Invitamos a
los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y
asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
196. Además del círculo pequeño que conforman los cónyuges y
sus hijos, está la familia grande que no puede ser ignorada. Porque «el amor
entre el hombre y la mujer en el matrimonio y, de forma derivada y más amplia,
el amor entre los miembros de la misma familia —entre padres e hijos, entre
hermanos y hermanas, entre parientes y familiares— está animado e impulsado por
un dinamismo interior e incesante que conduce la familia a una comunión cada
vez más profunda e intensa, fundamento y alma de la comunidad conyugal y
familiar»[223]. Allí también se integran los amigos y las
familias amigas, e incluso las comunidades de familias que se apoyan mutuamente
en sus dificultades, en su compromiso social y en su fe.
197. Esta familia grande debería integrar con mucho amor a
las madres adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben
llevar adelante la educación de sus hijos, a las personas con alguna
discapacidad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jóvenes que luchan
contra una adicción, a los solteros, separados o viudos que sufren la soledad, a
los ancianos y enfermos que no reciben el apoyo de sus hijos, y en su seno
tienen cabida «incluso los más desastrosos en las conductas de su vida»[224]. También puede ayudar a compensar las
fragilidades de los padres, o detectar y denunciar a tiempo posibles
situaciones de violencia o incluso de abuso sufridas por los niños, dándoles un
amor sano y una tutela familiar cuando sus padres no pueden asegurarla.
198. Finalmente, no se puede olvidar que en esta familia
grande están también el suegro, la suegra y todos los parientes del cónyuge.
Una delicadeza propia del amor consiste en evitar verlos como competidores,
como seres peligrosos, como invasores. La unión conyugal reclama respetar sus
tradiciones y costumbres, tratar de comprender su lenguaje, contener las
críticas, cuidarlos e integrarlos de alguna manera en el propio corazón, aun
cuando haya que preservar la legítima autonomía y la intimidad de la pareja.
Estas actitudes son también un modo exquisito de expresar la generosidad de la
entrega amorosa al propio cónyuge.
Recemos pidiendo confianza
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