Unas 34.000 almas abarrotaron el Miguel Ríos de Rivas-Vaciamadrid

"Al Cielo se llega en equipo" o "Va a entrar el rey de la gloria", se leía en algunos de los carteles del concierto. JCadarso
Medallas doradas de la Virgen, pulseritas con oraciones, trenzas para la ocasión, carteles enrollados con frases de la Biblia... un ejército de jóvenes, y no tan jóvenes, abarrotan los metros que llevan hasta el vecino municipio madrileño de Rivas-Vaciamadrid. Allí tendrá lugar Un Sitio, el mayor concierto hasta la fecha de Hakuna Group Music.
Son casi las seis de la tarde y frente a una de las bocas de metro de la línea nueve se encuentra la parroquia de San Marcos, donde Hakuna celebra una de sus tres Horas Santas convocadas para esta jornada. La gente rebosa, se sale del templo, y algunos se sientan directamente en los bancos de la iglesia que han sacado a la calle. En la puerta, Don 'Josepe' Manglano, el alma de Hakuna, va saludando generoso a los presentes.
En el corazón de Hakuna
Termina el rezo, y una riada de gente se dirige andando, cual escena de Jornada Mundial de la Juventud, a una media hora de allí, al Auditorio Miguel Ríos de Rivas-Vaciamadrid, el más grande al aire libre de toda Europa. Llenarlo será todo un reto para esta realidad eclesial nacida en 2013 en la JMJ de Río de Janeiro, aunque tiene pinta de que lo van a conseguir.
Grupitos dispersos de gente por allí, grupitos por allá... todavía es pronto, así que muchos aprovechan para comer en los food trucks que hay colocados en el lado izquierdo del escenario. Otros, en cambio, van poniendo el oído a las canciones de los teloneros de Hakuna: los chicos de 84 y los célebres Siempre Así.

Familias enteras llegaron hasta Rivas para el concierto de Hakuna.
Y, entonces, llega la hora de poder visitar al backstage, el sanctasanctórum del grupo de música católica en español más importante del momento. Dos jóvenes cantantes de Hakuna nos acompañan entre las bambalinas del escenario. Maquillajes, peluquería, vestuarios, gárgaras, pruebas de voz, caterings... y, sin duda, lo más importante a la hora de prepararse para saltar al escenario: la capilla del Santísimo.
Nos arrodillamos sobre una alfombra, mientras un puñado de personas reza y pide fuerzas para todo lo que se viene. En una esquina, el lugar más importante de todos, en una custodia sencilla, el Cuerpo de Cristo, que es adorado por todos los presentes. El silencio es sobrecogedor, nada más entrar, uno sabe que el centro de gravedad de aquel gigantesco recinto no está en el escenario sino en aquel monumento.
Pasan apenas cinco minutos cuando de repente aparece por la puerta el youtuber de los tatuajes, René ZZ, recién convertido al catolicismo y cuyo testimonio ha impresionado a muchos. Nos levantamos y dejamos el sitio a los siguientes. Aprovechamos, entonces, para hablar de Hakuna con nuestros jóvenes cantantes.
En un par de horas actuarán ante 34.000 personas, pero parece que no tienen otra cosa mejor que hacer que dedicarnos todo el tiempo a nosotros. La joven transmite dulzura y aprovecha para contarnos que esa noche en el escenario habrá entre 70 y 80 miembros, aunque remarca que "Hakuna somos todos, unos suben y otros bajan del escenario, pero nada más".
Que Dios llegue a más
Nos explica que lo que se vive en estos conciertos no es más que "una gigantesca oración en común", y que no han elegido un recinto más grande que el anterior porque quieran vender más entradas sino porque quieren que Dios pueda llegar a más gente. Por su parte, el joven nos cuenta que su familia está muy contenta de verlo ahí, aunque, reconoce, su padre es ateo.
"En el funeral de mi abuela, cantamos 'La misericordia'. Y, al volver, en casa, mi padre me dijo: 'La misericordia ha entrado en esta casa'. Él estaba contento si esto me hacía feliz", comenta. La chica añade que eso es Hakuna, "pensar en lo que tienes delante", "vivir el presente, sincero, porque si lo vives, sale luego todo", y "con que ayude a una persona ya ha merecido la pena".

Entre 70 u 80 músicos de Hakuna actuaron sobre el escenario.
Toca marcharse, cuando irrumpe en el pasillo de la capilla un grupo de monjas vestidas de marrón. Nos saludan cariñosamente y, entonces, pasa el saxofonista de Hakuna. Va vestido con polo negro y alzacuellos, es sacerdote de la Archidiócesis de Toledo, se ha ordenado recientemente y está contento de poder seguir dando gloria a Dios desde el escenario.
El concierto está a punto de comenzar. Los jóvenes se pintan unas haches de Hakuna en las mejillas que parecen escaleras hacia el cielo. Las monjas bailan las últimas sevillanas de Siempre Así, mientras los rayos de sol ribetean entre las nubes. "Es necesario que el mundo sepa que yo amo al padre", "La vida por camino", se lee en los carteles que lleva la gente. En el cielo de Rivas, los aviones que pasan sufren turbulencias... de la cantidad de oraciones cantadas que ascienden desde aquel auditorio.
Son las nueve y media de la noche. Una madre acaricia a su hijo mientras se emociona por estar viviendo este momento juntos. La luna llena asciende por el horizonte como si fuera el símil de una especie de custodia que nos regala la creación. La Kiss Cam hace su trabajo... pero, en lugar de besos, caza alegrías, gozos y rezos, muchos rezos. Hasta que aparece en la pantalla un cartel que pone: "Cada paso hacia adelante es un paso hacia el cielo". Pero la cartulina se destroza en pleno directo, y la gente se ríe, y da igual, porque son felices.

