Las peinas con sus pasadores centelleantes y cantas con ellas…
A mi modo de ver estas asegurando su mundo
A mi modo de ver estas asegurando su mundo
Querido Tipo Duro,
(Me refiero al papá con tamaño de jugador de rugby y camiseta de fútbol, conductor de una enorme camioneta, que anoche estuvo en el cine con sus niñas. ¡Sí, tú! El machote que cantaba Suéltalo a todo pulmón acompañado de tres hijas pequeñas y rubias vestidas como Elsa, con maravillosos trajes de tul azul princesa.)
Me alegraste el día. También me recordaste muchísimo a mi padre, ese gigante amable que me miraba a los ojos de niña y me decía: “Eres una princesa”. Y durante los siguientes 40 años he caminado por esta fantástica y verde tierra con la cabeza bien alta, viviendo cada una de esas palabras.
Pero no se trataba solo de lo que me decía mi padre (aunque sin duda era importante), sino de lo que hacía. Como tú, ponía mucho interés en las cosas que me gustaban, aunque no le interesaran a él.
Abrazó mis aficiones como si fueran suyas, tanto que terminaron por encantarle también a él. Una de ellas era patinar. Sinceramente, ahora no puedo recordar quién se aficionó primero a los patines pero, al volver la vista atrás, ninguno de los otros papás del pueblo acompañaban a sus hijas casi todas las noches.
Así que, Tipo Duro, se me ocurrió que podía escribirte estas líneas para hacerte saber que tienes mi aplauso. Espero que tengas personas cercanas (¡con suerte una esposa!) que también reconozcan el fantástico trabajo que estás haciendo:
- la manera en que arreglaste el pelo a tu hija mientras esperábamos todos en la cola,
- la forma en que no perdiste la buena actitud cuando a tu otra hija se le cayó el refresco…
- Al abrazar tu papel de Papá Tierno,
- al aprender a colocar pasadores centelleantes a pesar de que tus manos son grandes como palas…
Estás marcando la pauta para toda la vida de esas niñas. Como mi padre, estás mostrando a tus preciosas hijas que son dignas:
- de amor,
- de ternura,
- del mayor de los respetos.
Pero no tienes que creer esto simplemente porque yo lo digo. Hay estudios y estadísticas que muestran una y otra vez lo importantes que son los padres para todos los hijos y, de una forma especial, para las niñas pequeñas. La doctora en medicina Meg Meeker, en su libro Padres fuertes, hijas felices, enuncia los siguientes hechos:
- Los niños y niñas sienten un mayor apego cuando sus papás resuelven bien los problemas.
- Si los padres están presentes en casa, los niños y niñas gestionan mejor el estrés escolar.
- Las niñas cuyos papás ofrecen calidez y control tienen un mayor éxito académico.
- Las niñas que están próximas a sus padres muestran menos ansiedad y comportamientos retraídos.
El Instituto de Estudios Familiares (IFS) de Estados Unidos también informa de que: “La hija que recibe una buena educación del padre es la que tiene más probabilidades de tener relaciones con hombres que sean emocionalmente íntimas y satisfactorias. Durante los años de universidad, estas hijas son más propensas que las mujeres con padres menos implicados a acudir a sus novios en busca de consuelo y apoyo emocional (…). Lo que es sorprendente no es que los padres tengan tal impacto en las relaciones de sus hijas con los hombres, sino que generalmente tienen más impacto que las madres”
Además, el mismo estudio demuestra que: “Las hijas cuyos padres se han implicado activamente a lo largo de la infancia en la promoción de sus logros académicos o deportivos y en el fomento de su autosuficiencia y asertividad tienen más probabilidades de graduarse de la universidad y de acceder a trabajos mejor remunerados y más exigentes ocupados tradicionalmente por los varones. Esto ayuda a explicar por qué las niñas que no tienen hermanos están excesivamente representadas entre los líderes políticos del mundo: tienden a recibir más aliento de sus padres para rendir a un mayor nivel. Incluso las atletas universitarias y profesionales a menudo dan crédito a sus padres por ayudarlas a ser tenaces, autodisciplinadas, ambiciosas y exitosas”.
Tipo Duro, anoche podrías haber salido con tus amigos. Podrías haberte sentado a ver un partido de fútbol (tu camiseta de fútbol me dice que probablemente eso te interese más que Frozen II). Sin embargo, en vez de eso, pasaste la noche compartiendo palomitas con tus hijas, cantando sus canciones y configurando el futuro del mundo. Dios te bendiga.
Sarah Robsdottir, Aleteia
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