Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Amor de Padre y Madre III
176. Se dice que nuestra sociedad es una «sociedad sin
padres». En la cultura occidental, la figura del padre estaría simbólicamente
ausente, desviada, desvanecida. Aun la virilidad pareciera cuestionada. Se ha producido
una comprensible confusión, porque «en un primer momento esto se percibió como
una liberación: liberación del padre-patrón, del padre como representante de la
ley que se impone desde fuera, del padre como censor de la felicidad de los
hijos y obstáculo a la emancipación y autonomía de los jóvenes. A veces, en el
pasado, en algunas casas, reinaba el autoritarismo, en ciertos casos nada menos
que el maltrato»[194]. Pero, «como sucede con frecuencia, se pasa
de un extremo a otro. El problema de nuestros días no parece ser ya tanto la
presencia entrometida del padre, sino más bien su ausencia, el hecho de no
estar presente. El padre está algunas veces tan concentrado en sí mismo y en su
trabajo, y a veces en sus propias realizaciones individuales, que olvida
incluso a la familia. Y deja solos a los pequeños y a los jóvenes»[195]. La presencia paterna, y por tanto su
autoridad, se ve afectada también por el tiempo cada vez mayor que se dedica a
los medios de comunicación y a la tecnología de la distracción. Hoy, además, la
autoridad está puesta bajo sospecha y los adultos son crudamente cuestionados.
Ellos mismos abandonan las certezas y por eso no dan orientaciones seguras y bien
fundadas a sus hijos. No es sano que se intercambien los roles entre padres e
hijos, lo cual daña el adecuado proceso de maduración que los niños necesitan
recorrer y les niega un amor orientador que les ayude a madurar[196].
177. Dios pone al padre en la familia para que, con las
características valiosas de su masculinidad, «sea cercano a la esposa, para
compartir todo, alegrías y dolores, cansancios y esperanzas. Y que sea cercano
a los hijos en su crecimiento: cuando juegan y cuando tienen ocupaciones,
cuando están despreocupados y cuando están angustiados, cuando se expresan y
cuando son taciturnos, cuando se lanzan y cuando tienen miedo, cuando dan un
paso equivocado y cuando vuelven a encontrar el camino; padre presente,
siempre. Decir presente no es lo mismo que decir controlador. Porque los padres
demasiado controladores anulan a los hijos»[197]. Algunos padres se sienten inútiles o
innecesarios, pero la verdad es que «los hijos necesitan encontrar un padre que
los espera cuando regresan de sus fracasos. Harán de todo por no admitirlo,
para no hacerlo ver, pero lo necesitan»[198]. No es bueno que los niños se queden sin
padres y así dejen de ser niños antes de tiempo.
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo V: El Amor se
vuelve fecundo)
Vea también Los sentimientos del Corazón de Jesús
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