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viernes, 3 de enero de 2020

Para los que NO han ido a Misa el Domingo o el Miércoles

Podemos ofrecer sólo unos pocos aspectos de las maravillas eucarísticas
(no deje de ver el video al final)

Tú, ante el asombro de toda la creación, engendraste a tu Creador.
El título de Madre de Dios es, juntamente con el de Virgen santa, el más antiguo y constituye el fundamento de todos los demás títulos con los que María ha sido venerada y sigue siendo invocada de generación en generación, tanto en Oriente como en Occidente. Al misterio de su maternidad divina hacen referencia muchos himnos y numerosas oraciones de la tradición cristiana, como por ejemplo una antífona mariana del tiempo navideño, el Alma Redemptoris Mater, con la que oramos así: "Tu quae genuisti, natura mirante, tuum sanctum Genitorem, Virgo prius ac posterius", "Tú, ante el asombro de toda la creación, engendraste a tu Creador, Madre siempre virgen"...
Ella es madre porque engendró en la carne a Jesús; y lo es porque se adhirió totalmente a la voluntad del Padre. San Agustín escribe: "Ningún valor hubiera tenido para ella la misma maternidad divina, si no hubiera llevado a Cristo en su corazón, con una suerte mayor que cuando lo concibió en la carne"
Benedicto XVI



Convertirme en Cristo

 “Hago este compromiso de hacerme pan. Nunca pensé en convertirme en Cristo Eucaristía. Leyendo el Evangelio me ha sorprendido el gesto de Jesús que se ha inclinado ante sus apóstoles para lavarles los pies. Un Dios que baja sus espaldas por nosotros, por mí, por todos. Por eso quiero hacer este compromiso, delante de mi Dios, de inclinarme ante los demás, ante todos, las veinticuatro horas del día. Porque esto es la Eucaristía, porque inclinarse es amor.”
Compromiso de una Joven de MEJ (Movimiento Eucarístico Juvenil)
El Corazón de mi Dios.
¿Qué es la Eucaristía? Es el Dios de mi corazón y el Corazón de mi Dios.
Santa Laura Montoya



Nos hacemos partícipes de la naturaleza divina.
En la figura de pan se te da el cuerpo, y en la figura de vino se te da la sangre, para que, al tomar el cuerpo y la sangre de Cristo, te hagas partícipe de su mismo cuerpo y de su misma sangre. Así nos convertimos en portadores de Cristo, distribuyendo en nuestros miembros su cuerpo y su sangre. Así, según el bienaventurado Pedro, nos hacemos "partícipes de la naturaleza divina" 2 Pe 1,4.
San Cirilo de Jerusalén, Doctor de la Iglesia
Catequesis XXII, Mistagógica 4

Es necesario que nos inmolemos a nosotros mismos.
Es necesario, cuando celebramos la Santa Misa, que nos inmolemos a nosotros mismos a Dios mediante la contrición del corazón, porque cuando celebramos los misterios de la Pasión del Señor, debemos imitar lo que hacemos. Entonces será una verdadera hostia ofrecida a Dios por nosotros, si hace de nosotros mismos una hostia.
San Gregorio Magno, Doctor de la Iglesia
Diálogos


Ofrezcamos cada mañana una gota de nuestra propia sangre, nuestra voluntad humana, para el cáliz de la redención.
Un alma permanece superficial mientras que no ha sufrido. En el misterio de Cristo existen profundidades divinas donde no penetran por afinidad sino las almas crucificadas. La auténtica santidad se consuma siempre en la cruz. El que quiere comulgar con provecho, que ofrezca cada mañana una gota de su propia sangre para el cáliz de la redención.
San Alberto Hurtado



Dios nos da una dimensión nueva.
Es como que Dios nos absorbe. Es un misterio de unidad, de ensanchamiento del Cuerpo Místico, eclesial. Lo que no he podido yo dar al Cuerpo Místico por mi inteligencia, por mis energías, por mi fuerza, por mi sacrificio... puedo dárselo en el momento en que Dios me da una dimensión nueva. Puedo dárselo por estar incorporado al Cristo Místico. A través de la Eucaristía soy más Cuerpo Místico, más Iglesia.
Sierva de Dios Teresa Mª de Jesús Ortega, op
Eucaristía, banquete de amores y sacramento de unidad



Que la mente concuerde con la voz.
San Benito enseña que en la oración de los Salmos, las palabras deben preceder a nuestra mente. Por lo general esto no sucede, primero debemos pensar y luego, cuando hemos pensado, se convierte en palabra. Aquí, en cambio, en la liturgia, es a la inversa, la palabra precede. Dios nos ha dado la palabra, y la sagrada liturgia nos ofrece las palabras; tenemos que entrar al interior de las palabras, en su significado, acogerla en nosotros, ponernos en sintonía con estas palabras; de este modo llegamos a ser hijos de Dios, similares a Dios.
S.S. Benedicto XVI
Audiencia general del 26-09-2012



Apostolado de la Santa Misa Diaria



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