40. En sus huellas
(Padrenuestro)
En Bohemia vivía un duque que era un santo.
Se llamaba Wenceslao. Cada mañana, también en invierno cuando estaba aun oscuro
y hacia frío, bajaba de su castillo a la misa en la iglesia del pueblo. Decía:
"Sin Misa no puedo vivir". Su empleado tenía que acompañarlo y llevar
la linterna.
Cierta vez había un invierno extremadamente
riguroso. Se apilaba la nieve. El frío hacia doler los huesos. El empleado
murmuraba, mitad para sí, mitad en dirección del duque: "Con este frío
podríamos quedarnos en casa". Wenceslao lo había oído. Le preguntó al
empleado: "¿Te da mucho frío?" - "Sí, contestó el otro, el frió
en los pies es casi insoportable". El duque Wenceslao le dijo:
"Presta atención. Cambiamos de posición. Yo voy primero y tú me sigues.
Cuida de colocar tus pies siempre en mis huellas. Te darás cuenta que te hará
bien".
San Wenceslao abría camino. El empleado le
seguía. Cuidadosamente colocaba sus pies sobre las huellas de su señor que eran
como pequeños tubos en la nieve profunda. Con cada paso el empleado sentía como
de la huella subía como una ola de calor agradable sobre sus pies. Luego de
caminar cien metros ya no sentía frío. Le parecía que estaba dando un paseo de
verano.
Luego del canon comenzamos el padrenuestro
con las palabras: "Oremos como el Señor nos ha enseñado". Entonces
seguimos las siete peticiones del padrenuestro como unos pasos pesados. Cristo
nos precede. Pronuncia para nosotros cada frase. Entramos en sus palabras como
el empleado de San Wenceslao que colocaba sus pies en las huellas de su señor.
Al rezar el padrenuestro seguimos las huellas de Jesús.
"Padre, así rezó en la cruz, Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu".
"Se haga tu voluntad" así hablo
en el monte de los olivos con angustia mortal.
"Danos hoy nuestro pan de cada
día", así lo ha instituido el Jueves Santo.
"Perdónanos nuestras ofensas",
para ello ha dejado que lo crucifiquen.
"Líbranos del mal", de esto canta
el cielo entero; Tú nos has redimido, de todas las razas y naciones por tu
sangre preciosa.
Entremos así en las palabras de Jesús.
Entonces saldrá de ellas una fuerza misteriosa que dará calor a nuestro
corazón.
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