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domingo, 31 de marzo de 2019

Las autoridades chinas ofrecen dinero a quienes delaten actividades cristianas clandestinas

Desde la llegada de Xi Jinping al poder en 2013 se ha incrementado la persecución contra los católicos chinos, aún más tras el acuerdo con la Santa Sede para la designación de obispos.
Desde la llegada de Xi Jinping al poder en 2013 se ha incrementado la persecución
contra los católicos chinos, aún más tras el acuerdo con la Santa Sede para la designación de obispos

Las autoridades comunistas de Guangzhou (China) han puesto en marcha el 20 de marzo unas "medidas" que ofrecen una recompensa en metálico a quienes delaten a la policía “actividades religiosas ilegales” en la ciudad, como encuentros de comunidades subterráneas, catequesis o la relación con religiosos extranjeros. Las cantidades ofertadas oscilan entre los 1000 y los 10.000 yuan (entre 398 y 1327 euros).
“Las autoridades no podían elegir un período mejor, el de antes de Pascua, para estas medidas. En este período meditamos a menudo sobre la Pasión de Jesús y la traición de Judas por 30 denarios. El gobierno de Guangzhou quiere transformar a todos los ciudadanos en pequeños Judas”, comentó un sacerdote local a Asia News.
Los principales destinatarios de las medidas con las comunidades protestantes, muy florecientes en la ciudad, a quienes se les han arrebatado iglesias que han sustituido por reuniones en casas particulares. Pero los fieles católicos saben que se aplicarán también a ellos y a otros grupos religiosos, y que pueden extenderse fuera de Guangzhou.
El nuevo reglamento, aprobado el mes de febrero, prevé multas, arrestos e incautación de edificios donde se realicen actividades religiosas no sometidas al control de la Oficina de Asuntos Religiosos.
"En China vivimos una atmósfera como la del Gran Hermano", confiesa una cristiana recién bautizada.
Mayor premio a mayor "calidad" de la información
El reglamento con las "medidas" se divide en cinco capítulos. El primero explica las normas generales. El segundo establece las formas de delatar (teléfono, escrito "lo más específico y detallado posible", en mano...) y asegura "la máxima reserva".
El tercero establece los hechos denunciables: “Promover, apoyar y financiar el extremismo religioso; usar la religión para dañar la seguridad nacional, la seguridad pública, amenazando la unidad nacional a través de la secesión y el terrorismo; violar los derechos civiles y democráticos; poner en peligro el orden social; violar la propiedad pública y privada”. También puede denunciarse a quien organice sin autorización "formación religiosa, conferencias o peregrinaciones”. Esto incluye las clases de catecismo que puedan dar los padres a sus hijos menores de edad, pues está expresamente prohibido hasta los 18 años.
En cuanto a los premios por ofrecer información contra terceros, depende de si se aportan "indicios" (1000-3000 yuan) o "pruebas" (3000-5000 yuan) o si además se "ayuda" activamente en la investigación (5000-1000 yuan). Se establece que la recompensa solo se dará al primero que ofrezca la información, para lo cual se obligará a registrar con fecha las delaciones.
Los últimos dos capítulos explican la forma en la que se decidiarán y entregarán las recompensas, que financian la autoriades locales.




























Padre Raniero Cantalamessa: “In te ipsum redi” (“Entra dentro de ti”)


