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domingo, 7 de noviembre de 2021

El Evangelio de hoy


Evangelio según San Marcos 12,38-44.

Y él les enseñaba: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas
y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes;
que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad".
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia.
Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros,
porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Tomás de Celano (c. 1190-c. 1260)
biógrafo de San Francisco y de Santa Clara
«Vita prima» de San Francisco, § 76


Darlo todo porque Cristo lo ha dado todo

    Francisco, pobre y padre de los pobres, quería vivir totalmente como un pobre; sufría si encontraba a alguien más pobre que él, y no por vanidad, sino a causa de la tierna compasión que le producían. No quería para él otro vestido que una túnica áspera y corriente, y a menudo ocurría que la compartía con algún menesteroso. Pero él era un pobre muy rico, porque movido por su gran caridad, a socorrer a los pobres como podía, en los tiempos de mayores fríos se iba a las casas de los ricos de este mundo y les pedía le prestaran una capa o un abrigo. Y esos se los llevaban más rápidamente aun que el tiempo que Francisco había usado para pedirlos. «Los acepto, decía entonces Francisco, con la condición de que no esperéis volverlos a ver». Al primer pobre que encontraba, Francisco, con el corazón festivo, le ofrecía lo que acababa de recibir.
    Nada le causaba más pena que ver insultar a un pobre o maldecir a cualquier criatura. Un día, un hermano dejó escapar palabras hirientes contra un pobre que pedía limosna: «¿Acaso no será, le había dicho, que tú, pareciendo pobre eres rico?» Estas palabras le sentaron muy mal a Francisco, el padre de los pobres, y dio una terrible reprimenda al delincuente, después, en presencia del pobre, le ordenó despojarse de sus vestidos, besarle a éste los pies y pedirle perdón. «El que habla mal a un pobre, decía, injuria a Cristo, de quien el pobre es un noble símbolo, puesto que Cristo, por nosotros, en este mundo se hizo pobre» (2Co 8,9).

Oración

SEÑOR JESÚS, que dijiste:
Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos:
¡cómo te agradezco que hayas abierto en la Pobreza
el camino de la Sabiduría y de la Libertad!
Los pobres en el espíritu aman la vida por la vida,
y creen en el amor por el amor.
Los pobres en el espíritu no quieren ser más de lo que son,
y aceptan ser lo que son,
sin comparaciones, apariencias ni disimulos.
Los pobres en el espíritu se saben deudores de todos,
y servidores de todos al mismo tiempo.
Los pobres en el espíritu reconocen sus límites y carencias
como llamada constante a tener necesidad del “otro”.
Y, sobre todo, los pobres en el espíritu
han descubierto en su propio corazón un vacío de tamaño tal
que sólo puede llenarlo la experiencia de un amor
infinito, universal, eterno y gratuito.
¡Cómo te agradezco, Jesús de Nazaret,
el testimonio inapreciable de tu Pobreza,
ofrecida a todos como camino de Paz y de Abrazo,
de reconstrucción de la vida humana y de encuentro
con lo mejor que hay dentro de cada uno de nosotros!
¡Cómo te agradezco que hayas roto con tu Vida y tu Palabra
los lazos de la ambición, las trampas de la seguridad,
y la enorme mentira de una felicidad
buscada en exclusiva para sí mismo y para “los míos”!
Tú, Jesús de Nazaret, eres mi amada Pobreza, porque me has dado
la inmensa riqueza de saber que el Padre me ama.
Tú me has mostrado el camino del Abandono
como experiencia de un vivir que siempre se renueva
en el gozo inagotable de las pequeñas cosas
y nunca se pierde en la noche sin esperanza
de nuestros fracasos y frustraciones.
Tú, amigo de los pequeños y de los que sufren,
me has hecho comprender que la vida sólo es humana,
cuando es vida compartida, vida solidaria,
vida entregada al bien de todos
en la construcción de la Fraternidad Universal.
Y que sólo los pobres en el espíritu,
los pobres que han elegido ser pobres,
los pobres que han encontrado su riqueza en ti,
pueden contagiar a los demás la fe en un Dios cercano,
un Dios que salva compartiendo nuestras miserias,
un Dios Amigo de la Vida
y Hermano de todos los que esperan la venida de su Reino.

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