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miércoles, 10 de septiembre de 2025

Evangelio del día


 

Carta de San Pablo a los Colosenses 3,1-11.

Hermanos:
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría.
Estas cosas provocan la ira de Dios.
Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente.
Pero ahora es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las injurias y las conversaciones groseras.
Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras
y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador.
Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.


Salmo 145(144),2-3.10-11.12-13ab.

¡El Señor es bueno con todos!

Señor, día tras día te bendeciré,
y alabaré tu Nombre sin cesar.
¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza:
su grandeza es insondable!

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.


Evangelio según San Lucas 6,20-26.

Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Gregorio

“Dichosos los pobres”

Puesto que casi todos los hombres son, naturalmente, víctimas del orgullo, el Señor comienza las Bienaventuranzas alejando el mal que origina la suficiencia y aconseja imitar al voluntariamente Pobre que es el verdadero bienaventurado –de manera que se le pueda asemejar por una pobreza voluntaria, según esté a nuestro alcance, para tener parte en su bienaventuranza, en su felicidad. “Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo” (Flp 2,5-7).
¿Es que hay algo más miserable para Dios que tomar la condición de esclavo? ¿Algo más ínfimo para el Rey del universo que compartir nuestra naturaleza humana?. El Rey de reyes y Señor de los señores, el Juez del universo paga impuestos al César (1Tm 6,17; Hb12,23; Mc 12,17). El Amo de la creación abraza este mundo, entra en una gruta, no encuentra lugar para él en un hostal y se refugia en un establo, en compañía de animales faltados de razón. El que es puro e inmaculado toma sobre él las inmundicias de la naturaleza humana, y después de haber compartido toda nuestra miseria, llega hacer, incluso, la experiencia de la muerte. ¡Considera la desproporción de su pobreza voluntaria! La Vida gusta la muerte, el Juez es llevado ante el tribunal, el Señor de la vida de todos se somete a un magistrado, el Rey de los poderes celestes no se sustrae a las manos de los verdugos. Dice el apóstol Pablo que es con este ejemplo que se mide su humildad (Flp 2,5-7). (EDD)

Reflexión sobre la pintura

Las Bienaventuranzas del Evangelio de Lucas son sorprendentes por su honestidad. Jesús llama bienaventurados a los pobres, hambrientos y afligidos, al tiempo que advierte a los ricos, cómodos y risueños. Da un vuelco total a la forma en que el mundo suele definir el éxito y la felicidad. Al principio, sus palabras suenan inquietantes. Sin embargo, Jesús no está diciendo que la pobreza o el sufrimiento sean buenos en sí mismos. Más bien nos muestra que la vulnerabilidad puede convertirse en el lugar donde Dios se acerca. Cuando la vida nos despoja (a través de la enfermedad, la pérdida o las dificultades), puede crear un espacio en nuestro interior en el que Dios puede finalmente entrar. En nuestra debilidad, descubrimos nuestra necesidad de Él, y esa necesidad se convierte en la puerta de Su gracia. Muy a menudo, es en tiempos de hambre, dolor o lucha cuando la gente experimenta más profundamente la cercanía de Dios.

Pero la enseñanza de Jesús no es sólo para los que sufren. Cuando la vida es cómoda y las cosas van bien, también nosotros debemos hacer sitio a Dios, en lugar de esperar a que los problemas nos obliguen a ello. La invitación es siempre para hoy: acoger a Dios en lo más profundo de nuestras vidas, confiar en Él tanto en los tiempos buenos como en los difíciles, y reconocer que la verdadera bendición no procede de nuestras circunstancias, sino de Su presencia con nosotros.

De las Bienaventuranzas, la frase que más me llama la atención es "Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios", porque va directa al corazón de la inversión de los valores seculares que propone el Evangelio. Dios es nuestro tesoro, sean cuales sean nuestras circunstancias. Los pobres agradecidos, de Henry Ossawa Tanner, pintado en 1894, es un retrato profundamente conmovedor de la fe tranquila en la pobreza. El cuadro muestra a un anciano y a un niño sentados a una sencilla mesa de madera, con la cabeza inclinada en oración ante una modesta comida. La luz incide suavemente sobre las figuras, introduciendo al espectador en su acto de acción de gracias. Nos unimos a su oración. Tanner capta no sólo un íntimo momento familiar, sino una profunda verdad espiritual: la gratitud no depende de la abundancia, sino de reconocer la presencia de Dios incluso en la escasez. El acto de oración de padre e hijo transforma lo ordinario en sagrado.

El artista, Henry Ossawa Tanner (1859-1937), fue el primer pintor afroamericano aclamado internacionalmente. Su padre era obispo episcopal metodista africano en Pittsburg. Tanner se formó en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania antes de trasladarse a París, donde encontró mayor aceptación como artista negro. Gran parte de su obra combina el realismo con temas espirituales, como en nuestro cuadro. Los pobres agradecidos es una de sus obras más conocidas, y refleja tanto su educación religiosa como su capacidad para transmitir la belleza y la fuerza de la vida afroamericana frente a las dificultades.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

"Querido Señor,
Hazme pobre de espíritu, para que pueda recibir el reino de los cielos. 
Cuando estoy de luto, ayúdame a encontrar consuelo.
Hazme manso, para que pueda heredar la tierra. 
Ayúdame a tener hambre y sed de justicia, para que pueda estar satisfecho. 

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