Tanto san Justino Mártir como Orígenes de Alejandría hablan, en sus textos, sobre la gruta del pesebre en el que habría nacido Jesús
Daniel R. Esparza, aleteia
La Basílica de la Natividad, en Belén, está construida sobre la gruta que se considera tradicionalmente el lugar en el que habría nacido Jesús. Se cuenta que Adriano, uno de los llamados “cinco emperadores buenos” de Roma, construyó, en el año 135, un lugar de culto a Adonis sobre un ya existente lugar de culto cristiano. Varios textos que van del siglo I al siglo V hablan de un bosque consagrado a la deidad grecorromana que habría sido plantado alrededor de la gruta de la Natividad de Jesús con la intención de “borrar su memoria”. Algunos historiadores comentan que, al contrario, el culto a Jesús se instaló en el sitio anteriormente consagrado a Adonis, o al dios-pastor sumerio Tammuz. Esta discusión, como tantas otras referidas a la historia antigua, es difícil de resolver.
Sin embargo, de lo que sí disponemos es de testimonios de escritores de los primeros siglos del cristianismo que hablan de la gruta de la Natividad como un lugar de culto. En sus Diálogos con Trifón, san Justino Mártir (100-165) ya comentaba que la Sagrada Familia se había refugiado en una cueva a las afueras del pueblo:
“Pero cuando el Niño nació en Belén, puesto que José no pudo encontrar un alojamiento en ese pueblo, instaló su morada en una cueva cerca de la aldea; y mientras ellos estaban allí, María dio a luz al Cristo y lo puso en un pesebre, y aquí los Reyes Magos que vinieron de Arabia lo encontraron”.
También el filósofo griego Orígenes de Alejandría (185-254) escribió, en su Contra Celso, algo similar:
“En Belén se conoce la cueva donde nació, y el pesebre dentro la cueva donde estaba envuelto en pañales. Y el rumor que corre en esos lugares, y entre aquellos que no pertenecen a la fe, que ciertamente Jesús nació en esta cueva, que es venerada y reverenciada por los cristianos”.
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