Meditación de San Juan Pablo II sobre la invocación
Recemos
26) Unido con el Padre en la oración
L. Jesús, Hijo de Dios, Tú y el Padre son uno: uno en el conocer, uno en el querer y uno en el amar.
1. Siendo Palabra eterna del Padre, respuesta eterna a su amor, descansas en la felicidad del Padre.
2. Tu Oración en esta tierra es el eco del coloquio de la Santísima Trinidad.
1. Por eso te sentiste impulsado de salir a la noche, a la soledad, al desierto para unirte con el Padre en la oración.
2. Tus ojos resplandecieron, tu rostro brilló; por eso tus discípulos te suplicaron: "Maestro, enséñanos a orar" (LC 11,1).
1. Les enseñaste a repetir aquellos pensamientos que aquel momento conmovieron tu corazón en la unión íntima con tu Padre.
2. Cómo arde el Padre Nuestro (Mt 6,9) de tu celo por la gloria, la voluntad y el reino del Padre!
1. Pero al mismo tiempo has rezado por nosotros: Por nuestro pan de cada día, por el perdón de nuestras culpas y por nuestras necesidades.
2. Ahora podemos rezar nosotros con la amplitud y la confianza de tu Corazón.
1. Señor, cuán prodigioso es tu oración! Toda la creación retiene el aliento, cuando rezamos; cuando nos colocamos en nombre de todo el mundo en la presencia de Dios, diciendo: "Padre Nuestro".
2. Pones en nuestros labios el canto de alabanza a la gloria del Padre; haces depender de nuestra oración el destino del mundo y quieres que llevemos las necesidades de nuestros hermanos ante el trono de tu Padre.
T. Señor, ayúdanos a rezar conforme a tu Corazón.
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