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martes, 23 de septiembre de 2025

La salud en la Doctrina Social de la Iglesia

 

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El magisterio social de la Iglesia aborda el tema de la salud integral, de manera consistente con la tradición de la Iglesia, partiendo de la conciencia de la altísima dignidad que nos viene del hecho de haber sido creados por Dios Padre a su imagen y semejanza; redimidos por Dios Hijo; y santificados por Dios Espíritu Santo

Como todos sabemos, los servicios sanitarios, dirigidos a la salud pública, son un derecho humano universal y fundamental que obliga al Estado a proporcionarlos de manera universal (para todos), oportuna, suficiente y de calidad; sea para conservar o para recuperar la salud, física y/o mental, incluyendo la atención preventiva, clínica, quirúrgica y paliativa; con todos los servicios, infraestructura, materiales y personal sanitario necesarios, desde la investigación, la consulta multinivel, la hospitalización, las pruebas diagnósticas de laboratorio e imagen, así como los tratamientos, medicinas y terapias necesarias; además de las prestaciones sociales que el paciente requiera.

No obstante que se trata de un derecho universal y fundamental –Cf. Art. 22 y 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, resolución 217A-III, del 10 de diciembre de 1948–, la realidad es que los servicios sanitarios públicos ofrecen muchas y muy graves limitantes, contrarias al derecho y a la dignidad humana que origina el derecho. En este punto, la disparidad de estos servicios en comparación con los privados evidencia una estructura social injusta imputable principalmente al Estado por semejante omisión.

La enfermedad y el sufrimiento en el magisterio de la Iglesia y la espiritualidad cristiana

El cristianismo tiene en la enfermedad y el sufrimiento una veta inagotable de reflexión y espiritualidad, conformes con el testimonio de Jesucristo, el Siervo Sufriente anunciado por el profeta Isaías. En efecto, la enfermedad y el sufrimiento son un momento privilegiado para tocar nuestra humanidad herida, una oportunidad para la reflexión y la conversión; para la caridad, la práctica de las virtudes y el crecimiento espiritual. De hecho, lo más noble del ser humano suele florecer en el crisol del sufrimiento, no tanto en las mieles del placer. 

La salud es tan importante que el ministerio mesiánico de nuestro Señor Jesucristo privilegió a los enfermos, llegando a la institución del sacramento de la Unción de los enfermos, como un desborde de misericordia por todos los enfermos y sufrientes, encomendado a la Iglesia para su administración correspondiente.

Por otro lado, el magisterio de la Iglesia es sumamente amplio en el tema sanitario. El Papa san Juan Pablo II instituyó en 1992 la Jornada Mundial del Enfermo en la que anualmente la Iglesia reflexiona, anima y orienta a los enfermos y al personal sanitario en el cuidado de la salud integral de todo el pueblo de Dios. 

En paralelo, la Doctrina Social de la Iglesia también se ocupa de este tema desde la praxis social que moralmente obliga a todo cristiano.

La salud, como todos los derechos, es una exigencia de la dignidad humana

Asistimos globalmente a una mayor difusión y conciencia de los derechos humanos; pero no siempre se reconoce su origen; por ello conviene volver los ojos a la moral social cristiana que enseña:

“La raíz de los derechos del hombre se debe buscar en la dignidad que pertenece a todo ser humano. Esta dignidad, connatural a la vida humana e igual en toda persona, se descubre y se comprende, ante todo, con la razón. El fundamento natural de los derechos aparece aún más sólido si, a la luz de la fe, se considera que la dignidad humana, después de haber sido otorgada por Dios y herida profundamente por el pecado, fue asumida y redimida por Jesucristo mediante su encarnación, muerte y resurrección. La fuente última de los derechos humanos no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su Creador”

(Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia –CDSI–, n. 153).

La Iglesia amplía su reflexión y nos instruye al señalar que corresponde al Estado la tutela de todos los derechos, incluyendo el de la salud, pero con una visión integral y uniforme:

“Los derechos del hombre exigen ser tutelados no sólo singularmente, sino en su conjunto: una protección parcial de ellos equivaldría a una especie de falta de reconocimiento. Estos derechos (...) comportan, en primer lugar, la satisfacción de las necesidades esenciales —materiales y espirituales— de la persona”

(CDSI, n. 154).

El destino universal de los bienes… incluso el de la salud

Si bien es cierto que los bienes que Dios nos ha dado en la creación conservan siempre un destino universal, frente a los cuales no cabe la visión de ‘posesión’ sino la de ‘administración’, también la Iglesia nos ofrece el testimonio de Cristo en su amor preferencial por los pobres. Ellos también están llamados a ser partícipes de esta administración de los bienes, incluido el de la salud que, como ya hemos visto, se les suele conculcar ya que muchas veces priva la visión mercantil de la salud al alcance de aquellos quienes más poseen, en detrimento de los menos favorecidos.

“El principio del destino universal de los bienes exige que se vele con particular solicitud por los pobres, por aquellos que se encuentran en situaciones de marginación y, en cualquier caso, por las personas cuyas condiciones de vida les impiden un crecimiento adecuado. A este propósito se debe reafirmar, con toda su fuerza, la opción preferencial por los pobres: Esta es una opción o una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia”.

(CDSI, n. 182).

La salud, como exigencia del bien común, obliga a todos los cristianos y regula la correcta organización de los poderes del Estado para lograrlo. Todo esto supone la participación social fundada en el amor ya que esta participación se expresa, necesariamente, en la solidaridad y caridad para con los enfermos más necesitados.

Luis Carlos Frías, Aleteia 

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