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martes, 14 de mayo de 2019

El teléfono inteligente: un asesino silencioso (y cómo combatirlo)

En general, las personas pasan entre dos y tres horas diarias usando sus teléfonos inteligentes y tabletas, el doble de hace cinco años

SMARTPHONES

Ashley Whillans, profesora Asistente de Administración de Empresas en Harvard Business School, ha escrito un artículo muy interesante sobre cómo estamos desperdiciando cada vez más tiempo distraídos por nuestros teléfonos inteligentes y la manera como podemos volver de regreso a la vida.
También señala cómo una actividad, aparentemente inocua, no solo está afectando seriamente nuestro bienestar mental y físico; en muchas ocasiones no podría estar matando, según el artículo publicado por Whillans, una especialista en el área del comportamiento, en la web The Conversation.
Sabedores de esto, “quizás, irónicamente, los mismos desarrolladores de software han estado a la vanguardia de los esfuerzos para resolver este problema al crear aplicaciones que tienen como objetivo ayudar a los usuarios a desconectarse de sus dispositivos”, apunta Whillans.
Algunas aplicaciones nos recompensan por mantenernos alejados del teléfono por períodos de tiempo establecidos. Otros nos “castigan” o nos impiden, por completo, acceder a ciertos sitios o realizar ciertas actividades con nuestro teléfono móvil. Aunque también otros mercados han tomado el problema como un servicio a los usuarios que quieren desintoxicarse del celular.

Ayuda, por favor

La tecnología está diseñada para ser adictiva. Y una sociedad que depende de los dispositivos móviles tiene dificultades para pasar incluso minutos lejos de sus teléfonos inteligentes habilitados para aplicaciones.
En general, las personas pasan entre dos y tres horas diarias usando sus teléfonos inteligentes y tabletas. Esto es el doble de la cantidad de hace cinco años, según una encuesta anual de tendencias de Internet.
Un encuesta reciente señala que la mayor parte de ese tiempo es un tiempo absolutamente inútil, que se gasta en actividades improductivas, como ver Facebook, usar juegos e interactuar en otros tipos de redes sociales.
Esta adicción tiene consecuencias. Las más serias son, por supuesto, cuando la adicción conduce a la muerte, por conducir distraído o mandando mensajes, o por tomarse “selfies” en situaciones comprometidas. “Pero también afecta seriamente nuestra salud mental, como ha demostrado mi propia investigación, dice Whillans.

El deseo de desconexión

Un experimento que realizó Whillans descubrió que mirar los perfiles de Facebook de personas que se divertían en las fiestas hacía que los estudiantes universitarios nuevos sintieran que no pertenecían. Otro estudio sugirió que las personas que pasaban más tiempo utilizando las redes sociales eran menos felices.
“En última instancia, la conexión constante de nuestros teléfonos a Internet, y nuestra conexión constante a nuestros teléfonos, significa que perdemos la conexión con aquellos que más nos importan, reduciendo la felicidad de todos en el proceso”, advierte la investigadora en su artículo.
Pero, añade, “la buena noticia es que la mayoría de nosotros no somos ajenos a los efectos negativos de la tecnología y tenemos un gran deseo de desconectarnos”. Y el mercado está reaccionando al respecto (como era de esperarse en la economía capitalista de consumo) “para darnos lo que queremos”
Empresas que venden teléfonos básicos sin conexión a internet, hoteles que ofrecen descuentos a las familias si renuncian a sus teléfonos móviles durante su estadía y los desarrolladores de aplicaciones, que también han aceptado el desafío con un software destinado a ayudarnos a usar menos nuestros teléfonos, propone Whillans como ejemplos.

Como en todo, la clave está en fijarse objetivos

La aplicación de tiempo de pantalla por parte de las compañías operadoras es un buen primer paso, ya que nos muestran cuánto tiempo estamos gastando en aplicaciones y sitios web, y posiblemente aumenten algunas señales de alerta.
Las investigaciones sugieren que debemos descargar aplicaciones que nos piden que establezcamos objetivos específicos vinculados a acciones concretas . Hacer compromisos por adelantado puede ser un motivador poderoso, incluso más que incentivos financieros (en el ahorro de tiempo, de batería, de gasto).
Hay aplicaciones, dice Whillans, que les piden a los usuarios que establezcan objetivos vinculados a las acciones diarias, como configurar una alerta cuando se levante el teléfono durante la cena. La hora de inactividad indica a los usuarios advertencias cuando están por sobrepasar los límites de una actividad en línea que han establecido.

Ser persistentes, la mejor salida

En el artículo de Whillans se hablan de otras aplicaciones, por ejemplo, que bloquean la señal de redes sociales en locaciones clave, como comedores o dormitorios. Otras que ofrecen recompensas, incluso, recompensas en efectivo si la gente va bajando su tiempo en pantalla.
Pero ninguna sustituye a la fuerza de voluntad para apagar el celular y encender la vida tal como la conocimos previo a esta marea digital que ahora nos sepulta con su oferta de estar “conectados” perennemente con el mundo, con los amigos, con “la gente que más te importa”.
“La persistencia es una de las partes más difíciles de lograr cualquier objetivo nuevo, desde perder peso hasta aprender a cocinar”, dice la profesora Whillans. Y añade: “La conexión constante con la tecnología socava la felicidad, las relaciones y la productividad. Las aplicaciones que aprovechan los conocimientos más recientes de la ciencia del comportamiento pueden ayudarnos a desconectarnos y seguir viviendo nuestras vidas”.
Pueden, desde luego. A condición que les hagamos caso. O simplemente, las ignoremos y pongamos a funcionar el menos común de los sentidos de la actualidad: el sentido común. Se trata de vivir a plenitud, no escondidos tras de una pantalla.

Jaime Septién, Aleteia





























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