Predicación de Cuaresma del P. Cantalamessa © Vatican Media

Esta viernes, 29 de marzo de 2019, a las 9 horas, en la Capilla Redemptoris Mater, el Predicador de la Casa Pontificia, el Reverendo Padre. Raniero Cantalamessa, franciscano capuchino, ha pronunciado el tercer sermón de Cuaresma.
El tema de las meditaciones de Cuaresma es el siguiente: “In te ipsum redi” (Entra dentro de ti, San Agustín).
Los próximos sermones se pronunciarán los viernes 5 y 12 de abril.
***
La idolatría, antítesis del Dios viviente  
Cada mañana, al despertar, experimentamos algo singular, a lo cual no hacemos caso casi nunca. Durante la noche, las cosas en torno a nosotros existían, eran como las habíamos dejado la noche anterior: la cama, la ventana, la habitación. Quizás fuera ya brilla el sol, pero no lo vemos porque tenemos los ojos cerrados y las cortinas cerradas. Sólo ahora, al despertar, las cosas empiezan o vuelven a existir para mí, porque tomo conciencia de ello, me doy cuenta de ellas. Antes era como si no existieran.
Sucede lo mismo con Dios. Él está siempre; «en él vivimos, nos movemos y existimos», decía Pablo a los atenienses (Hch 17,28); pero normalmente esto sucede como en el sueño, sin que nos demos cuenta. Es necesario, también para el espíritu  un despertar, un sobresalto de conciencia. Por eso, la Escritura nos exhorta a menudo a levantarnos del sueño: «Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz» (Ef 5,14). «¡Ya es tiempo de despertarse del sueño!» (Rom 13,11).
La idolatría antigua y nueva
El Dios «vivo» de la Biblia está así definido para distinguirlo de los ídolos que son cosas muertas. Es la batalla que une a todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. Basta con abrir casi por casualidad una página de los profetas o de los salmos para encontrar allí los signos de esta épica lucha en defensa del Dios único de Israel. La idolatría es exactamente la antítesis del Dios vivo. De los ídolos, un salmo dice:
Sus ídolos, en cambio,  son plata y oro,
hechura de manos humanas.
Tienen boca, y no hablan,
tienen ojos, y no ven,
tienen orejas, y no oyen,
tienen nariz, y no huelen,
tienen manos, y no tocan,
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta (Sal 114,3-7).
Del contraste con los ídolos, el Dios vivo aparece como un Dios que «obra lo que quiere», que habla, que ve, que huele, ¡un Dios «que respira»! El aliento de Dios también tiene un nombre en la Escritura: se llama la Ruah Jahwe, el Espíritu de Dios.
La batalla contra la idolatría lamentablemente no terminó con el fin del paganismo histórico; está siempre en acción. Los ídolos han cambiado de nombre, pero están más presentes que nunca. También dentro de cada uno de nosotros, veremos, hay uno que es el más temible de todos. Vale la pena por eso detenernos una vez sobre este problema, como problema actual, y no sólo del pasado.
Quien hizo de la idolatría el análisis más lúcido y más profundo es el Apóstol Pablo. Por él nos dejamos conducir al descubrimiento del «becerro de oro» que anida dentro de cada uno de nosotros. Al comienzo de la carta a los Romanos leemos estas palabras:
«La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que tienen la verdad prisionera de la injusticia. Porque lo que de Dios puede conocerse les resulta manifiesto, pues Dios mismo se lo manifestó. Pues lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo a través de sus obras; de modo que son inexcusables, pues, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias; todo lo contrario, se ofuscaron en sus razonamientos, de tal modo que su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas» (Rom 1,18-21).
En la mente de aquellos que han estudiado teología, estas palabras están vinculadas casi exclusivamente a la tesis de la cognoscibilidad natural de la existencia de Dios a partir de las criaturas. Por eso, una vez resuelto este problema, o después de que ha dejado de ser actual como en el pasado, sucede que muy raramente estas palabras son recordadas y valoradas. Pero lo de la cognoscibilidad natural de Dios es, en el contexto, un problema totalmente marginal. Las palabras del Apóstol tienen mucho más que decirnos; contienen uno de esos «truenos de Dios» capaces de partir incluso los cedros del Líbano.
El Apóstol está atento a demostrar cuál es la situación de la humanidad antes de Cristo y fuera de él; en otras palabras, desde donde parte el proceso de la redención. Él no parte desde cero, de la naturaleza, sino desde bajo cero, del pecado. Todos han pecado, nadie está excluido. El Apóstol divide el mundo en dos categorías: griegos y judíos, es decir, paganos y creyentes, y comienza su requisitoria precisamente por el pecado de los paganos. Identifica el pecado fundamental del mundo pagano en la impiedad y en la injusticia. Dice que es un atentado a la verdad; no a esta o a aquella verdad, sino a la verdad originaria de todas las cosas.
El pecado fundamental, el objeto primario de la ira divina, es identificado en la asebeia, es decir, en la impiedad. En qué consiste exactamente esta impiedad, el Apóstol lo explica enseguida, diciendo que consiste en el rechazo de «glorificar» y «dar gracias a Dios». En otras palabras, rechazar reconocer a Dios como Dios, al no tributarle la consideración que le es debida. Consiste, podríamos decir, en «ignorar» a Dios, donde, sin embargo, ignorar no significa tanto «no saber que existe», cuanto «hacer como si no existiera».
En el Antiguo Testamento oímos a Moisés que clama al pueblo: «¡Reconoced que Dios es Dios!» (cf. Dt 7,9) y un salmista recoge dicho grito, diciendo: «¡Reconoced que el Señor es Dios: Él nos ha hecho y somos suyos!» (Sal 100,3). Reducido a su núcleo germinativo, el pecado es negar ese «reconocimiento»; es el intento, por parte de la criatura, de anular la infinita diferencia cualitativa que existe entre la criatura y el Creador, negándose a depender de él. Dicho rechazo ha tomado cuerpo, concretamente, en la idolatría, por la cual se adora a la criatura en lugar del Creador (cf. Rom 1,25). Los paganos, prosigue el Apóstol, «alardeando de sabios, resultaron ser necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles» (Rom 1,22-23).
El Apóstol no quiere decir que todos los paganos, indistintamente, hayan vivido subjetivamente en este tipo de pecado (más adelante hablará de paganos que se hacen queridos a Dios siguiendo la ley de Dios escrita en sus corazones, cf. Rom 2,14s); solo quiere decir cuál es la situación objetiva del hombre ante Dios tras el pecado. El hombre, creado «recto» (en sentido físico de erguido y en lo moral de justo), con el pecado se ha hecho «curvo», es decir, replegado sobre sí mismo, y «perverso», es decir orientado hacia sí mismo, en lugar de hacia Dios.
En la idolatría, el hombre no «acepta» a Dios, sino que se hace un dios. Las partes aparecen invertidas: el hombre se convierte en el alfarero, y Dios la vasija que él modela a su antojo (cf. Rom 9,20ss). Hay en todo ello una referencia, al menos implícita, al relato de la creación (cf. Gén 1,26-27). Allí se dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; aquí se dice que el hombre ha cambiado por Dios la imagen y la figura de hombre corruptible. En otras palabras, Dios hizo al hombre a su imagen, ahora el hombre hace a Dios a su imagen. Puesto que el hombre es violento, he aquí que hará de la violencia un dios, Marte; puesto que es lujurioso, hará de la lujuria una diosa, Venus, y así sucesivamente. Hace de Dios la proyección de sí mismo.
«¡Tú eres ese hombre!»
Sería fácil demostrar que ésta es también la situación en la que, por cierto lado, nos hemos encontrado, en occidente, desde el punto de vista religioso y del que ha comenzado el ateísmo moderno con la célebre máxima de Feuerbach: «No es Dios quien ha creado al hombre a su imagen, sino que es el hombre quien crea a Dios a su imagen». ¡En cierto sentido hay que admitir que esta afirmación es verdadera! Sí, dios es realmente un producto de la mente humana. Sin embargo, el problema es saber de qué dios se trata. Ciertamente no del Dios vivo de la Biblia, sino sólo de un sucedáneo suyo.
Imaginemos que hoy un desequilibrado la toma a martillazos con la estatua del David, de Miguel Ángel, que se encuentra al aire libre, delante del Palazzo della Signoria en Florencia, y luego se pone a gritar con aire de triunfo: «¡He destruido el David de Miguel Ángel! ¡Ya no existe el David! ¡Ya no existe el David!» No sabe, pobre iluso, que era sólo una imitación, una copia para turistas con  prisa, porque el verdadero David de Miguel Ángel, tras un atentado de este tipo ocurrido en el pasado, fue retirado de la circulación y puesto a salvo en la Galería de la Academia. Es lo que le sucedió a Nietzsche cuando, por boca de un personaje suyo, proclamó: «¡Hemos matado a Dios!»[1]. No se daba cuenta de que no había matado al verdadero Dios, sino una copia de «escayola».
Basta una simple observación para convencerse de que el ateísmo moderno no ha tenido que ver con el Dios de la fe cristiana, sino con una idea deformada de él. Si se hubiera mantenido viva en teología la idea del Dios Uno y Trino (en lugar de hablar de un vago «Ser supremo»), no habría sido tan fácil para Feuerbach hacer triunfar su tesis de que Dios es una proyección que el hombre hace de sí mismo y de la propia esencia. ¿Qué necesidad tendría el hombre de desdoblarse en tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo? Es el vago deísmo lo que es derribado por el ateísmo moderno, no la fe en Dios uno y trino.
