Valerio Evangelista, aleteia
“Intentar evitar ofender las sensibilidades de las demás religiones aguando las tradiciones navideñas no hace sino alimentar el falso mito de la intolerancia islámica”. Así dice Remona Aly, periodista británica musulmana, en un editorial en el diario The Guardian.
“La paranoia de evitar las sensibilidades religiosas de los demás, paradójicamente, tiene efectos contrarios a los esperados”. Aly habla en su artículo de la falsa noticia de la prohibición en Suecia de las decoraciones navideñas para no molestar a los musulmanes.
A pesar de que se desmintió la noticia, el bulo corrió como la pólvora, con más de 43.000 respuestas en Facebook. Esto pone de manifiesto la atmósfera de tensión existente entre los ciudadanos europeos, y demuestra que los intentos de “disolver” la propia identidad cultural, en lugar de crear un clima de distensión y convivencia pacífica, sólo sirve para exacerbar los ánimos.
Negar la propia cultura acaba dañando a esas minorías a las que se pretende no ofender
Otra de las noticias – esta sí, cierta – de estos días es la de la decisión de varios empresarios británicos de no organizar las fiestas navideñas en la oficinas o mandar tarjetas de Navidad a sus empleados, porque temen seriamente dañar la sensibilidad de quienes, en el equipo, pertenecen a una minoría religiosa. Algunos han prohibido el uso de decoraciones en la oficina y cambiado el nombre a las “fiestas navideñas” por “fiestas de invierno”.
“Prescindiendo de las buenas intenciones de estos empresarios”, afirma Remona, “sus miedos acaban haciendo daño precisamente a esas minorías a las que no quieren ofender. En serio, para mí no es un problema. Si alguien pronuncia la palabra ‘árbol de Navidad’, no ataca a mi fe; si escucho el Padrenuestro – que me sé de memoria desde que era niña – no tengo sudores fríos. Y os revelo otro secreto de locura: a muchas personas que no son cristianas les encanta la Navidad”.
“Las tradiciones unen a los pueblos y refuerzan la sociedad”, afirma esta periodista. “Cuando algunos amigos cristianos, judíos, Sikh y agnósticos me felicitan por la Fiesta del Sacrificio, no significa que estén confundidos; sencillamente reconocen el valor que esa fiesta tiene para mí (ok, también querían comer pasteles). Cuando comparto algunos rituales del Shabbat con mis amigos judíos, o cuando felicito el Diwali a mis amigos hindúes, no pierdo en absoluto el sentido de quién soy yo; al contrario, fortifica aquello en lo que creo, pero haciéndome apreciar la amplia pluralidad del panorama religioso y cultural del Reino Unido”.
Pero si los empresarios toman “inútiles medidas preventivas”, dando por descontado que sus empleados no cristianos “se ofenden a muerte si alguien oye llamar ‘árbol de Navidad’ a un abeto adornado en invierno”, no hacen sino echar gasolina al fuego. Y, explica Remona, esto “no ayuda en absoluto a quien pertenece, como yo, a una minoría religiosa”.
“A mi … la Navidad me gusta porque transmite compasión, esperanza, sentido de familia. Por ello” concluye la periodista, “deseo a quien lo celebre, lo marque en el calendario, o incluso sencillamente lo reconozca, una feliz Navidad”.
Navidades “laicas”
¿Qué Navidad habrá sin polémica? Ya en el siglo XVII, los puritanos emanaron leyes que prohibían las celebraciones navideñas.
Y en el periodo de la Revolución, en Francia se prohibieron las funciones religiosas de Navidad y la galette des rois (pastel de los reyes) vio su nombre cambiado por Gâteau de l’Égalité (pastel de la igualdad), quitando toda referencia a los Reyes magos y a la Navidad.
Nada nuevo bajo el sol, por tanto. El año pasado Starbucks acabó en una polvareda mediática por haber eliminado de sus “tazas de Navidad” todo símbolo cristiano. Y este año en el Reino Unido existe – nuevamente – el temor de que manifestar la propia identidad cultural y religiosa pueda ofender a quien pertenece a otra confesión de fe.
David Isaac, nuevo director del Equalities and Human Right Commission, ha exhortado a las empresas a gestionar la relación entre el trabajo y la religión “sobre la base del sentido común“, subrayando que los empresarios “no deberían sentirse culpables” al compartir el espíritu de la Navidad con sus trabajadores.
Isaac, ex responsable de la asociación para los derechos LGBT “Stonewall”, declaró en una entrevista en el Sunday Times que “la libertad religiosa es un derecho humano fundamental y no debería disminuir por el miedo de ofender a alguien”.
Hay muchos lugares comunes, sostiene Isaac, sobre la percepción de la religión en el puesto de trabajo. “No hay nada de malo en organizar una fiesta o mandar tarjetas de felicitación. La mayor parte de los judíos y de los musulmanes que conozco, aun siguiendo los dictados de su religión, son conscientes de lo que es la Navidad, y en un cierto sentido, también la celebran. Esta – añade – es la realidad, es lo que vive la gente. Tenemos que reflexionar sobre ello”.
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