La maternidad vuelve a las mujeres fuertes de forma sorprendente
CARYN RIVADENEIRA, aleteia
Los hijos hacen salir todas las emociones, miedos y debilidades. Una vez que nos volvemos padres y madres, los niños son rápidos en mostrarnos las áreas donde nuestras voluntades se desintegran y donde nuestros corazones se derriten. Y descubrimos cuán desesperadamente necesitamos dormir para funcionar correctamente. No hay duda sobre eso: criar niños es ponerse cara a cara con las fallas y debilidades, y seguir avanzando de cualquier manera.
Gracias a Dios que no es el fin de la historia.
Porque para cada área en que ser madre revela una debilidad, también revela muchos puntos fuertes, aspectos que podríamos nunca haber notado sobre nosotras mismas – aquellos que nunca siquiera imaginábamos que podríamos tener – llegan con nuestros hijos.
La maternidad no sólo revela los puntos fuertes ya existentes (como nuestra increíble paciencia), sino también nos ayuda a desarrollar nuevas áreas de fuerza. A pesar de que algunos días nuestros cuerpos y mentes sienten que no pueden más, en última instancia, la maternidad – con las alegrías y desafíos de criar hijos – nos vuelve más fuerte, ensancha nuestros corazones, mentes y almas de la mejor manera.
Entonces, si estás teniendo un gran día en que te sientes fuerte y poderosa o estás teniendo un día difícil en que todas tus debilidades parecen expuestas, recuerda: tú eres fuerte.
Tú eres una competidora feroz
No estamos hablando de un tipo de competición material, por bienes y riquezas. Hay una especie de buena competición que surge de la maternidad. Es la que ayuda a fortalecer nuestro carácter y quienes somos como mujeres. Curiosamente, un estudio reciente mostró que las mujeres son, en general, menos competitivas que los hombres, pero si nuestros hijos están en juego, las mujeres se vuelven tan competitivas como los hombres.
Mientras le mujer teme pedir un aumento en el trabajo antes de los niños, una madre va más allá, especialmente si ese aumento fuera crucial para ayudar a apoyar a su familia. El mismo principio también se aplica fuera de la oficina. El estudio descubrió que las mujeres que compiten por un premio en dinero para sí mismas son menos competitivas que las mujeres que compiten por un premio para sus hijos.
Es algo semejante al famoso fenómeno de la “mamá osa”. Somos dulces y agradables, hasta que alguien se interponga entre nosotras y nuestros hijos, o nos impida ofrecerles las cosas que necesitan.
No tienes miedo de llorar
Aunque pedir ayuda te puede hacer sentir débil, la verdad es: conocer nuestros límites y saber cuándo se necesita ayuda es una señal clara de fuerza.
Cuando la actriz Lucy Liu volvió al trabajo después de tener a su hijo, Rockwell, dijo: “tuve que pedir mucha ayuda, y no me avergoncé por ello”. Y Liu descubrió que le encantaba tener una “comunidad” para ayudar a cuidar a su hijo. Al intentar hacer todo nos sobrecargamos y nos debilitamos.
Tú tienes músculos de madre
Mientras que en el nacimiento los bebés muestran una destreza física más allá de lo imaginable, las madres ganan beneficios con la fuerza física que ejercen diariamente.
Imagina estas escenas (tan comunes a todas nosotras): la mamá cargando a un bebé y empujando el carrito con otro niño. La mamá persiguiendo a sus pequeños y ellos alejándose a una velocidad increíble. La mamá luchando con el niño para vestirlo.
Todas esas cosas construyen la fuerza física real.
Y no termina en los años de bebé. La maternidad sigue su programa de preparación física, cuando estamos dando volteretas o jugando a la pelota en el césped.
Tú eres más valiente que nunca
Cuando hablamos de incapacidades, queremos decir muchas veces miedos. Y son los padres quienes tienen los más legítimos miedos: que nuestros hijos se enfermen o lastimen o se pierdan. Pero una gran parte de ser madre enfrenta esos temores. Calmamente, mirando sus ojos, encontramos esas reservas profundas de valor.
La mayoría de las veces, es ese poco del día a día, que las madres conquistan. Cuando el niño se raspa la rodilla o se encuentra una araña en la bañera, tú necesitas superar tus miedos a las arañas y a la sangre y hacer pequeñas “operaciones”. Y en este proceso de excavar hondo y enfrentar nuestros miedos, crecemos y nos superamos.
Tu fe es más firme
Aunque ser madre genere dudas, especialmente cuando se lidia con un niño difícil o enfermo, la verdad es que nada fortalece tanto la creencia como la maternidad. Además del hecho de que nuestros hijos nos hacen rezar más (por su seguridad, principalmente), cuando experimentamos el amor profundo e inquebrantable que sentimos por ellos, eso nos ayuda a creer en el amor aún más profundamente, y eterno, que Dios, nuestro Padre, siente por nosotras y nuestros hijos.
Una vez que entendemos ese amor, nos ayuda a comprender por qué a veces Dios dice no a nuestras oraciones (porque no es bueno para ti) y por qué Él nos pide perdonar a los demás (tienes que estás arrepentida) y amar al prójimo. Porque esos actos son muchas veces lo mejor que podemos hacer.
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