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lunes, 1 de septiembre de 2025

Evangelio del día


 

Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 4,13-18.

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza.
Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él.
Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto.
Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo.
Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre.
Consuélense mutuamente con estos pensamientos.


Salmo 96(95),1.3.4-5.11-12.13.

¡El Señor viene a gobernar la tierra!

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
Porque el Señor es grande
y muy digno de alabanza,

más temible que todos los dioses.
Los dioses de los pueblos
no son más que apariencia,
pero el Señor hizo el cielo.
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;

regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad.


Evangelio según San Lucas 4,16-30.

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo


“Todos tenían los ojos fijos en él”

“Fue a Nazaret, el sábado entró en la sinagoga como era costumbre, y se puso en pie para hacer la lectura. Desenrollando el libro, encontró el pasaje del profeta Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido” (61,1). No fue mera casualidad, sino providencia de Dios, el que, desenrollando el libro, diera con el capítulo del profeta que hablaba proféticamente de él. Pues así como está escrito: “ni un solo gorrión cae en el lazo sin que lo disponga vuestro Padre hasta los cabellos de la cabeza están contados”(Mt 10, 29-30), posiblemente el hecho de que diera precisamente con el libro del profeta Isaías y concretamente no con otro pasaje, sino con éste, subraya el misterio de Cristo, no olvidemos que es Cristo el que proclama este texto... Pues, él dice: “Me ha enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres”, a estos que no tienen Dios, ni ley, ni profetas, ni justicia, ni ninguna otra virtud. Por este motivo, Dios lo ha enviado como mensaje cerca de los pobres, para anunciarles la liberación, “devuelve la libertad a los oprimidos”.Y ¿hay algún ser más oprimido que el hombre antes de que sea liberado y curado por Cristo.
Terminada la lectura, Jesús enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. También ahora, en esta asamblea podéis, si lo deseáis, fijar los ojos sobre él. Dirigid la mirada de vuestro corazón hacia la contemplación de la Sabiduría, de la Verdad, del Hijo único de Dios, y tened los ojos fijos sobre Jesús. ¡Dichosa la asamblea, de la que la Escritura atestigua que los ojos de todos estaban fijos en él! Que todos tengan los ojos del corazón ocupados en mirar a Jesús que nos habla. Cuando vosotros le miréis, su luz y su mirada harán más luminosos vuestros rostros, y podréis decir: “Señor, la luz de tu rostro nos ha marcado”(Ps 4, 7).

Reflexión sobre la xilografía japonesa

En el Evangelio de hoy vemos un cambio radical en la acogida de Jesús. Al principio, cuando regresa a Nazaret, su ciudad natal, y comienza a hablar, la multitud está llena de admiración: "se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca". Se maravillan de su elocuencia y de la belleza de su mensaje. Pero ese entusiasmo no dura mucho. Pronto se apodera de ellos el escepticismo: "¿No es éste el hijo de José?". Luego el escepticismo se convierte en ira abierta e intención asesina: "Lo llevaron a la cima de la colina... para arrojarlo por el precipicio". La multitud pasó rápidamente del asombro a la duda y luego a la ira.

Sin embargo, Lucas nos dice que Jesús, sin inmutarse, atravesó la turba y siguió su camino. Es una imagen muy llamativa: el rechazo no detiene su misión, ni la hostilidad acalla su voz. Él sigue adelante, proclamando la buena nueva de la misericordia y el favor de Dios, no sólo para los que le aplaudieron, sino incluso para los que se volvieron contra Él. Su perseverancia nos muestra que el amor de Dios no puede silenciarse ni apagarse, sea cual sea la oposición. Como Jesús, estamos llamados a llevar esa misma resistencia dentro de nosotros, a seguir compartiendo el Evangelio con valentía y alegría, incluso cuando nos enfrentamos a obstáculos o al rechazo.

La Gran Ola de Kanagawa de Katsushika Hokusai se ha convertido en una de las imágenes más reconocidas del mundo, y con razón. La enorme ola, enroscada como una garra sobre frágiles barcos pesqueros, transmite una fuerza de la naturaleza pura e imparable. Avanza con una fuerza imparable. La ola no puede ser contenida. Para nosotros, los cristianos, este grabado puede ser una poderosa imagen del Evangelio. La palabra de Dios, como esa gran ola, está viva y activa; se mueve, imparable, barriendo el mundo. Cuando estamos llamados a compartir nuestra fe, no debemos ser tímidos ni vacilantes, sino como esa ola: incontenible, llena de energía y capaz de alcanzar costas mucho más allá de lo que imaginamos.

El grabado es un bloque de madera creado mediante un meticuloso proceso. Cada color y cada línea requieren un bloque tallado por separado, que se presiona cuidadosamente en sucesión sobre el papel. Capa sobre capa, color sobre color, la imagen va adquiriendo su forma final. Quizá la razón por la que La Gran Ola se ha hecho tan popular es que habla de algo universal: el temor que sentimos ante fuerzas superiores a nosotros y la belleza que puede surgir incluso en momentos de peligro y lucha. Es a la vez aterradora y cautivadora, y en esa tensión encuentran sentido personas de todas las culturas.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

Oración inspirada por Fratelli Tutti 

Amado Dios, danos corazones que escuchen tu palabra.
Déjanos imitar al buen samaritano, quien no le da la espalda al sufrimiento.

Ayúdanos a escuchar.
Permítenos escuchar a aquellos que luchan diariamente por la dignidad.
Déjanos escuchar tu voz en las historias de aquellos en las periferias.
Ayúdanos a ver siempre lo que nos une como hermanos y hermanas.

Ayúdanos a sanar.
Que estemos dispuestos a estar en los zapatos de los otros.
Permítenos estar abiertos a las diferencias a las que lleguemos con entendimiento.
Ayúdanos a buscar reconciliación para que nuestro mundo refleje justicia.

Ayúdanos a responder.
Permite que nuestra fe nos mueva hacia la acción en el ámbito público.
Déjanos trabajar con otras personas de buena fe, para encontrar soluciones juntos.
Auxílianos, para poder ejercitar la caridad política, persiguiendo el beneficio común y la dignidad para todos.

Señor, tanos la valentía para confiar en tus manos son las que nos guían.

Danos la valentía para actuar como el Buen Samaritano, colocando a un lado las divisiones para atender las necesidades de otros. Que reconozcamos y veamos tu amor presente en las comunidades, haciéndose realidad y las formas en que nos amamos los unos a los otros.     

Amen. (usccb)


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