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miércoles, 1 de mayo de 2019

Papa Francisco: Que el Espíritu Santo sea el protagonista de nuestra vida

Homilía ayer en Casa Santa Marta

CHRZEST W DUCHU ŚWIĘTYM
Sunyu/Unsplash | CC0
Podemos renacer “desde lo poco que somos”, desde “nuestra existencia pecadora” solamente con “la ayuda de la misma fuerza que hizo resucitar al Señor: con la fuerza de Dios” y por esto “el Señor nos ha enviado el Espíritu Santo”. Solos no podemos lograrlo.
Lo recuerda esta mañana el papa Francisco en la homilía de la misa en la Casa Santa Marta del Vaticano, centrada en la respuesta de Jesús a Nicodemo -propuesta por el Evangelio de hoy (Jn 3,7-15)- que preguntaba cómo podía suceder esto.
Una pregunta que nosotros también nos hacemos. Jesús habla de “renacer de lo alto” y el Papa traza este vínculo entre la Pascua y el mensaje de renacer.
El mensaje de la Resurrección del Señor es “este don del Espíritu Santo”, recuerda, y, de hecho, en la primera aparición de Jesús a los apóstoles, el mismo domingo de la Resurrección, les dice: “Reciban el Espíritu Santo”.
“¡Esta es la fuerza! Nosotros no podemos hacer nada sin el Espíritu”, explica el Papa recordando que la vida cristiana no es solo portarse bien, hacer esto, no hacer lo otro.
“Podemos hacer esto”, podemos también escribir nuestra vida con “caligrafía inglesa”, pero la vida cristiana renace del Espíritu y, por lo tanto, es necesario dejarle lugar:
Es el Espíritu que nos hace resurgir de nuestros límites, de nuestras muertes, porque tenemos muchas, muchas necrosis en nuestra vida, en el alma. El mensaje de la resurrección es el de Jesús a Nicodemo: es necesario renacer. Pero ¿cómo dejar lugar al Espíritu? Una vida cristiana, que se dice cristiana, que no deja lugar al Espíritu y no se deja llevar hacia adelante por el Espíritu es una vida pagana, travestida de cristiana. 
El Espíritu es el protagonista de la vida cristiana, el Espíritu -el Espíritu Santo- que está con nosotros, nos acompaña, nos transforma, vence con nosotros. Nadie ha subido al cielo, sino Aquel que bajó del cielo, es decir, Jesús. Él bajó del cielo. Y Él, en el momento de la resurrección, nos dice: “Reciban el Espíritu Santo”, será el compañero de vida, de la vida cristiana.
No puede, por lo tanto, haber una vida cristiana sin el Espíritu Santo, que es “el compañero de cada día”, don del Padre, don de Jesús.
Pidamos al Señor que nos de esta conciencia que no se puede ser cristianos sin caminar con el Espíritu Santo, sin actuar con el Espíritu Santo, sin dejar que el Espíritu Santo sea el protagonista de nuestra vida. 
Es necesario, por lo tanto, preguntarse cuál es su lugar en nuestra vida, “porque -reafirma- tú no puedes caminar en una vida cristiana sin el Espíritu Santo”. Es necesario pedir al Señor la gracia de entender este mensaje: “nuestro compañero de camino es el Espíritu Santo”.



























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