El público estuvo entregado a las canciones de Hakuna.
"Bendito sea Dios que da la vida. Bendito sea Dios que da la vida. Bendito sea Dios que da la vida", comienzan cantando los chicos de Hakuna. Para pasar a Nacidos de lo Alto y "los ciegos nunca vimos tanto color. Ni muertos tan vivos por amor". Y Pasión de Dios y su "Tú eres mío, tú eres mío. Hazme oír lo que te gusto. Que vea que me miras con pasión. Que te recreas en mi belleza. Que soy la niña de tus ojos. Que a nadie quieres tanto como a mí".
En ese momento, a uno se le viene a la cabeza las palabras de la joven cantante que nos enseñó el backstage: "Hakuna es un canto a la misericordia". Y, entonces, me imagino que todo es un gigantesco concierto privado para publicanos, prostitutas y samaritanos. Y, para completar la idea, leo en un cartel: "Nos han regalado la eternidad".
Un joven barbudo con unas gafas no tan modernas pide unos momentos de oración por un sacerdote de Hakuna Sevilla que parece que está crítico. Se hace un silencio impresionante que se rompe con las palabras del cantante: "Cristo es un enamorado de su Padre y esto escandaliza, y si algo somos los cristianos es enamorados de Cristo. El cristianismo no es una religión es una relación con Jesús, y fuera de ello todo es muerte".
Y, entonces, cantan Loco. Con coros que ponen los pelos de punta, de hecho, a una chica se le escapa del alma: "Dios, qué bonito, co... (una palabra malsonante)". Es un día caluroso, pero el aire se hace presente, mientras suena un "creoooo, sencillamenteeee. Quiero disfrutar de la serenidad del creer. Desligar el creer del sentir. Creo, mi Dios, y basta". Y, sobre todo, el "cómo me gusta seguirte sintiendo dudas. Estando frío. Sintiendo miedo".

Fans de Hakuna en el auditorio Miguel Ríos de Rivas (Madrid).
El concierto está avanzado, cuando en las pantallas aparece un músico con alzacuellos que toca la batería. Van pasando las canciones y el público que abarrota el auditorio está entregado, suena La Fila, ¿Por Qué Lloras?, Entre Anestesias... y así hasta que aparece en el escenario una familia con sus hijos, Hakuna Old School, dice alguien al micrófono... Un bonito gesto que evidencia que desean ser una realidad intergeneracional.
Y es cuando el concierto empieza a romper. Tres chicos cantan Enciéndeme y el público se pone a saltar. Al acabar, aparece un cantante con alzacuellos y anuncia que "la vida está hecha para ser un canto de alabanza" y que "estamos trabajando en un disco basado en los salmos". Habla de los tres jóvenes que unánimes cantaban, del libro de Daniel, y lo relaciona con los incendios interiores. En medio del fuego que este verano arrasó España, miles de cristianos alegres cantan en Madrid.
Definitivamente, hoy en día, ir a un concierto de Hakuna, y ser cristiano, va camino de convertirse en lo más indie, alternativo y contracultural que un joven pueda acometer. Y llega otro momento prime del concierto. Cuando cantan la nueva A Ti te alabo. La gente levanta las manos y se une en oración. Hasta que se interrumpe con un "ésta es la juventud del Papa". Y los chicos de Hakuna cantan El Único Rey, una canción de Tuyo. Una bella confesión pública de Quién es el único Señor de los católicos.
"Hay que mentalizarse de lo que se va a rezar ahora", advierte un joven antes de cantar Un Segundo, y de dar un aplauso a los discapacitados presentes. Y luego va Noche, y toda la gente se arrodilla y aparece una gigantesca luna en las pantallas del escenario. Y todos se unen a la intención del Papa por la paz. Y, después, Nada, porque "no podemos hacer nada para que Dios nos ame menos y no ha venido a amar a todos sino a cada uno", dice la presentadora de la canción.
El final se acerca, el sentimiento festivo aparece sobre el Miguel Ríos de Rivas-Vaciamadrid y saltan los confeti. Suena Baila y Déjate de Historias. Y Madre de Hakuna. Y, por supuesto, Huracán. Y los fuegos artificiales maravillan a todos. Parece que el concierto acaba ya, pero quieren más. Y llega Forofos. El escenario se llena de sombrillas, de pelotas y de palas de playa... la fiesta es total, y llega un Olor a Tostadas. Y La Misericordia. Y la sensación de alegría y de esperanza, recuperadas, es tal, que, alguno, incluso, grita, con todas sus fuerzas: "!Viva Diosss!".
Juan Cadarso, ReL
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