Andreas es periodista, tiene 32 años... y se acaba de convertir junto a su mujer
Procesión católica hacia las ruinas de un antiguo monasterio benedictino.
El catolicismo en Noruega –con unos 160.000 miembros (el 3% de la población)– está renaciendo, y un ejemplo de ello es el caso de Andreas Espegren Masvie. De 32 años, es periodista, comentarista político y cultural, casado y padre de dos niñas.
Andreas vive en Oxford, donde prepara un doctorado en Teología. Allí ingresó en la Iglesia católica junto con su esposa; los dos eran protestantes. En una entrevista reciente para Avvenire habla de su conversión y del crecimiento del catolicismo en Noruega.
La fe de los antepasados
Para él la palabra correcta no es "conversión", fue algo más que convertirse, fue "redescubrir la fe de nuestros antepasados, más aún: de los Padres de la Iglesia". Hay que recordar que Noruega fue católica durante quinientos años.
"Algo está sucediendo, estamos presenciando un cambio, los corazones se están abriendo a la Iglesia y las mentes son atraídas por sus verdades eternas. Aunque, aún no está claro el alcance de este cambio ni si realmente será un 'renacimiento'", comienza diciendo sobre la fe católica en Noruega.
"Lo que veo, especialmente en nuestros dos obispos, me llena de gran entusiasmo. Hay mucho trabajo por hacer, pero parece que hemos sido bendecidos con los mejores líderes espirituales, estoy ansioso por contribuir en todo lo que pueda", añade sobre los obispos Hansen y Varden.
Hay que señalar que Noruega consta de tres jurisdicciones de rito latino: la Diócesis de Oslo, la Prelatura Territorial de Trondheim y la Prelatura Territorial de Tromsø.
La primera señal de cambio en la Iglesia local llegó en 2019, con el nombramiento del entonces obispo Erik Varden, de 45 años, como responsable de la Prelatura Territorial de Trondheim. La llegada de Hansen a Oslo fue el segundo gran paso.
El proceso de conversión de Andreas duró aproximadamente una década, con muchos pasos, grandes y pequeños, algunos intelectuales, otros emocionales y otros sociales. "Algunos parecieron distanciarme de la Iglesia, otros me acercaron. Algo crucial fue conocer las distintas maneras en que podemos conocer a Dios, y a nosotros mismos, y las condiciones para ese conocimiento", explica.
Una conversión, aunque personal, en la que estuvo también muy implicada su propia esposa. "Recorrí un largo camino solo antes de que mi esposa se diera cuenta de que no podía volver atrás. Fue un momento crucial para nosotros. Quise unirme a la Iglesia, pero decidí esperar. Quería ver si ella estaba dispuesta a seguirme. Obviamente, no podía esperar eternamente. Nos casamos como protestantes, y sentí que mi vínculo matrimonial me obligaba a esperarla, a darle el espacio para completar su camino y para darnos la oportunidad de entrar juntos en la Iglesia. Y así lo hicimos", recuerda.
Una fe a la que no habría llegado sin su familia. "Mi familia me inculcó el amor por Dios y por su revelación, de lo contrario no me habría convertido al catolicismo. El catolicismo es ciertamente extraño y ajeno a los protestantes. Yo mismo creí durante mucho tiempo que los católicos eran, en el mejor de los casos, 'medio' cristianos. Muchos protestantes lo creen", asegura.
Un pilar sólido
Sobre un posible sentimiento anticatólico en Noruega, explica: "Es un tema delicado. Es un hecho que Noruega contaba con una 'cláusula judía' en su constitución, que prohibía la entrada de judíos al país hasta 1851, y una 'cláusula jesuita', que prohibía las órdenes monásticas hasta 1897 y su entrada hasta 1956. Esta cláusula fue abolida cuando Noruega ratificó el Convenio Europeo de Derechos Humanos en 1950. Creo que este sentimiento aún existe, pero es débil y está desapareciendo", comenta.
En una sociedad tan líquida, el catolicismo se erige como un pilar sólido. "Nuestra época se caracteriza por la fragmentación y la fluidez, lo que despierta en nosotros, al menos en mí, un anhelo de unidad, de pertenencia, de encontrar un hogar. El catolicismo ofrece esto. Creo que algunos noruegos se están dando cuenta de que, aunque el catolicismo pueda parecer extraño y ajeno a simple vista, en un sentido más profundo no es solo el seno materno de los cristianos noruegos, sino su madre viviente".
En Noruega se ha producido una apertura hacia el catolicismo. Las razones son numerosas: la visita del Papa San Juan Pablo II en 1989, el creciente número de noruegos que han visitado países católicos como España e Italia, el interés social y cultural por la religión y una profunda sed espiritual.
El crecimiento de la Iglesia en los últimos 20 años también ha hecho a los católicos noruegos más visibles. La cobertura a gran escala en los medios noruegos de la muerte del Papa Francisco y la elección del Papa León habría sido algo impensable antes.
La llegada del obispo Hansen a Oslo ha sido el segundo gran paso en el renacer de la Iglesia local.
Andreas y su mujer escribieron un libro sobre "el deseo de muerte" que hay en nuestras sociedades. "Este deseo refleja una época que ha perdido lo divino como horizonte último de la vida. Para los cristianos, el dolor tiene un profundo significado. La cuestión no es que el dolor sea bueno, sino que, en la condición de pecado, Jesucristo nos encuentra en el dolor, en el sufrimiento. En él, se nos invita a confiar en el Padre, a acercarnos a la pasión de su Hijo y, por ende, a Dios. Si perdemos el contacto con Dios, el dolor al final de la vida se convierte en una tortura", apunta.
Y, concluye, señalando el aspecto del catolicismo que podría acabar más fácilmente con la indiferencia hacia Dios en Noruega.
"El catolicismo nos conmueve, o al menos a mí me conmovió. Los católicos se inclinan ante el pan y el vino, creyéndolos Dios. Desde la perspectiva de la modernidad, este tipo de reverencia es una locura absoluta y extraordinariamente atractiva. Cuando uno la encuentra, no puede permanecer indiferente. O bien lo repele, o bien lo atrae, aunque sea lentamente", expresa.
ReL
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