Pero pasemos a otra cosa. Nosotros no estamos aquí para refutar el ateísmo moderno o para un curso de teología pastoral; estamos aquí para hacer un camino de conversión personal. ¿Qué parte tenemos nosotros —entiendo ahora «nosotros» en el sentido de nosotros que estamos aquí, nosotros los creyentes—, en la tremenda requisitoria de la Biblia contra la idolatría? Según lo dicho hasta aquí, parecería, en efecto, que nosotros tenemos, más que otra cosa, un papel de acusadores. Pero escuchemos bien lo que sigue en la Carta de Pablo a los Romanos. Después de haber arrancado la máscara del rostro del mundo, en ella el Apóstol arranca la máscara también por nuestro rostro y veamos cómo.
«Por ello, tú que te eriges en juez, sea quien seas, no tienes excusa, pues, al juzgar aotro, a ti mismo te condenas, porque haces las mismas cosas, tú que juzgas. Sabemos que el juicio de Dios contra los que hacen estas cosas es según verdad. ¿Piensas acaso, tú que juzgas a los que hacen estas cosas pero actúas del mismo modo, que vas a escapar del juicio divino?» (Rom 2,1-3).
La Biblia narra esta historia. El rey David había cometido un adulterio; para cubrirlo había hecho morir en la guerra al marido de la mujer, de modo que, en ese punto, tomarla como mujer podía parecer incluso un acto de generosidad por parte del rey, respecto del soldado muerto luchando por él. Una verdadera cadena de pecados. Se acercó entonces a él el profeta Natán, enviado por Dios, y le contó una parábola (pero el rey no sabía que era una parábola). Había —dijo—, en la ciudad, un hombre rico que tenía rebaños de ovejas y había también un pobrecillo que tenía una sola oveja muy querida para él, de la cual obtenía su sustento y que dormía con él. Llegó al rico un huésped y él, conservando sus ovejas, tomó para sí la ovejita del pobre y la hizo matar por preparar la mesa al huésped. Al oír esta historia, la ira de David se desencadenó contra ese hombre y dijo: «¡Quien ha hecho esto merece la muerte!» Entonces Natán, abandonando de golpe la parábola y apuntando con el dedo hacia él, dijo a David: «¡Tú eres ese hombre!» (cf. 2 Sam 12,1ss).
Es lo que hace con nosotros el Apóstol Pablo. Después de habernos arrastrado detrás de sí en una justa indignación y horror por la impiedad del mundo, pasando por el capítulo primero al capítulo segundo de su Carta, como si se dirigiera de golpe hacia nosotros, nos repite: «¡Tú eres ese hombre!». La reaparición, en este punto, del término «inexcusable» (anapologetos), usado anteriormente para los paganos, no deja dudas sobre las intenciones de Pablo. Mientras juzgabas a los demás —viene a decir—, tú te condenabas a ti mismo. El horror que has concebido por la idolatría es hora de dirigirlo contra ti.
El «juez», a lo largo del capítulo segundo, se revela que es el judío que aquí, sin embargo, es tomado, más que otra cosa, como tipo. «Judío» es el no-griego, el no-pagano (cf. Rom 2,9-10); es el hombre piadoso y creyente que, firme en sus principios y en posesión de una moral revelada, juzga al resto del mundo y, juzgando, se siente seguro. «Judío» es, en este sentido, cada uno de nosotros. Orígenes decía incluso que, en la Iglesia, con quienes se  las toma estas palabras del Apóstol son los obispos, presbíteros y diáconos, es decir, los guías, los maestros[2].
Pablo ha experimentado él mismo este shock, cuando, como fariseo, se hizo cristiano, y por eso puede hablar ahora con tanta seguridad y señalar a los creyentes el camino para salir del fariseísmo. Él desenmascara la ilusión extraña y frecuente de las personas piadosas y religiosas de considerarse al abrigo de la cólera de Dios, sólo porque tienen una clara idea del bien y del mal, conocen la ley y, si fuera necesario, la saben aplicar a los demás, mientras que, en cuanto a sí mismos, piensan que el privilegio de estar del lado de Dios o, de todos modos, la «bondad» y la «paciencia» de Dios, que conocen bien, harán una excepción para ellos.
Imaginemos esta escena. Un padre está reprochando a uno de sus hijos por alguna transgresión; otro hijo, que ha cometido la misma culpa, creyendo ganarse la simpatía del padre y escapar al reproche, se pone a gritar también él, en voz alta, el hermano, mientras que el padre se esperaba otra cosa, es decir, que, oyendo que reprochar al hermano y viendo su bondad y paciencia hacia él, él corriera a arrojarse a los pies, confesando que él también era reo de la misma culpa y prometiéndole enmendarse.
«¿O es que desprecias el tesoro de su bondad, tolerancia y paciencia, al no reconocer que la bondad de Dios te lleva a la conversión? Con tu corazón duro e impenitente te estás acumulando cólera para el día de la ira, en que se revelará el justo juicio de Dios» (Rom 2,4-5).
¡Qué terremoto el día que te das cuenta de que la palabra de Dios está hablando de este modo precisamente a ti y que ese «tú» eres tú! Ocurre como cuando un jurista está concentrado en analizar una famosa sentencia de condena emitida en el pasado y que sentó jurisprudencia cuando, de repente, observando mejor, se da cuenta de que esa sentencia se aplica también a él y está todavía en pleno vigor: cambia de golpe el estado de ánimo y el corazón deja de estar seguro de sí mismo. Aquí la palabra de Dios está comprometida en un auténtico tour de force; debe revertirse la situación de aquel que la está tratando. Aquí no hay escapatoria: hay que «colapsar» y decir como David: «¡He pecado!» (2 Sam 12,13), o se produce un endurecimiento ulterior del corazón y se refuerza la impenitencia. De la escucha de esta palabra de Pablo se sale o convertidos o endurecidos.
Pero, ¿cuál es la acusación específica que el Apóstol dirige contra los «piadosos»? La de hacer —dice— «las mismas cosas» que juzgan en los demás. ¿En qué sentido «las mismas cosas»? ¿En el sentido de materialmente las mismas? También esto (cf. Rom 2,21-24); pero sobre todo las mismas cosas, en cuanto a la sustancia, que es la maldad y la idolatría. El Apóstol lo destaca mejor durante el resto de su Carta, cuando denuncia la pretensión de salvarse con las propias obras y así hacer de sí mismos los acreedores y de Dios, el deudor. Si tú, viene a decir, observas la ley y haces todo tipo de buenas obras, pero para afirmar tu justicia, te pones a ti mismo en el lugar de Dios. Pablo no hace más que repetir con otras palabras lo que Jesús, en el Evangelio, había tratado de decir con la parábola del fariseo y del publicano en el templo y en otros infinitos modos.
Aplicamos el todo a nosotros cristianos, puesto que, como decíamos, el objetivo de Pablo no son tanto los judíos como pueblo, cuanto el hombre religioso en general y, en el caso específico, los llamados «judeo-cristianos». Hay una idolatría escondida que insidia al hombre religioso. Si idolatría es «adorar la obra de sus manos» (cf. Is 2,8; Os 14,4), si idolatría es «poner la criatura en lugar del Creador», yo soy idolatra cuando pongo la criatura —mi criatura, la obra de mis manos— en lugar del Creador. Mi criatura puede ser la casa o la iglesia que construyo, la familia que creo, el hijo que he traído al mundo (¡cuántas mamás, también cristianas, sin darse cuenta, hacen de su hijo, especialmente si es único, su Dios!); puede ser el instituto religioso que he fundado, el cargo que desempeño, el trabajo que realizo, la escuela que dirijo, para mí que os hablo esta misma charla que estoy dando.
En el fondo de toda idolatría está la autolatría, el culto de sí, el amor propio, el ponerse a sí mismo en el centro y en el primer puesto en el universo, sometiendo todo a él. Basta que aprendamos a escucharnos mientras hablamos para descubrir cómo se llama nuestro ídolo, pues, como dice Jesús, «de la abundancia del corazón habla la boca » (Mt 12,34). Nos daremos cuenta de cuántas frases nuestras comienzan con la palabra «yo».
El resultado es siempre la impiedad, el no glorificar a Dios, sino siempre y sólo a sí mismos, el hacer servir el bien, también el servicio que prestamos a Dios —¡también Dios!—, al propio éxito y a la propia afirmación personal. Muchos árboles de tronco alto tienen raíz fusiforme, una raíz madre que desciende perpendicularmente bajo el tronco y hace que la planta esté firme e inquebrantable. Mientras no se pone el hacha en esa raíz, se pueden cortar todas las raíces laterales, pero el árbol no cae. Ese lugar es muy estrecho, no hay lugar para dos: o está mi yo, o está Cristo.
Quizás, entrando en mí mismo, estoy dispuesto, en este momento, a reconocer la verdad, es decir, que hasta ahora he vivido «para mí mismo», que también estoy implicado en el misterio de la impiedad. El Espíritu Santo me ha «convencido de pecado». Comienza para mí el milagro siempre nuevo de la conversión. Si el pecado, como nos explicó Agustín, consistió en un repliegue sobre sí mismos, la conversión más radical consiste en «enderezarnos» y re-dirigirnos a Dios. No podemos hacerlo en el transcurso de una predicación, o de una Cuaresma; pero podemos al menos tomar la decisión seria de hacerlo, y es ya en cierto modo, para Dios, como haberlo hecho.
Si me alineo con todo mí yo en la parte de Dios, contra mi «yo», me hago su aliado; somos dos en luchar contra el mismo enemigo y la victoria está asegurada. Nuestro yo, como un pez sacado fuera de su agua, puede deslizarse aún y menearse un poco, pero está destinado a morir. Pero no es un morir, sino un nacer. «Quien quiere salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mi causa, la encontrará» (Mt 16,25). En la medida en que muere el hombre viejo, nace en nosotros «el hombre nuevo, creado según Dios en justicia y en la verdadera santidad» (Ef 4,24). El hombre o la mujer que todos secretamente queremos ser.
Dios nos ayude a realizar cada vez más la verdadera empresa de la vida que es nuestra conversión.

