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sábado, 11 de enero de 2020

Una de las peores tentaciones del demonio, ¿la conoces? (Testimonio)


Aveces la vida se convierte en un calvario. Lo he visto cientos de veces. Y a menudo recibo correos de lectores que me cuentan lo pesadas que son sus cruces. La verdad es que todos cargamos una cada cual acorde a nuestra capacidad.
Cuando mi cruz se me hace muy pesada y me cuesta andar, me retiro en silencio a un lugar privilegiado donde salgo en busca de Dios. Y encuentro la paz y la fortaleza para continuar y aceptar a pesar de mis disgustos, la cruz.
Dios nos da la fortaleza para hacerla más llevadera. ¿Cómo? ¿Dónde? En un lugar que estamos olvidando, y que en Europa convierten en restaurantes y hoteles, según he leído con profunda tristeza, la casa de Dios, las Iglesias.
Madrugué para llegar temprano con Vida, mi esposa y mis hijos a Boquete, un hermoso pueblo montañoso en Panamá. Allí, en medio de la naturaleza me detuve a reflexionar, hice caminatas, me senté en una gran roca para contemplar el paisaje a mi alrededor y descubrir la firma de Dios en su obra.
No faltaron las fresas con crema batida y leche condensada, el café arábico recién tostado en una finca cafetalera a 1600 pies de altura con un viento frío acariciando el rostro.
Me pasó algo que me ha dejado reflexionando y lo poco que valoramos las gracias que recibimos en nuestra santa Madre Iglesia. Verás, cada vez que viajo lo primero que hago es bajarme en la iglesia del lugar para saludar a Jesús en el sagrario y averiguar los horarios de misa.
“Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma cuando va a Misa”.
(Cura de Ars)
Al día siguiente me levanté temprano y cuando llegué los portones estaban cerrados.  Desconcertado miré a mi alrededor y encontré una señora. Ella me explicó que ese día la misa la celebrarían montaña arriba en un pequeño oratorio al aire libre. En ese momento tuve la primera tentación:
“Mejor regreso al hotel de montaña, no vale la pena buscar ese lugar no llegaría tiempo para la misa”.
Pero algo me decía: “Ve”.
“Uno obtiene más mérito asistiendo a una Santa Misa con devoción, que repartiendo todo lo suyo a los pobres y viajando por todo el mundo en peregrinación “.(San Bernardo)
Así que decidí salir en busca de aquél lugar. Me metí por calles rústicas llenas de curvas, empedradas, que no conocía. Las personas que encontraba en el camino me daban direcciones que llevaban a lugares equivocados.
Llegó un momento en que decidí regresarme. Aquella parecía una misión imposible. En ese instante cuando estaba por dar marcha atrás me vino a la mente este pensamiento de una santa que una vez leí:
“Si tuviera que cruzar un mar de fuego para asistir
a una sola Eucaristía, con gusto lo haría”.
Sentí vergüenza de mi pobre fe y me decidí a encontrar ese lugar y participar de la santa Misa que tanto necesitaba en ese momento.  Al final lo encontré y con gran devoción pude asistir, Te grabé un video del lugar.
Me di cuenta de lo sutiles que son las tentaciones del demonio cuando se trata de recibir gracias, para que las abandonemos. Para mí, una de las peores tentaciones porque es para debilitarte y que en el futuro caigas con facilidad.
La gracia te fortalece y te permite resistir al demonio y sus malas intenciones.
Ese pensamiento se me ha quedado grabado en el alma. Debo valorar la misa, vivirla, aprovechar todo lo que nos ofrece y comprender su verdadero significado.
No importan las circunstancias que estás viviendo NUNCA abandones la santa Misa, asiste a diario de tener  la oportunidad.
Dios te bendiga!
 Claudio de Castro, Aleteia


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