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jueves, 4 de septiembre de 2025

Aprendamos a santificar las cosas cotidianas

 

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Santificar lo cotidiano es una actitud que podemos aprender hoy, tal como lo propuso san Josemaría Escrivá de Balaguer a la gente de su tiempo

Escuchamos la palabra "santo" y se nos viene a la mente la imagen de un hombre o una mujer con cara compungida, las manos unidas en actitud de ruego y con los ojos elevados al cielo. Sin embargo, quienes hoy gozan de la visión de Dios en la eternidad tuvieron una vida normal como la nuestra, solo que aprendieron a santificar sus actividades cotidianas, como enseñó san Josemaría Escrivá de Balaguer en su tiempo.

Santificar cada día

Para que nuestra alma y nuestra mente se imbuyan mejor en el concepto "santificar", recurramos al diccionario de la Lengua Española:

Santificar: Hacer a alguien santo por medio de la gracia. Dedicar a Dios algo.

En este caso, aplicaremos la segunda opción: podemos dedicar a Dios nuestro día. Es decir, que desde que despertemos, el primer pensamiento sea para decirle: "Señor, te ofrezco este nuevo día". De este modo estaremos santificando nuestras actividades.

¿Acaso hay algo más simple y sencillo? Porque estaremos ofreciendo a Dios nuestro trabajo cotidiano, que no es poco, pues cumpliendo bien con ello podremos ganar la gloria. San Josemaría Escrivá escribió:

"...que la vida ordinaria puede ser santa y llena de Dios, que el Señor nos llama a santificar la tarea corriente, porque ahí está también la perfección cristiana".

A ejemplo de la Santísima Virgen María

San Josemaría hace notar que María Santísima es el mejor ejemplo que tenemos sobre la santificación de lo cotidiano, recordando que Ella no se distinguió por llevar una vida extraordinaria, por el contrario:

No olvidemos que la casi totalidad de los días que Nuestra Señora pasó en la tierra transcurrieron de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas en cuidar de su familia, en educar a sus hijos, en sacar adelante las tareas del hogar.

Y nos recuerda que, incluso lo pequeño, es de gran valor a los ojos de Dios:

“María santifica lo más menudo, lo que muchos consideran erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de
amistad. ¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor de Dios!” (Es Cristo que pasa, 148)

El santo agrega que "María, Nuestra Madre, es para nosotros ejemplo y camino. Hemos de procurar ser como Ella, en las circunstancias concretas en las que Dios ha querido que vivamos".

Así pues, con esta motivación aprendamos a santificar nuestro día y la situación que nos ha tocado vivir, porque de ese modo agradaremos a Dios, por quien somos y a quien iremos al final de nuestra existencia.

Mónica Muñoz, Aleteia

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