúras del día 1 Libro de Samuel 1, 24-28 Lucas 1, 46-56
Día 23: Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro. Lecturas del día Malaquías 3, 1-4. 23-24 Lucas 1, 57-66
Día 24: En la mañana 2 Samuel 7, 1-5. 8b-12. 14a Lucas 1, 67-79
En el original latino, comienzan de la siguiente manera:
O Sapientia = sabiduría, Palabra de Dios dirigida a los hombres.
O Adonai = Señor poderoso (así se nombra a Dios en el Antiguo Testamento).
O Radix = raíz, renuevo de Jesé (padre de David).
O Clavis = llave de David, que abre y cierra.
O Oriens = oriente, sol, luz.
O Rex = rey de paz.
O Emmanuel = Dios-con-nosotros.
Leídas en sentido inverso, las iniciales latinas de la primera palabra después de la “O”, forman el acróstico “ero cras”, que significa “seré mañana, vendré mañana”. Estamos, finalmente, ante la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles, que le dicen: “Ven pronto”. Esta idea, escondida en las antífonas, se formula con claridad en los textos litúrgicos del día 24 por la mañana: «Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria»; «Mañana será el día de vuestra salvación, dice el Señor de los ejércitos»; «Mañana quedará borrada la maldad de la tierra y será nuestro Rey el Salvador del mundo»; «Mañana quedará borrada la iniquidad de la tierra y sobre vosotros reinará el Salvador de mundo». Por la tarde, la Iglesia afirma convencida: «Cuando salga el sol, veréis al Rey de reyes, que viene del Padre, como el esposo sale de su cámara nupcial». Los anuncios de los profetas, las esperanzas de la Iglesia , finalmente, van a tener cumplimiento.
Novena
Leemos la antífona y las lecturas del día. Luego de unos momentos de meditación (cuando se hace en familia se puede compartir brevemente lo que cada uno ha entendido) rezamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en vuestro hijo la mejor prenda de vuestro amor para que, hecho hombre en las entrañas de una virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo, en nombre de todos los hombres, te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal libertad frente a todo lo terreno, que Jesús, recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
(Padrenuestro, Avemaría y Gloria)
(Padrenuestro, Avemaría y Gloria)
(cf. P. Eduardo Sanz de Miguel OCD y Maria Paola Daud)
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