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viernes, 12 de noviembre de 2021

Era una prometedora oficial de Artillería, lo dejó para ser monja y ahora logra salvar aún más vidas

Maris Stella pertenece a las Sisters of Life, una pujante comunidad religiosa


La hermana Maris Stella pasó de la Marina a la vida religiosa.
En ambas vocaciones siempre estuvo su vocación de servicio


 

La hermana Maris Stella dejó la Marina de los Estados Unidos donde servía eficazmente por todo el mundo y le esperaba una exitosa carrera para entregarse por completo a una institución todavía más universal, la Iglesia Católica. En su seno ha encontrado una vocación aún mayor de servicio y ha sido como religiosa de las Sisters of Life (Hermanas de Vida), donde ya no protege con armas sino que ayuda a los más débiles con la oración, la caridad y su duro trabajo.

“Serví en la Marina y probé muchas de las cosas buenas que este mundo tiene que ofrecer. Pero sabía que mi corazón estaba hecho para algo más”, relata en una entrevista con Catholic News Agency.

Tal y como relata la ahora religiosa, su carrera militar comenzó en la prestigiosa Academia Naval de EEUU en Annapolis (Maryland), que tiene una tasa de aceptación de tan sólo el 8% de las solicitudes que le llegan.

Tras estudiar cuatro años y sirvió en la Marina posteriormente otros cinco años más. Su primer destino militar fue en un destructor donde ejercía como oficial de artillería. Allí pasó cientos de días frente a las costas de América Latina luchando contra el narcotráfico. Posteriormente, fue trasladada a Nápoles (Italia) como oficial de enlace.

Destructor de la Marina de EEUU

Durante meses estuvo embarcada en un destructor parecido al de esta imagen

Maris Stella decidió postularse en la Academia Naval tras sentir la necesidad en la escuela secundaria de “hacer algo grande y significativo” con su vida”.

Esta mujer recuerda que “sabía que era una gran oportunidad para mi educación, una gran oportunidad para servir a mi país, así que fui allí y recibí mucho más que eso”.

De hecho, llega a asegurar que Annapolis “cambió” su vida. “Estaba realmente rodeada en la Academia Naval de personas muy impresionantes que no sólo tenían una gran actitud de servicio y sacrificio, sino que también amaban a Dios de verdad”.

En la Academia Naval, la hermana Maris asegura que también recibió una formación en virtudes.  Y cita concretamente el sacrificio y el servicio. “Íbamos con nuestros uniformes y la gente nos agradecía nuestro servicio, pero realmente sabíamos que estábamos sirviendo a algo más grande que nosotros mismos”.

Este deseo de servir a algo más grande le acompañó siempre y le fue dirigiendo hacia lo alto. En su segundo año en la academia participó en una peregrinación a Tierra Santa. Y allí experimentó lo que ella define como “el gran momento” de su vida. “Estaba sentada en el Huerto del Getsemaní, miré hacia arriba y vi a una hermana que pasaba por allí con su hábito. Cuando la vi su presencia realmente despertó algo en mí”, señala.

Maris Stella, con un bebé

La ayuda a madres embarazadas es uno de los carismas de esta comunidad religiosa

De este modo, la entonces militar de la Academia cuenta que “ella (aquella religiosa) realmente estaba diciendo con su vida lo que estaba en mi corazón: este deseo de entregarme no sólo por algo más grande, sino realmente por alguien, entregar mi vida a Dios”.

Con el tiempo, en el Ejército se fue dando cuenta que “Dios me estaba ofreciendo esta invitación a vivir sólo para Él”.

Además, su experiencia en el mar durante meses embarcada en aquel destructor la acercó incluso más al Señor. “A veces estábamos a cientos de millas de la costa y veía las estrellas por la noche, algo totalmente extraordinario, tan hermoso”, comenta. Y es que en aquellas noches estaba asombrada de que “Dios, quien hizo todo esto, también me hizo a mí y me ama”.

En ella fue madurando esta vocación a la vida religiosa en los últimos años en la Marina, y en su estancia en Europa empezó a investigar las distintas comunidades religiosas. Sin embargo, había una que destacaba para ella por encima de las demás: las Sisters of Life.

Esta congregación fue fundada por el cardenal O´Connor en Nueva York en 1991 y rápidamente se fue extendiendo más allá de la ciudad. Esta comunidad profesa cuatro votos: pobreza, castidad, obediencia y el más específico: “proteger y realzar el carácter sagrado de la vida humana”.

Maris Stella, en el centro, junto a otras dos hermanas

Estas religiosas dedican sus vidas a ofrecer apoyo a mujeres embarazadas y madres, también a mujeres que sufren tras un aborto. Igualmente, organizan retiros, evangelizan y tienen una especial atención con los estudiantes universitarios.

“Cuando conocí a las Sisters of Life no podía creer que su carisma existiera en la Iglesia y en el mundo”, confiesa la hermana Maris Stella.

Rápidamente este carisma atrapó a aquella oficial de la Marina: “me atraía mucho nuestra vida de oración, rezamos unas cuatro horas al día, y luego nuestras obras de servicio, de servir a los más vulnerables, los pobres y los no nacidos, y las mujeres que han tenido abortos, simplemente llevándoles la misericordia de Dios”.

Acudió a un retiro de discernimiento con las hermanas y posteriormente rezó una novena de 33 días a la Virgen María. “Ese mismo día llegué a casa y mi carta de aceptación llegó por correo. Sabía que era nuestra Santísima Madre quien realmente se preocupaba por mí”, añade.

Además, Maris Stella  afirma feliz que “ser esposa de Cristo es el regalo más hermoso que me han dado. Amo mi vocación. Es una vida plena y feliz. Dios no quita nada, nos da todo. Si bien puede parecer un sacrificio al principio, realmente recibimos cien veces más”.

Por ello, animó a todos aquellos que estén discerniendo su vocación a que pasen tiempo con Jesús frente al Sagrario, pues “ahí es donde Él puede decirnos la verdad y puede ayudarnos a descubrir cómo hizo que nuestros corazones amen en este mundo”.

Acerca de la atención a mujeres que han sufrido un aborto, uno de los carismas de las Sisters of Life, Maris Stella habla de su propia experiencia: “es uno de nuestros trabajos más hermosos (…) Muy a menudo las mujeres que han tenido un aborto piensan que no pueden ser perdonadas. Pero la verdad es que es lo contrario, que no hay pecado demasiado grande para la misericordia de Dios, y que Él anhela sanarnos y restaurarnos”.

J.Lozano / ReL

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