© Traducido del original italiano por Pablo Cervera Barranco
[1] F. Nietzsche, La gaia ciencia, n. 125.
[2] Orígenes, Comentario de la Carta a los Romanos, 2,2: PG 14,873.
zenit.org

















Aprender a discutir en pareja


pareja discutiendo


Muchas veces tenemos poco dominio en lo que decimos, por el escaso esfuerzo que hemos empleado en manifestar lo que conviene o por callar lo que no conviene.
Éste es uno de los motivos que han hecho romper a muchas parejas: hablar
única y exclusivamente guiados por los sentimientos en
momentos emocionalmente negativos, con una gran incontinencia
verbal.
Parece que si no lo decimos las cosas no quedaran claras.
Y con las ideas cargadas, parece que eso que en ese momento estoy viendo con una claridad grande es la verdad más pura. Lo veo clarísimo. Y lo decimos y en el momento de decirlo nos damos cuenta que no deberíamos haberlo dicho. Ha sido peor que si me hubiera callado. Pero ya está dicho.
Cuando veamos que tenemos que decir algo de una manera clara, rotunda, tenemos que tener la fuerza de voluntad de callarnos. Es difícil, pero se puede.
Esa idea no se va a la cabeza, se va directamente al corazón, como un sentimiento negativo que es difícil de quitar. No es una cuestión de inteligencia,son sentimientos.
Ya se que lo que decía no se lo cree, ni lo piensa, pero lo ha dicho. 
Hay está el problema en quitar ese LO HA DICHO del corazón.
Y es que, aunque luego nos arrepintamos, lo que hemos dicho está hiriendo al otro machaconamente. Le resulta muy difícil quitárselo de la cabeza, dejar de darle importancia.
En las discusiones de pareja hay que saber hacerlo con el freno de mano echado, no diciendo todo lo que nos viene a la cabeza,. Tiene uno que saber que está discutiendo con una persona con la que luego se tiene que reconciliar.
En muchas ocasiones, las personas queremos perdonar.
Siempre podemos, pero se nos hace mucho más difícil por lo
que nos han dicho, por la forma, por las expresiones utilizadas,
y eso queda en la cabeza y vuelve como un pensamiento obsesivo
que nos sume en un estado de tristeza y a veces de impotencia.
En estas situaciones, al hablar con los dos miembros de la
pareja, ellos afirman desesperanzados que se podrían perdonar,
pero que no van a ser las cosas como antes, que es imposible,
porque «…¡Con lo que nos hemos dicho! ¿Cómo voy a
olvidarlo?».
Probablemente con el tiempo se olvide o, al menos, se apacigüe
la carga emocional, pero… ¡qué bien estaríamos si no
nos hubiéramos dicho lo que nos hemos dicho!






















sábado, 30 de marzo de 2019

“La Hora del Planeta” se celebra hoy de las 20:30 a las 21:30 horas; apagar las luces para encender la esperanza

El desastre ya está aquí


El día de hoy se lleva a cabo en buena parte de los países de Occidente “La Hora del Planeta”. En cada localidad, de las 20:30 a las 21:30 horas, se invita a los ciudadanos, a las empresas, a los ayuntamientos, a apagar las luces por la naturaleza y para combatir el cambio climático que está sufriendo el mundo.
Un cambio que va de la mano, literalmente, con el calentamiento global que cada vez más va dejando más pérdidas humanas y económicas.
La primera Hora del Planeta se celebró en Sídney el 31 de marzo de 2007 y fue todo un éxito, el germen de la mayor campaña de movilización mundial contra el cambio climático. Lo que empezó en una sola ciudad se ha extendido a más de 187 países.

El desastre ya está aquí

La ONU calcula que en el año 2018, la cifra de personas desplazadas en el mundo, a consecuencia del cambio climático suman más de dos millones, mientras las pérdidas económicas se estiman en al menos 49.000 millones de dólares.
Según un reciente informe presentado por el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, el número de personas fallecidas a consecuencia de los incendios forestales suma 1.600.
En total, casi 62 millones de personas estuvieron expuestas a peligros naturales por el cambio climático, remarcó Guterres, quien pidió la adopción de medidas concretas, como acelerar la transición a las fuentes de energía renovables.
“El impacto socioeconómico del cambio climático se está acelerando”, según el informe sobre “El estado del clima 2018” de la Organización Meteorológica Mundial, en el que se constata que las concentraciones récord de gases de efecto invernadero en la atmósfera están acercando las temperaturas del planeta a niveles cada vez más peligrosos.

