Libro de Ageo 1,15b.2,1-9.
Era el día veinticuatro del sexto mes, del segundo año del rey Darío. |
El día veintiuno del séptimo mes, la palabra del Señor llegó, por medio del profeta Ageo, en estos términos: |
Di a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, a Josué, hijo de Iehosadac, el Sumo Sacerdote, y al resto del pueblo: |
¿Queda alguien entre ustedes que haya visto esta Casa en su antiguo esplendor? ¿Y qué es lo que ven ahora? ¿No es como nada ante sus ojos? |
¡Animo, Zorobabel! -oráculo del Señor-. ¡Animo, Josué, hijo de Iehosadac, Sumo Sacerdote! ¡Animo, todo el pueblo del país! -oráculo del Señor-. ¡Manos a la obra! Porque yo estoy con ustedes -oráculo del Señor de los ejércitos- |
según el compromiso que contraje con ustedes cuando salieron de Egipto, y mi espíritu permanece en medio de ustedes. ¡No teman! |
Porque así habla el Señor de los ejércitos: Dentro de poco tiempo, yo haré estremecer el cielo y la tierra, el mar y el suelo firme. |
haré estremecer a todas las naciones: entonces afluirán los tesoros de todas las naciones y llenaré de gloria esta Casa, dice el Señor de los ejércitos. |
¡Son míos el oro y la plata! -oráculo del Señor de los ejércitos- |
La gloria última de esta Casa será más grande que la primera, dice el Señor de los ejércitos, y en este lugar yo daré la paz -oráculo del Señor de los ejércitos-. |
Salmo 43(42),1.2.3.4.
Júzgame, Señor, |
y defiende mi causa |
contra la gente sin piedad; |
líbrame del hombre falso y perverso. |
Si tú eres mi Dios y mi fortaleza, |
¿por qué me rechazas? |
¿Por qué tendré que estar triste, |
oprimido por mi enemigo? |
Envíame tu luz y tu verdad: |
que ellas me encaminen |
y me guíen a tu santa Montaña, |
hasta el lugar donde habitas. |
Y llegaré al altar de Dios, |
el Dios que es la alegría de mi vida; |
y te daré gracias con la cítara, |
Señor, Dios mío. |
Evangelio según San Lucas 9,18-22.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". |
Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". |
"Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". |
Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. |
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". |
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
![]() | San Juan Crisóstomo (c. 345-407) |
“El Espíritu atestiguaba de antemano los padecimientos de Cristo y la gloria que los seguiría.” (1Pe 1,11)
Ya cercano a la muerte, el Salvador gritaba: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique.” (Jn 17,1) Pues bien, su gloria es la cruz. ¿Cómo, pues, podía querer evitar lo que en otro momento desea? Que su gloria es la cruz, nos lo enseña el evangelio cuando dice: “... aún no había Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.” (Jn 7,39) He aquí el sentido de estas palabras: la gracia aún no había sido dada porque Cristo aún no había subido a la cruz para poner fin a la hostilidad entre Dios y los hombres. En efecto, la cruz ha reconciliado a los hombres con Dios, he hecho de la tierra un cielo, ha reunido a los hombres y a los ángeles. Ha vencido el reino de la muerte, ha destruido el poder del demonio, ha liberado la tierra del error, ha puesto los fundamentos de la Iglesia. La cruz es la voluntad del Padre, la gloria del Hijo, el júbilo del Espíritu Santo. Es el orgullo de san Pablo: “jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo.” (Gal 6,14) (EDD) |
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Oración
Oh gloriosos y santos médicos Cosme y Damián, que desde vuestros primeros años cuidasteis y cultivasteis en el corazón las semillas de la fe cristiana, volver vuestra compasiva mirada sobre nosotros que os invocamos con gran esperanza y acudimos con toda confianza bajo vuestro poderoso patrocinio. Santos Cosme y Damián, invencibles testigos de Cristo Jesús, os pedimos que nos ayudéis a liberarnos de las tinieblas y el error que nos rodea, de las costumbres y manifestaciones que nos alejan de la verdadera fe cristiana, y concedernos que nos mantengamos siempre fieles a las enseñanzas de Jesús que es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre en este mundo. Queridos santos prodigiosos Cosme y Damián, interceder, os suplicamos con ardor, ante Dios, presentar nuestras oraciones ante su Trono para que en su infinita misericordia nos conceda lo que tanto precisamos: (pide ahora lo que deseas conseguir con fe y esperanza) Santos benefactores Cosme y Damián os suplicamos que mediéis ante el Señor para que seamos atendidos sin demora, y para que con su bendición nos libre de todo enemigo espiritual y corporal, si es para mayor gloria suya y bien de nuestra alma. Se lo suplicamos a Dios por el triunfo del Evangelio y por la preciosa sangre de su Hijo Jesús, que vino al mundo para redimirnos. Amén.
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