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viernes, 20 de enero de 2017

8 consejos para mujeres de la “muy normal” mamá de “la pequeña flor”

Si santa Teresita salió tan bien, entonces ¿por qué nos preocupamos tanto? 


CHAUNIE BRUSIE/ ALETEIA FOR HER  
Durante toda mi vida, una de mis santas favoritas ha sido siempre santa Teresita del Niño Jesús. De pequeña me encantaba por la misma razón que a muchas otras personas: era accesible. No tenía que hacer ninguna locura ni meterme en un convento o rezar día y noche para marcar una diferencia. Todo lo que tenía que hacer era seguir su “caminito” y podía tranquilizarme sabiendo que Dios sabría que doy lo mejor de mí.

Debido a mi grandísimo amor por santa Teresa, he leído mucho sobre ella con los años, desde su propia autobiografía hasta diferentes biografías sobre ella, como St. Therese of the Little Flower: The Making of a Saint, y siempre quedaba fascinada por los primeros años de su vida.

Su familia era sorprendentemente normal. Santa Teresa misma era una niña un tanto desbocada, con un gusto por las cosas hermosas y con una madre trabajadora. Y cuanto más leo sobre santa Teresa de Lisieux a medida que maduro como adulta, más me fascina uno de los elementos más importantes de su vida:

su madre.
Las madres de hoy en día lo tenemos difícil y esperamos mucho de nosotras mismas: el equilibrio perfecto entre trabajo y maternidad, hacer deporte, cultivar nuestro matrimonio y practicar nuestra fe. Y no me saquéis el tema de todos esos pines de Pinterest que acumulan polvo virtual.

Por supuesto, la madre de una gran santa como santa Teresa había de ser absoluta y excepcionalmente santa y para nada comparable a una simple madre mortal que a duras penas cumple con lo que se propone, como yo misma, ¿cierto? Bueno, no exactamente.

Cuanto más leo sobre la madre de santa Teresa, Celia Guérin (que también es santa), sobre todo en su propio libro The Mother of the Little Flower [La Madre de la pequeña flor], más descubro que ni ella misma era capaz de hacerlo todo.

A continuación he resumido unas lecciones admirables que podemos aprender de la madre de la santa más querida del mundo:

  1. Algunas mujeres están llamadas a combinar trabajo y maternidad
Podrías pensar que para poder criar a una santa deberías ser una madre completamente presente físicamente en casa, ¿no? Pues no. Celia no era solo una madre trabajadora, sino que era la que se ganaba el pan de la familia. Fundó una empresa próspera de bordado antes de su matrimonio y siguió trabajando fuera del hogar después de casarse y hacerse madre. El padre de santa Teresa, Luis, vendió su tienda de relojería cuando las hijas todavía eran pequeñas y dedicó su jubilación a ayudar a Celia con su negocio.

  1. Hacerlo todo requiere ayuda
Hasta la madre de una o dos santas necesita ayuda. Durante su matrimonio y carrera profesional, Celia empleó a muchos ayudantes externos, incluyendo una asistenta llamada Louise que ayudaba con las tareas del hogar. Recuerda esto la próxima vez que te sientas culpable al pasar junto a la pila de ropa sin planchar.

Como propietaria de un negocio, Celia empleó hasta a 15 personas. Sus empleados encontraban en ella dirección y orientación, tanto en sus vidas personales como profesionales.

  1. Las mamás tienen derecho a pasarlo bien
Sé que soy súper culpable de nunca pararme a disfrutar del olor de las rosas (literalmente), pero lo cierto es que Dios hizo este mundo para nosotros y que es nuestro derecho disfrutarlo, así de claro. Celia tenía la norma de centrarse de vez en cuando exclusivamente en divertirse, y se aseguró de que sus hijas también lo hacían. “¿Se supone que tenemos que estar siempre encerradas en un convento?”, decía.

  1. Incluso las mamás de los santos necesitan un minuto de privacidad
Todas necesitamos un descanso de vez en cuando. En una carta de Celia a su familia, confesaba su deseo de esa anhelada siesta de la tarde. “Necesito descansar. No me queda valor para seguir bregando. Siento la necesidad de meditar en silencio para pensar sobre la salvación, algo que las complicaciones de este mundo me han obligado a desatender”. Sé a qué te refieres, Celia, lo sé bien.

  1. Las pequeñas cosas son las que te rompen
Resulta extraño cómo podemos lidiar con los grandes desafíos —como un familiar enfermo o un aborto natural o un accidente de coche—, pero las cosas mundanas del día a día, como hermanos que se pelean o el cuarto de baño sucio o el tráfico, te hacen sentir que pierdes la cabeza. Sí, a Celia le pasaba lo mismo.

Nadie es perfecto, y confiar en Dios puede ser duro. Es algo con lo que todos y todas podemos identificarnos; nos apresuramos a hincar la rodilla en oración durante los tiempos de necesidad, pero cuando se rompe el lavavajillas o los niños pelean otra vez por el mismo juguete, puede ser difícil mantener la vista en Dios. La buena noticia es que hasta Celia entendía esta lucha. “Me preocupo más por las cosas pequeñas. Cada vez que sucede algún infortunio de verdad, me resigno con facilidad y espero con confianza la ayuda de Dios”.

  1. Todas tenemos nuestro propio camino como madres
No existe una “única” forma de llevar la maternidad, ni siquiera una única forma de ser madre. Después de dar a luz a nueve hijos y tener a santa Teresa a la edad de 41 años, Celia desde luego no se preocupaba por lo que era una maternidad convencional. Y bien es cierto que más valía que no se preocupara.

  1. Las madres pueden tener sus propios intereses
Si alguna vez te sientes culpable por esforzarte en hacer algo no relacionado con la maternidad, esta frase es para ti. Darme cuenta de esto lo ha cambiado todo en mi vida; Celia amaba el trabajo que Dios le había llamado a hacer, y dijo una vez en referencia a su labor de bordados: “Como soy más feliz es estando en mi ventana haciendo mi punto de Alençon”.

  1. A veces, dar el pecho no es una opción
Probablemente debido al cáncer de pecho que más adelante se llevaría su vida, Celia era incapaz de amamantar a sus últimas hijas, así que debió mandarlas a vivir con una nodriza cuando eran bebés. No todas las madres pueden dar el pecho y no pasa nada.

Si asumimos desde el corazón estas lecciones de la mujer que nos entregó a santa Teresa, podemos estar seguras de saber que hacemos todo lo que podemos como mujeres y madres. Después de todo, si santa Teresa salió tan bien, ¿por qué diantres nos preocupamos nosotras?

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