Países y ciudadanos

La ONU, a través de Guterres, ha pedido a los países miembro de este organismo multilateral que aceleren la transición de las fuentes de energía basadas en combustibles fósiles a las fuentes limpias y renovables.
Los especialistas en el tema han destacado que no solo los países o los estados tienen responsabilidad sobre el cambio climático sino que, como ciudadanos, todos tenemos un papel individual que representar en la lucha para revertirlo o, por lo menos, mitigarlo.
El aumento récord del nivel del mar, así como las temperaturas excepcionalmente altas tanto en tierra como en los océanos de los últimos cuatro años, está coincidiendo con los niveles máximos de los gases de efecto invernadero.
Las condiciones atmosféricas extremas han continuado en los primeros meses de 2019, con el caso más reciente del ciclón Idai, que ha causado inundaciones devastadoras y trágicas pérdidas de vida en Mozambique, Zimbabue y Malawi, lo que le convierte en el desastre climático más mortífero del hemisferio sur.

Participar todos

Este día 30 de marzo, millones de personas se unirán una vez más para demostrar su compromiso con la conservación de la naturaleza, sometida a un proceso de degradación sin precedentes.
“La pérdida de biodiversidad y el cambio climático son los problemas ambientales más graves a los que nos enfrentamos y, este año, la Hora del Planeta quiere inspirar al mundo para que actúe y ayude a conservar la naturaleza”, dicen sus organizadores.
Ojalá este mensaje llegue a todos los rincones del mundo. Y también a Beijing o a Washington, por ejemplo.


















LA VOCACIÓN, VISTA «EN CRISTIANO»

Hablando en cristiano es un canal evangelizador que han puesto en marcha algunos seminaristas del Colegio Internacional Legionarios de Cristo de Roma. En este caso hablan de la vocación en un mes que la Iglesia consagra especialmente a rezar por los sacerdotes.











LA CONFESIÓN DEL PAPA FRANCISCO

No por ser habitual es menos aleccionadora la imagen de un Papa arrodillado en el confesonario. Francisco lo hizo este viernes, en el marco de la celebración penitencial que tuvo lugar en la basílica de San Pedro, y no hay nada más expresivo para comprender la grandeza en cierto modo infinita de todo sacerdote: no por sus limitaciones humanas, sino por la justicia y la misericordia divinas de las que es único transmisor ordinario en este mundo, porque así lo quiso el mismo Jesucristo. Pero el gesto es también expresivo como invitación a confesarse: ¿qué objeciones podemos plantear a frecuentar este sacramento viendo al vicario de Cristo y sucesor de San Pedro acudir a él para limpiar su alma?




Durante la celebración penitencial el Papa ha invitado a los fieles a confiar en el poder curativo del perdón: “Cuántas veces nos sentimos solos y perdemos el hilo de la vida. Cuántas veces no sabemos ya cómo recomenzar, oprimidos por el cansancio de aceptarnos. Necesitamos comenzar de nuevo, pero no sabemos desde dónde. El cristiano nace con el perdón que recibe en el Bautismo”, ha alentado el Papa desde la Basílica de San Pedro esta tarde.
“Con Jesús –ha comentado– misericordia de Dios encarnada, ha llegado el momento de escribir en el corazón del hombre, de dar una esperanza cierta a la miseria humana”. Así, ha llegado el momento de dar “no tanto leyes exteriores, que a menudo dejan distanciados a Dios y al hombre, sino la ley del Espíritu, que entra en el corazón y lo libera”.
A continuación, ofrecemos la homilía completa del Papa Francisco en “24 horas para el Señor”.
***
Homilía del Papa Francisco
«Quedaron solo ellos dos: la miserable y la misericordia» (In Io. Ev. tract. 33,5). Así encuadra san Agustín el final del Evangelio que hemos escuchado recientemente. Se fueron los que habían venido para arrojar piedras contra la mujer o para acusar a Jesús siguiendo la Ley. Se fueron, no tenían otros intereses. En cambio, Jesús se queda. Se queda, porque se ha quedado lo que es precioso a sus ojos: esa mujer, esa persona. Para él, antes que el pecado está el pecador. Yo, tú, cada uno de nosotros estamos antes en el corazón de Dios: antes que los errores, que las reglas, que los juicios y que nuestras caídas. Pidamos la gracia de una mirada semejante a la de Jesús, pidamos tener el enfoque cristiano de la vida, donde antes que el pecado veamos con amor al pecador, antes que los errores a quien se equivoca, antes que la historia a la persona. 
«Quedaron solo ellos dos: la miserable y la misericordia». Para Jesús, esa mujer sorprendida en adulterio no representa un parágrafo de la Ley, sino una situación concreta en la que implicarse. Por eso se queda allí, en silencio. Y mientras tanto realiza dos veces un gesto misterioso: «escribe con el dedo en el suelo» (Jn 8,6.8). No sabemos qué escribió, y quizás no es lo más importante: el Evangelio resalta el hecho de que el Señor escribe. Viene a la mente el episodio del Sinaí, cuando Dios había escrito las tablas de la Ley con su dedo (cf. Ex 31,18), tal como hace ahora Jesús. Más tarde Dios, por medio de los profetas, prometió que no escribiría más en tablas de piedra, sino directamente en los corazones (cf. Jr 31,33), en las tablas de carne de nuestros corazones (cf. 2 Co 3,3). Con Jesús, misericordia de Dios encarnada, ha llegado el momento de escribir en el corazón del hombre, de dar una esperanza cierta a la miseria humana: de dar no tanto leyes exteriores, que a menudo dejan distanciados a Dios y al hombre, sino la ley del Espíritu, que entra en el corazón y lo libera. Así sucede con esa mujer, que encuentra a Jesús y vuelve a vivir. Y se marcha para no pecar más (cf. Jn 8,11). Jesús es quien, con la fuerza del Espíritu Santo, nos libra del mal que tenemos dentro, del pecado que la Ley podía impedir, pero no eliminar. 
Sin embargo, el mal es fuerte, tiene un poder seductor: atrae, cautiva. Para apartarse de él no basta nuestro esfuerzo, se necesita un amor más grande. Sin Dios no se puede vencer el mal: solo su amor nos conforta dentro, solo su ternura derramada en el corazón nos hace libres. Si queremos la liberación del mal hay que dejar actuar al Señor, que perdona y sana. Y lo hace sobre todo a través del sacramento que estamos por celebrar. La confesión es el paso de la miseria a la misericordia, es la escritura de Dios en el corazón. Allí leemos que somos preciosos a los ojos de Dios, que él es Padre y nos ama más que nosotros mismos. 
«Quedaron solo ellos dos: la miserable y la misericordia». Solo ellos. Cuántas veces nos sentimos solos y perdemos el hilo de la vida. Cuántas veces no sabemos ya cómo recomenzar, oprimidos por el cansancio de aceptarnos. Necesitamos comenzar de nuevo, pero no sabemos desde dónde. El cristiano nace con el perdón que recibe en el Bautismo. Y renace siempre de allí: del perdón sorprendente de Dios, de su misericordia que nos restablece. Solo sintiéndonos perdonados podemos salir renovados, después de haber experimentado la alegría de ser amados plenamente por el Padre. Solo a través del perdón de Dios suceden cosas realmente nuevas en nosotros. Volvamos a escuchar una frase que el Señor nos ha dicho por medio del profeta Isaías: «Realizo algo nuevo» (Is 43,18). El perdón nos da un nuevo comienzo, nos hace criaturas nuevas, nos hace ser testigos de la vida nueva. El perdón no es una fotocopia que se reproduce idéntica cada vez que se pasa por el confesionario. Recibir el perdón de los pecados a través del sacerdote es una experiencia siempre nueva, original e inimitable. Nos hace pasar de estar solos con nuestras miserias y nuestros acusadores, como la mujer del Evangelio, a sentirnos liberados y animados por el Señor, que nos hace empezar de nuevo. 
«Quedaron solo ellos dos: la miserable y la misericordia». ¿Qué hacer para dejarse cautivar por la misericordia, para superar el miedo a la confesión? Escuchemos de nuevo la invitación de Isaías: «¿No lo reconocéis?» (Is 43,18). Reconocer el perdón de Dios es importante. Sería hermoso, después de la confesión, quedarse como aquella mujer, con la mirada fija en Jesús que nos acaba de liberar: Ya no en nuestras miserias, sino en su misericordia. Mirar al Crucificado y decir con asombro: “Allí es donde han ido mis pecados. Tú los has cargado sobre ti. No me has apuntado con el dedo, me has abierto los brazos y me has perdonado otra vez”. Es importante recordar el perdón de Dios, recordar la ternura, volver a gustar la paz y la libertad que hemos experimentado. Porque este es el corazón de la confesión: no los pecados que decimos, sino el amor divino que recibimos y que siempre necesitamos. Sin embargo, nos puede asaltar una duda: “no sirve confesarse, siempre cometo los mismos pecados”. Pero el Señor nos conoce, sabe que la lucha interior es dura, que somos débiles y propensos a caer, a menudo reincidiendo en el mal. Y nos propone comenzar a reincidir en el bien, en pedir misericordia. Él será quien nos levantará y convertirá en criaturas nuevas. Entonces re-emprendamos el camino desde la confesión, devolvamos a este sacramento el lugar que merece en nuestra vida y en la pastoral. 
«Quedaron solo ellos dos: la miserable y la misericordia». También nosotros vivimos hoy en la confesión este encuentro de salvación: nosotros, con nuestras miserias y nuestro pecado; el Señor, que nos conoce, nos ama y nos libera del mal. Entremos en este encuentro, pidiendo la gracia de re-descubrirlo. 

