Meditación de San Juan Pablo II sobre la invocación
Recemos
8) Ansia de la vida eterna
L. Señor Jesucristo, en tu gloriosa Resurrección, el Padre manifiesta haber aceptado tu sacrificio y lo lleva a una plenitud en la ascensión triunfal.
1. Ahora la herida transfigurada de tu corazón resplandece por toda la eternidad. "Estás siempre vivo, para interceder en nuestro favor" (Heb 7,25) ante el Padre.
2. En unión con El nos envías al Espíritu Santo, el amor personal de Tu corazón, ya que desde el cielo quieres atraer a todos hacia Ti.
1. Nos has creado para ti e intranquilo estará nuestro corazón hasta que esté contigo.
2. Por eso "nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo" (Rm 8) el día de nuestra resurrección.
1. Todas las gracias y todos los sufrimientos de esta vida nos provienen de tu amor para prepararnos a nosotros y por nosotros a todos los hombres para el día en que poseeremos a Ti y en Ti al Padre.
2. Haz que las alegrías de esta vida nos recuerden siempre la gloria eterna imperecedera.
1. Y que nuestra juventud, sedienta de felicidad, descubra tu Corazón como centro de su vida y siga animosamente este ideal.
T. "Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros" (Rom 8,18).
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