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domingo, 6 de marzo de 2022

Triple de asistencia a misa y numerosas conversiones: el fenómeno de estas monjas en la universidad

Las jóvenes y deportistas religiosas se han ganado a los estudiantes
 con una fe valiente y pública



Monjas como Kelly Grace O’Ryan han revolucionado la fe católica
 en la Universidad del Gran Cañón en tan sólo unos meses / Foto: Ralph Freso

Hace 18 meses, apenas un año y medio, las religiosas de las Siervas de los Corazones  Traspasados de Jesús y María, llegaron a la Universidad del Gran Cañón, donde pudieron empezar a realizar su misión en este centro con más de 25.000 alumnos. En este tiempo estas jóvenes religiosas sin complejos han logrado triplicar la asistencia a la misa dominical y propiciar la conversión de numerosos estudiantes.

Estas monjas, con las hermanas Clare Marie Bailey y Kelly Grace O´Ryan, pertenecen al Holy Spirit Catholic Newman Center, el centro desde el que junto a varios sacerdotes atienden espiritualmente a los católicos pero también a los cada vez más numerosos estudiantes sin religión o de otras confesiones cristianas que se van acercan a ellas.

En un reportaje publicado por el periódico de la Universidad del Gran Cañón y que recoge The Catholic Sun. Vestidas en todo momento con su hábito es fácil reconocer a las monjas jugando al fútbol, al frisbI o incluso haciendo atletismo junto a otros estudiantes. Pero también verlas rezando el Rosario en grupo o directamente anunciando el Evangelio.

Son monjas bastante en buena forma que también se llevan a los jóvenes a caminatas por la montaña o a retiros espirituales. Y los frutos son ya evidentes.

Monja en el campus de una universidad

Uno de los estudiantes, Chapman Koster, asegura “siempre pensé en las monjas como salen en las películas, como ancianas estrictas con las reglas: ‘me voy al cielo, pero la vida es basura y si eres feliz es que estás pecando’. Pero en esas caminatas hace mucho calor, subes estas montañas y van con esos hábitos que no sé si son transpirables…”.

En definitiva, estas monjas cambiaron su percepción sobre la Iglesia y sobre todo de la fe porque en ellas vio alegría, paz y esperanza. Este joven creció como cristiano bautista en Sudáfrica. En Semana Santa será oficialmente católico. “Realmente han cambiado mi vida, estoy feliz”, asegura Chapman.

La primera vez que vio a estas monjas estaban corriendo por el campus y pensó: “tienen unos votos que suenan miserables: sin matrimonio, sin sexo, sin dinero. ¿Por qué harían eso? Pero ahora vi que son realmente felices”.

“No todos los católicos son buenos, pero algunos tenían mucha alegría, esperanza y paz, y yo no tenía nada de eso. Aunque no me ha faltado nada en la vida, porque vengo de una familia rica, me di cuenta que esto no es algo que se pueda comprar”, afirma el estudiante que muy pronto será católico.

Monja haciendo deporte con jóvenes

El deporte, y la buena forma de las monjas, es uno de los elementos que llama la atención a los universitarios. Foto- Ralph Freso

Estas religiosas afirman convencidas que están en el campus para compartir a Dios a cualquiera que quiera aceptarlo. “Tenemos una misión mayor que el fútbol, vemos al Señor obrando en las almas todos los días, especialmente en los estudiantes universitarios en un momento tan importante de su vida donde se descubren a sí mismos y al mundo”, afirman.

A la pregunta de por qué rezan el Rosario en público en el campus o por qué se dejan ver con el hábito hablando con jóvenes o haciendo deporte ellas lo tienen claro. Se trata de hacer comunidad, “es ese cuidado constante el uno del otro, deseando que el otro llegue al cielo”.

De hecho, estas monjas reconocen que hacen esta exhibición pública de su fe para anunciar que están ahí, para todos. “La Iglesia es una familia y las familias no sólo leen juntas, así que estamos aquí para vivir la vida juntos”, agregan. Por ello, es frecuente que allá donde vayan, ya sea el supermercado o la gasolinera siempre haya alguien que les pide rezar por algún ser querido.

Además, se muestran contentas porque son ya los propios estudiantes los que saliendo de la tranquilidad de la capilla o de la residencia universitaria están anunciando a otros miles de jóvenes que Cristo es el centro de sus vidas.

No organizan grandes fiestas ni espectáculos para atraer a gente. Hay noches de estudio bíblico, misa, oración, alguna comida al aire libre y alguna excursión a la montaña. Y así es como van llegando con preguntas: “¿para qué está mi vida? Sí, tal vez un trabajo de 9 a 17, pero tiene que haber más”.

Y cuando al encontrarse con Dios empiezan a tener respuesta –afirman estas religiosas- “vemos una transformación. Sus rostros son diferentes. Es esa paz, la alegría, un nuevo amor y pasión. Es vivir la vida, no caminar a través de ella soñando despierto, ya que gran parte de nuestra cultura ha anestesiado a nuestros jóvenes para que caminen dormidos por la vida. Y cuando el Señor entra es como pasar del blanco y negro al color. Cobran vida, se despiertan y comienzan  a experimentar la libertad, la paz y el gozo del Señor”.

Los jóvenes católicos en el campus universitario

Ni las religiosas ni los jóvenes se esconden en el campus sino que hacen profesión pública de su fe. Foto- Ralph Freso

La hermana Clare asegura que esto es precisamente lo que vivió cuando tuvo este encuentro con Cristo. Se sentía sola hasta que experimentó la libertad y la alegría de vivir con Dios.

“Sentí que estaba arrastrándome con los ojos vendados por la vida, y luego fue como si estuviera volando. Era como si esto fuera para lo que fuimos creados”.

En un momento dado, cuando una compañera de la escuela secundaria falleció Grace utilizó la gracia que había recibido y deseaba compartirla con sus amigos, que tanto sufrían en ese momento. “Quería darles eso más que nada”, aseguró. Y ahí fue “donde se plantó la semilla” de su propia vocación a la vida religiosa”.

J. Lozano / ReL

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