Rosa Die Alcolea  © Librería Editorial Vaticano


viernes, 29 de marzo de 2019

¿EXISTE DIOS? ¿ES POSIBLE CONOCERLO?

La segunda de las Charlas GEN que organiza la Delegación de Pastoral Juvenil de la archidiócesis de Toledo nos trae a Giordano Ramos, de 24 años, planteando de forma abierta qué podemos saber racionalmente sobre Dios. Pincha aquí para ver la charla anterior.













¡Evangelizar en canoa!: Este fraile usa inusual manera para llamar a los fieles a Misa


Fuente: Padre Antonio Maria Speedy (Facebook)
¡Un sacerdote de Louisiana, Estados Unidos, se ha convertido en noticia de por llevar a cabo su ministerio de una manera inusual!
Hace dos semanas, el reverendo Antonio Maria Speedy, de 42 años, perteneciente a la congregación de los “Pobres Frailes y Hermanos de Jesús y María”, encargado de la iglesia de la ciudad de Dulac, fue visto cruzando parte de los pantanos del río Mississippi en una simple canoa, haciendo sonar una campana y pidiendo la atención de los lugareños. En el bote, el Padre lleva un gran cartel donde se lee: “¡Dulac, regresa a Misa!”
La idea “loca y original” surgió cuando el fraile estaba reflexionando sobre un libro de la historia de Dulac. En ella había una vieja fotografía de un pequeño grupo de monjas en canoa, y fue entonces cuando se encendió la bombilla.
El Padre Speedy, mientras oraba las vísperas, leyó la primera oración: ‘La Voz del Señor resuena en las aguas’. Desde allí se dio cuenta de que esto era la voluntad de Dios.
La idea funcionó, pues los miembros de la iglesia, cuyo nombre es “Sagrada Familia Católica de Dulac”, indicaron que hubo una oleada de fieles asistentes a la Misa después de que los videos del sacerdote en la canoa se volvieran virales en las redes sociales.
¡Esta historia nos hace entender que si la creatividad se pone al servicio de la evangelización, puede dar grandes frutos, aunque parezca extraño! ¡Oremos por esta pequeña comunidad y sus frutos!


ChurchPOP

miércoles, 27 de marzo de 2019

Estas son 4 maneras de ganar indulgencia plenaria cada día en Cuaresma


Ganar indulgencia plenaria

No muchos saben que cada día del tiempo de Cuaresma, en que los católicos nos preparamos para vivir la Semana Santa y celebrar la Pascua, es una oportunidad de ganar una indulgencia plenaria. Y esta es aplicable a las almas del purgatorio.

El Catecismo de la Iglesia Católica explica que la indulgencia “es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos”.

Las indulgencias, que pueden ser parciales o plenarias, pueden obtenerse para uno mismo o para el alma de un difunto. No se puede ganar una para otra persona viva.

En la Constitución Apostólica Indulgentiarum Doctrina, San Pablo VI aseguró que “cuando los fieles ganan las indulgencias en sufragio de los difuntos, realizan la caridad de la forma más eximia, y al pensar en las cosas sobrenaturales trabajan con más rectitud en las cosas de la tierra”.


Cabe recordar que solo se puede ganar una indulgencia plenaria por día.

La primera forma de ganar una indulgencia plenaria es seguir el camino del Vía Crucis. Aquí recordamos y meditamos la Pasión y la Muerte de nuestro Señor.

Participar del Vía Crucis junto con las tres condiciones para obtener la indulgencia,  puede llevarnos a ganarla todos los días.

