Aquí podemos ofrecer sólo unos cuantos aspectos
de las mil maravillas de la Santa Misa
Seguiremos como podamos en pos de Él. |
Vimos al príncipe de los sacerdotes viniendo a nosotros, le vimos y oímos ofreciendo su Sangre por nosotros, a fuer de sacerdotes, seguiremos como podamos en pos de Él, ofreciendo el sacrificio por el pueblo, deficientes en mérito; honorables, sin embargo, por el sacrificio; sin embargo, Él mismo es ofrecido en la tierra, cuando se ofrece su Cuerpo; es más, el mismo cuya palabra santifica el sacrificio que se ofrece, se manifiesta ofreciendo en nosotros. San Ambrosio |
El mismo Cristo que fue crucificado por nosotros. |
Está presente Cristo, y él mismo que preparó aquella mesa es también quien ahora la dispone. Pues no es un hombre el que hace que los dones propuestos se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino el mismo Cristo que fue crucificado por nosotros. San Juan Crisóstomo |
Símbolo y señal del sacrificio interior. |
Todo el que ofrece el sacrificio debe hacerse partícipe de él, porque el sacrificio que exteriormente se ofrece es símbolo y señal del sacrificio interior con que cada uno se ofrece a sí mismo a Dios... Y por eso es necesario que el sacerdote, siempre que consagre, reciba íntegramente este sacramento. Santo Tomás de Aquíno |
Al poner sobre el altar la Víctima divina. |
Al poner sobre el altar la Víctima divina, el sacerdote la ofrece al Padre como oblación para gloria de la Santísima Trinidad y para bien de todas las almas. Siervo de Dios S.S. Pio XII |
El sacerdote tiene el poder de obrar en virtud y en persona del mismo Cristo. |
Idéntico, pues, es el Sacerdote, Jesucristo, cuya sagrada Persona representa su ministerio. El cual, en virtud de la consagración sacerdotal, se asemeja al Sumo Sacerdote y tiene el poder de obrar en virtud y en persona del mismo Cristo. Por esto dice San Juan Crisóstomo, el sacerdote con su acción sacerdotal, en cierto modo, "presta a Cristo su lengua y le ofrece su mano". Siervo de Dios S.S. Pio XII |
Doble prerrogativa. | |
Habiendo Cristo como redentor adquirido la Iglesia con su Sangre y ofreciéndose como sacerdote perpetuamente a sí mismo hostia por los pecados, ¿Quién no ve que su regia dignidad está investida de esa doble prerrogativa? S.S. Pio XI | |
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