Probar a una persona es reducirla a un objeto, y otras 8 razones que no tienen nada que ver con la religión
Il Timone
Un chico y una chica se conocen, se frecuentan, se quieren mucho. Descubren que desean una vida juntos y, se ponen de acuerdo, incluso, en que un día se convertirán en marido y mujer. Un periodo de tiempo, más o menos largo, les separa del momento en el que, salvo que surja algo, se unan en matrimonio. ¿Cómo vivir este tiempo de la vida que es el noviazgo?
Un chico y una chica se conocen, se frecuentan, se quieren mucho. Descubren que desean una vida juntos y, se ponen de acuerdo, incluso, en que un día se convertirán en marido y mujer. Un periodo de tiempo, más o menos largo, les separa del momento en el que, salvo que surja algo, se unan en matrimonio. ¿Cómo vivir este tiempo de la vida que es el noviazgo?
Según la mentalidad actual no hay nada de raro en que los jóvenes se comporten como si estuvieran casados. Sin embargo, algunas religiones, entre ellas el cristianismo, siguen enseñando que solo el matrimonio hace lícita la relación sexual entre el hombre y la mujer. Parece un conflicto irreconciliable. La prohibición de las llamadas “relaciones prematrimoniales” no se entiende.
¿Qué hacer?
Hay un significado profundamente humano de esta enseñanza que, ininterrumpida y obstinadamente, se confía a los hombres de todas las épocas.
Es necesario ayudar a redescubrir que no se trata de una imposición moral, “debes hacer así porque debes, porque yo te lo digo”, ni un sacrificio impuesto a los novios, por el gusto de mortificarles, ni de una formalidad privada de cualquier justificación racional.
La castidad fuera del matrimonio tiene un profundo significado antropológico: es una propuesta porque hace bien al hombre, respeta y promueve su naturaleza más íntima, lo ayuda a comprender profundamente la esencia del matrimonio.
Vamos a ofrecer algunos argumentos “humanos que puedan ayudar a reabrir los ojos a la belleza de esta petición a los novios y a quien viva fuera del matrimonio. Un pequeño manual para razonar sobre el hecho de que ese bien al final conviene. Y que el sexo prematrimonial es, en verdad, “anti-matrimonial”.
1. Una primera constatación del buen sentido: el sexo une. Es decir crea entre los amantes una unión afectiva, psíquica, emotiva, íntima y especial que ninguna otra relación puede igualar. El sexo produce un vínculo, ya que el cuerpo habla un lenguaje que va más allá de las intenciones conscientes de la pareja. Ahora, ya que este vínculo nace más o menos conscientemente cada vez, cuantas más parejas sexuales se tengan, el vínculo con cada uno será cada vez más débil. El sexo prematrimonial aumenta dramáticamente la posibilidad del divorcio.
2. Saber esperar robustece el vínculo conyugal, para que la relación sexual se convierta en algo que los cónyuges han compartido solo el uno con el otro, después de haberlo deseado sin satisfacerlo durante un tiempo. Un tiempo que los ha visto cimentarse en un compromiso que implica la ayuda recíproca, la buena voluntad, el crecimiento en la estima del uno por el otro.
3. La relación sexual prematrimonial determina un “efecto bola de nieve” que te deja ciego, ya que es afectivamente tan fuerte que enturbia la elección de la persona. El noviazgo es el tiempo adecuado para verificar la elección de la persona. Si la relación es poco satisfactoria se llega a la conclusión de que los dos son “incompatibles”, mientras que el matrimonio podría demostrar lo contrario. Si, sin embargo, resulta satisfactoria, enmascara las incompatibilidades que explotarían después del matrimonio.
4. Existe un nexo intrínseco entre el sexo y la relación estable entre un hombre y una mujer. Por tanto es antinatural crear, a través de la relación sexual, una intimidad tan fuerte para después romperla. Esto acabará por prescindir de las intenciones de las personas: el significado objetivo del sexo es más importante, prevalece, sobre el significado subjetivo. El don Juan impenitente puede creer subjetivamente que ninguna relación es importante para él, pero no puede evitar que todas las relaciones dejen marcas profundas en la estructura más íntima de su persona. Hay un hecho inequívoco: el efecto unitivo automático del sexo.
5. En este punto, una objeción clásica consiste en imaginar que dos personas hayan decidido casarse y que solo les falta un lapso temporal “organizativo” (la casa, el trabajo, los estudios…) los separa del matrimonio. ¿Por qué “rechazar” los actos, que después del matrimonio, se considerarán legítimos? El error del razonamiento está en la premisa: también en casos parecidos, el sexo se daría al margen de una decisión de exclusividad y permanencia. Sólo el matrimonio es un punto de no retorno que cambia la vida. Solo el pacto matrimonial es tan fuerte e inclusivo, que justifique ante Dios y ante los hombres la unión corpórea. La castidad prematrimonial es el itinerario preparatorio a la comprensión de la verdadera esencia del matrimonio. No se puede entender la indisolubilidad matrimonial si se rechaza continuamente el valor de la continencia antes del matrimonio.
6. Los novios no tienen el “derecho” a poseerse carnalmente por la sencilla razón de que todavía no se pertenecen. El sexo fuera del matrimonio es una especie de robo. No vale disipar la culpa de la tesis del sexo como “prueba de amor”. El amor no se prueba. Se cree y se vive, responsablemente. Probar a una persona es reducirla a un objeto.
7. La convivencia “de hecho” es, en ese sentido, el deslumbramiento más clamoroso para las parejas modernas, de hecho, piensan que “prueban” el matrimonio, mientras que la convivencia no es una prueba de matrimonio, ya que falta la responsabilidad de una vida para el otro por toda la vida, que es típica solo de la promesa matrimonial. Como escriben Arturo Cattaneo, Paolo Pugni y Franca Malagò, hay una bella diferencia entre cónyuge y compañero: el uno, de cum iugum, es con el que comparto el yugo. El otro, de cum y panis, con el que comparto el pan. Una cosa es compartir la comida, experiencia abierta a encuentros variados, y otra cosa es poner en común la suerte y todo uno mismo. El amor de los conviventes es cualquier cosa menos libre, porque un amor libre de compromisos es un contrasentido. El lema implícito de la convivencia es: “hasta que dura”.
8. No obstante estos argumentos, es muy difícil hoy convencer a las personas de que es mejor esforzarse y esperar a la noche de bodas. Por un lado, juega en sentido contrario la impulso de los instintos, que la modernidad pensó liquidar según las palabras de Óscar Wilde: “El único modo de vencer la tentación es secundarla”.
Pero también hay un motivo más profundo: los hechos de la ley moral son más que evidentes a largo plazo. Puede pasar que para alguna generación se escape una verdad moral. Pero a lo largo de la historia la verdad se impone: una sociedad no casta es rica en divorcios y pobre en hijos.
9. ¿Qué diríamos a los jóvenes que han experimentado la caída en el camino hacia el matrimonio? Normalmente hay una convicción tácita según la que no es posible “invertir la ruta”, una vez que dos personas viven juntas, sexualmente hablando, como si existieran personas que no puedan recibir la ayuda de Dios por culpa de una elección o un estilo de vida equivocado. Pero hay que proponer la verdad entera a estas personas, transmitiéndoles la certeza de la misericordia. Es posible re-comenzar un noviazgo casto.
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