En el caso de aquellos que no pudieran hacerlo físicamente, el Manual de Indulgencias de la Santa Sede indica que "los impedidos legítimamente pueden adquirir la misma indulgencia, si pasan algún tiempo, por ejemplo, al menos un cuarto de hora, leyendo y meditando sobre la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo".

También dice que "de acuerdo con la costumbre común, el ejercicio piadoso consiste en 14 lecturas devocionales, a las que se agregan algunas oraciones vocales. Para hacer el Camino de la Cruz, sin embargo, es suficiente meditar con devoción la Pasión y Muerte del Señor, y por lo tanto, la reflexión sobre los misterios particulares de las estaciones individuales no es necesaria”.

La segunda forma de ganar una indulgencia plenaria es a través del rezo del Rosario. Para ganar la indulgencia debemos rezarlo con devoción en una iglesia, oratorio, en familia, en una comunidad religiosa o en una asociación de fieles, y en general, “cuando varios de los fieles se reúnen con algún propósito honesto”, menciona el manual. Recordemos que rezar el rosario en familia bendice en gran medida y es una práctica hermosa para este tiempo litúrgico.

La tercera forma es la Adoración Eucarística por al menos media hora. La adoración de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero es nuestra respuesta al amor que Dios tiene por cada uno de nosotros, así como el reconocimiento de nuestras debilidades frente a Él.


La cuarta forma es leer o escuchar las Sagradas Escrituras durante al menos media hora.

Para ganar la indulgencia plenaria hay que cumplir además tres condiciones: confesión de los pecados, recibir la Sagrada Comunión y orar por las intenciones del Papa. Esta oración, indica el Vaticano, “queda a elección de los fieles, pero se sugiere un ‘Padrenuestro’ y un ‘Avemaría’”.

El Vaticano precisa además que “es conveniente, pero no necesario, que la confesión sacramental, y especialmente la sagrada Comunión y la oración por las intenciones del Papa, se hagan el mismo día en que se realiza la obra indulgenciada; pero es suficiente que estos sagrados ritos y oraciones se realicen dentro de algunos días (unos veinte) antes o después del acto indulgenciado”.

“Para varias indulgencias plenarias basta una confesión sacramental, pero para cada indulgencia plenaria se requiere una distinta Sagrada Comunión y una distinta oración según la mente del Santo Padre”, añade.

Redacción ACI Prensa

























Un franciscano que enseña ciencias en un pueblo pobre de África es el mejor profesor del mundo

Fray Peter Tabichi gana el Global Teacher Prize entre 10.000 candidatos de 177 países


Peter Tabichi se emociona al recoger el premio de manos del actor Hugh Jackman
Peter Tabichi se emociona al recoger el premio de manos del actor Hugh Jackman





Entre el actor australiano Hugh Jackman y el príncipe de Dubái Mohammed Al Maktoum, vestido con su hábito franciscano, Peter Tabichi, profesor de ciencias en un pueblo muy pobre de Kenia, recibió este domingo el Global Teacher Prize, conocido como "el Nobel de los profesores". El premio lo otorga desde 2014 la Fundación Varkey de Dubái (que cuenta con 55 colegios en Oriente Próximo). Está dotado con un millón de dólares que deben destinarse a fines educativos.
Tabichi tiene 36 años y es el primer varón que gana este reconocimiento: en las 4 ediciones anteriores ganaron mujeres, que son mayoría en la profesión. Al Global Teacher Prize se han postulado este año 10.000 candidatos de 177 países. Tras una primera criba quedaron 50 semifinalistas y al desenlace llegaron 10 con perfiles muy distintos, pero todos comprometidos con sus estudiantes en circunstancias muy duras.
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Profesor en un entorno de pobreza y familias rotas
Fray Peter recibe un sueldo, como los otros maestros de la Keriko Secondary School, una escuela secundaria en la aldea de Pwani, de titularidad pública. Él entrega la mayor parte de su sueldo a obras caritativas del lugar, sobre todo a apoyar a alumnos.
Un 95 por ciento de sus alumnos son muy pobres y un tercio viven en un hogar monoparental. En su zona abundan los problemas de drogas, embarazos adolescentes y riesgo de suicidio. Algunos de sus alumnos recorren 7 kilómetros para llegar a la escuela.
La escuela tiene solo un ordenador, y una media de 58 alumnos por clase. La falta de una conexión a internet de mínima calidad obliga al profesor a viajar a un cibercafé a descargarse recursos para sus lecciones de ciencia.
Alumnos que acumulan premios
Sin embargo, sus alumnos, de 11 a 16 años, ganaron el campeonato de ciencias de Kenia y algunos irán a un torneo de ciencia e ingeniería en Arizona (Estados Unidos). También ganaron un premio de la Real Academia de Química de Reino Unido.
Al recibir el galardón, Tabichi destacó el potencial de la población joven de África. "Como profesor que está en las aulas, he visto la promesa de sus jóvenes: su curiosidad, su talento, su inteligencia, sus creencias". "Los jóvenes de África ya no se verán frenados por las bajas expectativas. África producirá científicos, ingenieros, empresarios, cuyos nombres serán famosos algún día en todos los rincones del mundo. Y las niñas serán gran parte de esta historia", anunció el fraile franciscano.
peter_tabichi_con_padre_Laurent
Fray Peter acompañado de su padre, el señor Laurent, en la ceremonia de entrega

Los jueces dijeron que su trabajo en la escuela había "mejorado dramáticamente los resultados de sus alumnos", y que muchos más ahora están en la universidad a pesar de que los recursos en las escuelas están "severamente limitados".
Visitar a las familias, convencerles para apostar por los estudios
El hermano Peter dice que uno de sus desafíos ha sido visitar a las familias cuyos niños corren el riesgo de abandonar la escuela para persuadirlas y que reconozcan el valor de la educación. También convence a las familias para que no casen a las niñas en la adolescencia y para que las dejen perseverar en los estudios.
El fundador del premio, Sunny Varkey, espera que la historia de Tabichi "inspire a quienes buscan ingresar a la docencia y que sea un foco poderoso en el increíble trabajo que realizan los maestros en Kenia y en el mundo todos los días". "Las miles de nominaciones y solicitudes que recibimos de todos los rincones del planeta son testimonio de los logros de los maestros y el enorme impacto que tienen en todas nuestras vidas".















martes, 26 de marzo de 2019

El Papa en Loreto: la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y un mujer es «insustituible»


Hacía 162 años que un Papa no celebraba misa en la Casa de la Virgen en Loreto.
Hacía 162 años que un Papa no celebraba misa en la Casa de la Virgen en Loreto.

