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jueves, 9 de febrero de 2023

Evangelio del día


 

Evangelio según San Marcos 7,24-30.

Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.
En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.
Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.
El le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros".
Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos".
Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija".
Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía “Que Cristo sea anunciado”, 12-13; PG 51, 319-320


“La oración humilde e insistente”

    Una mujer cananea se acerca a Jesús suplicándole a grandes gritos que curase a su hija, poseída de un demonio... Esta mujer, una extranjera, una bárbara, sin relación alguna con el pueblo judío ¿no era como una perra, indigna de alcanzar lo que ella pedía? “No está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos”(Mt 15,26). Sin embargo, la perseverancia de la mujer le ha valido ser escuchada. Aquella, que no era sino una perrilla, Jesús la levanta a la nobleza de los hijos de la casa. Más aún, la colma de alabanzas. Le dice al despedirla: “¡Mujer, qué grande es tu fe! Que te suceda lo que pides”(Mt 15,28). Cuando se oye a Cristo decir: “Tu fe es grande” no hace falta buscar otras pruebas para ver la grandeza de alma de esta mujer. Ha salido de su indignidad por la perseverancia en la petición. Observa también que alcanzamos del Señor más por nuestra propia oración que por la de los otros. (EDD)

Oración

Señor, yo creo, yo quiero creer en Ti

Señor, haz que mi fe sea pura, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas.

Señor, haz que mi fe sea libre, es decir, que cuente con la aportación personal de mi opción, que acepte las renuncias y los riesgos que comporta y que exprese el culmen decisivo de mi personalidad: creo en Ti, Señor.

Señor, haz que mi fe sea cierta: cierta por una congruencia exterior de pruebas y por un testimonio interior del Espíritu Santo, cierta por su luz confortadora, por su conclusión pacificadora, por su connaturalidad sosegante.

Señor, haz que mi fe sea fuerte, que no tema las contrariedades de los múltiples problemas que llena nuestra vida crepuscular, que no tema las adversidades de quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega, sino que se robustezca en la prueba íntima de tu Verdad, se entrene en el roce de la crítica, se corrobore en la afirmación continua superando las dificultades dialécticas y espirituales entre las cuales se desenvuelve nuestra existencia temporal.

Señor, haz que mi fe sea gozosa y dé paz y alegría a mi espíritu, y lo capacite para la oración con Dios y para la conversación con los hombres, de manera que irradie en el coloquio sagrado y profano la bienaventuranza original de su afortunada posesión.

Señor, haz que mi fe sea activa y dé a la caridad las razones de su expansión moral de modo que sea verdadera amistad contigo y sea tuya en las obras, en los sufrimientos, en la espera de la revelación final, que sea una continua búsqueda, un testimonio continuo, una continua esperanza.

Señor, haz que mi fe sea humilde y no presuma de fundarse sobre la experiencia de mi pensamiento y de mi sentimiento, sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo, y no tenga otra garantía mejor que la docilidad a la autoridad del Magisterio de la Santa Iglesia. Amén.

 (Paulo VI)



























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