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miércoles, 24 de mayo de 2017

49 La Santa Misa contada en Historietas


La Santa Misa contada en Historietas


49. ¿Quién irá?
(Podéis ir en paz)

  
"¿Quién irá?" preguntó el Papa al final de la Santa Misa que había celebrado en las cuevas subterráneas, en las catacumbas.

¿"Quién irá?" Lo que quería decir era: "¿Quién lleva la santa comunión a la cárcel y a los enfermos?" La persecución de los cristianos había recrudecido. Un adulto no podía atreverse de visitar a los muchos cristianos en la cárcel. Enseguida lo tomarían preso. El joven Tarcisio se acercó al Papa: "¡Santo Padre, escógeme, envíame!" El Papa contestaba un poco azaroso: "Recién tienes quince años, hijo mío. Eres demasiado joven. ¿Quién podría ayudarte cuando tienes problemas?" Dijo Tarcisio: "Santo Padre, soy el mejor en los deportes. Yo puedo solucionar los problemas. Además es muy temprano. Nadie camina por las calles". El Papa cedió. Con mucho cuidado colocó el pan sagrado, el cuerpo de e Cristo, en un pequeño recipiente.
El recipiente lo colocó en un lienzo. El lienzo lo amarró en el cuello del joven. Puso encima la toga, una especie de abrigo. Preparado así el joven Tarcisio partió antes de que los demás salieran de las catacumbas.

Caminó hacia la ciudad de Roma en la primera aurora. Los guardias de las puertas de la ciudad lo dejaron pasar. Las calles estaban vacías. Tarcisio caminaba con mucho recogimiento. Él sabía lo que llevaba y lo que hacía. Al acercarse a la cárcel escuchó un griterío salvaje. Un grupo de muchachos callejeros corría por allí. Jugaban y peleaban. Uno de ellos reconoció a Tarcisio: "Vaya, ya te levantaste. ¿De dónde vienes? ¿Qué es lo que llevas con tanto cuidado?" Comenzó a jalar del abrigo. Pero Tarcisio lo rechazó con la mano libre.

Entonces el otro gritó: "¡Golpéenlo! Tarcisio es uno de los perros cristianos. Está llevando un secreto. ¡Aplástenlo!" Toda la banda se le vino encima. Tiraban piedras. Tarcisio cayó de bruces y pudo así proteger con el cuerpo el receptáculo con el santísimo sacramento. Los muchachos lo empujaban, lo pateaban y trataban de voltearlo. Tarcisio se desmayó porque alguien le dio un puntapié en la cabeza.

Se escuchó el paso firme de un soldado. Con mano firme arrojó a un lado a los malvados. Uno después del otro huyó. El soldado cargó en sus brazos a Tarcisio que yacía en el suelo como muerto, y lo llevo a la tercera casa de la calle. Sabía que vivía allí una dama cristiana. El oficial cristiano escondió el recipiente con el cuerpo de Cristo bajo su manto rojo y lo llevó a la cárcel. Allí lo entregó al carcelero cristiano y luego fue a visitar a los enfermos que estaban esperando a Jesús.

Tarcisio murió por las heridas que la habían causado los muchachos malvados. Un Papa posterior con el nombre de Dámaso ha compuesto una inscripción acerca del joven mártir y la hizo grabar en una tabla de mármol para que no caiga nunca en el olvido la hazaña de Tarcisio.

"¡Podéis ir en paz!" Esta es nuestra misión al final de cada Santa Misa. Quizás habrá personas que nos harán grandes dificultades cuando queremos llevar a Cristo al mundo. Quizás nos atacarán. Quizás nos darán trabajo. Nos persiguen en el colegio y en la empresa. Querrán arrastrarnos a sus maldades y pecados. Nosotros guardamos dentro de nosotros el misterio de Cristo. Nadie no los podrá quitar. Por eso rezamos en el momento de la santa comunión: "No permitas que seamos separados de Ti".



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