Este lunes Francisco hizo su primera visita como Papa al Santuario de Loreto, la casa de la Virgen María milagrosamente trasladada a este lugar desde Nazaret. En la festividad de la Anunciación del Señor, dijo misa y firmó la exhortación apostólica postsinodal Christus vivit sobre "los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional", cuyo texto se hará público en estos próximos días (el sínodo tuvo lugar en octubre). Fue la primera misa celebrada allí por un Papa desde que lo hiciese el Beato Pío IX hace 162 años.
Por último, el Papa dirigió a los miles de personas congregadas en el exterior del templo unas palabras sobre la vocación antes de rezar el Angelus.
El Papa recordó las palabras del ángel Gabriel a María en Nazaret: “Alégrate, llena de gracia”. Explicó que esa frase “resuena de forma singular en este Santuario, lugar privilegiado para contemplar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Aquí, de hecho, se custodian los muros que, según la tradición, provienen de Nazaret, donde la Virgen Santa pronunció su ‘sí’, convirtiéndose en Madre de Jesús”.
“Desde el momento en que la denominada ‘Casa de María’ se ha convertido en presencia venerada y amada sobre esta colina, la Madre de Dios no cesa de conceder beneficios espirituales a aquellos que, con fe y devoción, acuden aquí a detenerse en oración”.
Destacó que “a este oasis de silencio y de piedad acuden, desde Italia y de todos los lugares del mundo, muchas personas para obtener fuerza y esperanza. Pienso, en particular, en los jóvenes, las familias y los enfermos”.
Además, según recoge Aciprensa, subrayó la importancia que este lugar santo, donde según la tradición se trasladó milagrosamente la casa de la Virgen en Nazaret, tiene para las generaciones jóvenes: “La Santa Casa es la casa de los jóvenes, porque aquí la Virgen María, la joven llena de gracia, continúa hablando a las nuevas generaciones, acompañando a cada uno en la búsqueda de su vocación”.
Christus vivit: escucha, discernimiento, decisión
Por ello, “he querido firmar aquí la Exhortación Apostólica fruto del Sínodo dedicado a los jóvenes. Se titula Christus vivit, ‘Cristo vive’. En el evento de la Anunciación aparece la dinámica de la vocación expresada en tres momentos que han marcado el Sínodo: escucha de la Palabra-proyecto de Dios; discernimiento; decisión”.
El primer momento, el de la escucha, “se manifiesta en aquellas palabras del ángel: ‘No temas maría (…), concebirás un hijo al que darás a luz y le pondrás por nombre Jesús’. Siempre es Dios el que toma la iniciativa de llamar a que le sigan. La llamada a la fe y a un coherente camino de vida cristiana o de especial consagración es un irrumpir discreto, pero fuerte, de Dios en la vida de un joven, para ofrecerle el don de su amor”.
“Es necesario estar dispuesto y disponible a escuchar y acoger la voz de Dios, que no se reconoce en el estruendo y en la agitación. Su plan sobre nuestra vida personal y social no se percibe quedándose en la superficie, sino descendiendo a un nivel más profundo donde actúan las fuerzas morales y espirituales. Es ahí donde María invita a los jóvenes a descender y sintonizar con la acción de Dios”.
El segundo momento típico de toda vocación es el discernimiento, “expresado en las palabras de María: ‘¿Cómo sucederá eso?’. María no duda, su pregunta no es una falta de fe, sino que expresa su propio deseo de descubrir la ‘sorpresa’ de Dios. En ella hay disposición a acoger todas las exigencias del proyecto de Dios sobre su vida, a conocerlo en todas sus facetas para hacer más responsable y más completa su propia colaboración”.
“Es la actitud propia del discípulo: toda colaboración humana con la iniciativa gratuita de Dios se debe inspirar en una profundización de la propia capacidad y actitud, junto con la conciencia de que siempre es Dios quien se entrega, quien actúa. Así, también la pobreza y la pequeñez de todos los que el Señor llama a seguirlo en el camino del Evangelio se transforma en la riqueza de la manifestación del Señor y en la fuerza del Omnipotente”.
La decisión es el tercer pasaje que caracteriza toda vocación cristiana, “y queda explícito en la respuesta de María al ángel: ‘Hágase en mí según tu palabra’. Su ‘sí’ al proyecto de salvación de Dios, efectuado por medio de la Encarnación, es la entrega a Él de toda la vida propia. Es el ‘sí’ de la confianza plena y de la disponibilidad total a la voluntad de Dios. María es el modelo de toda vocación y la inspiradora de toda pastoral vocacional”.
Francisco explicó que “pienso en Loreto como un lugar privilegiado donde los jóvenes pueden venir a la búsqueda de la propia vocación, a la escuela de María. Un polo espiritual al servicio de la pastoral vocacional”.
La Casa de la Familia
Por este motivo, el Papa pidió a los frailes capuchinos “que amplíen los horarios de apertura de la Basílica y de la Santa Casa durante la tarde y el inicio de la noche cuando hay grupos de jóvenes que vienen a rezar y discernir su vocación”.
El Santo Padre agradeció a los frailes capuchinos por el tiempo que dedican en el Sacramento de la Reconciliación que permite que haya siempre confesores durante todo el horario de apertura de la Basílica.
Por otro lado, “la Casa de María es también la ‘casa de la familia’. En la delicada situación del mundo actual, la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer asume una importancia y una misión esenciales. Es necesario redescubrir el plan trazado por Dios para la familia, para reafirmar su grandeza e insustituibilidad al servicio de la vida y la sociedad”.
También “la Casa de María es ‘la casa de los enfermos’. Aquí encuentran acogida los que sufren en cuerpo y espíritu, y la Madre trae a todos la misericordia del Señor de generación en generación. La enfermedad hiere a la familia y los enfermos deben ser acogidos dentro de la familia. El hogar y la familia son los primeros cuidados de los enfermos para amarlo, apoyarlo, alentarlo y cuidarlo. Por esta razón, el santuario de la Santa Casa es el símbolo de cada hogar acogedor y santuario de los enfermos. Desde aquí les envío a todos, en cualquier parte del mundo, un pensamiento afectuoso”.
El Papa Francisco también tuvo palabras dirigidas a las realidades eclesiales vinculados al Santuario de Loreto, a quienes dijo que Dios, por medio de María “les confía una misión en este tiempo a ustedes: llevar el Evangelio de la paz y de la vida a nuestros contemporáneos a menudo distraídos, atrapados por intereses terrenales o inmersos en un clima de aridez espiritual. Se necesitan personas sencillas y sabias, humildes y valientes, pobres y generosas. En resumen, personas que, en la escuela de María, acojan el Evangelio sin reservas en sus vidas”.
El Papa cerró su discurso pidiendo “que la Virgen Santa ayude a todos, especialmente a los jóvenes, a recorrer el camino de la paz y de la fraternidad basadas en la acogida y en el perdón, en el respeto del otro y su amor que es don de sí. Que nuestra Madre, estrella luminosa de alegría y de serenidad, done a las familias, santuarios del amor, la bendición y la alegría de la vida”.

ReL