A sus 89 años, el padre Daniel Ange, una de las figuras más queridas del catolicismo francés, sigue incansable. Fue misionero en Ruanda en los años 60, ermitaño en Suiza durante 5 años, predicador después en más 40 países, y fundador en 1984 de la Escuela de Evangelización para jóvenes Jeunesse Lumière por la que han pasado ya 30 promociones, con docenas de vocaciones sacerdotales y consagradas.
Es un pionero de la Nueva Evangelización callejera, de la formación de jóvenes evangelizadores, del discipulado católico. Es un enamorado del cristianismo oriental, de la espiritualidad carismática y la música de alabanza, de la liturgia en latín y la forma extraordinaria del rito latino.
Y es un manifestante convencido. Dice que hay que salir a la calle, no sólo a predicar el Evangelio (que es lo primero) sino también a defender la vida y la familia. Ha asistido a las macromanifestaciones francesas, las Manifs Pour Tous, y las defiende.
Sus reflexiones sirven para Francia, para toda Europa y para buena parte del mundo occidental donde la vida y la familia son atacadas con leyes injustas y políticos anti-familia.
Estas son sus reflexiones después de 5 mega-manifestaciones en París que no han impedido que el Gobierno francés redefiniese el matrimonio, facilitase el aborto más y en las que el movimiento pro-familia se ha visto sacudido por desacuerdos internos. También responde a los clérigos que consideran que no es responsabilidad cristiana animar esa agitación en las calles.
Así argumenta el padre Daniel Ange. (Estas reflexiones fueron realizadas en 2014 en el contexto de la Manif pour Tous y las grandes manifestaciones en Francia en defensa del matrimonio natural).
¿Para qué sirven las Manifs Pour Tous?
Se oyen reflexiones desilusionadas, gente descorazonada: ¡las mega Manifs no han servido para nada! Es verdad que el gobierno no sólo no las ha tenido en cuenta, como tampoco a las 700.000 firmas presentadas al CSESE, encapsulado como está en su obstinación ideológica, sino que han hecho todo lo posible para relativizarlas (cifras, fotos escandalosamente falseadas, etc.).
Y sin embargo, estas manifestaciones tendrán, de ahora en adelante, un impacto innegable y una utilidad estratégica en diversos ámbitos.
Constato diez logros:
1. Han permitido a una multitud de personas «poder hacer algo» por fin, aunque sólo sea salir a la calle. Han sido un consuelo para todos aquellos que no tienen otra manera de gritar su hastío, su hartazgo, su casi desesperación, aplastados como están bajo la apisonadora de un régimen prácticamente dictatorial. No les queda nada más que esto si no quieren asistir totalmente impotentes al naufragio de una sociedad, al torpedeamiento de una civilización, que ha sido la suya durante siglos.
2. Han demostrado que somos capaces de organizar mega-manifestaciones a gran escala, pacíficas, sin un resbalón, ante el asombro de todos.
Nos han dado confianza en nuestra capacidad de resistencia pasiva y masiva frente a un régimen de tipo totalitario. Nunca podremos expresar suficientemente nuestro agradecimiento a los distintos movimientos, redes, organismos y personas que se han dedicado a tiempo completo para organizarlas. Todo ha sido realizado con una estrategia impecable, una solidaridad ejemplar entre las distintas organizaciones.
¿Somos verdaderamente conscientes de este magnífico éxito de orden de una obra maestra social? ¿No será un milagro?
3. Las Manifs han tenido, a pesar de las apariencias, mucho más impacto de lo que pensamos en el gobierno, que no ha podido negar su amplitud a pesar de las mentiras de los medios de comunicación censurados por el Estado. Gracias a ellas, los proyectos de la PMA (Procréation Médicalement Assistée – Reproducción medicamente asistida) para personas del mismo sexo y de la GPA (Gestation pour autrui – útero de alquiler) han sido pospuestas, aunque debían ser aprobadas rápidamente a hurtadillas. Aunque se trate solamente de un respiro, éste da tiempo para reflexionar y que se suscite una toma de conciencia jurídica y política.
4. La gran multitud que ha participado ha conseguido reventar las pantallas, incluso las teledirigidas por el Estado, que se han visto obligadas a mostrar, a pesar de todo, las imágenes, aunque falsificándolas, como también las cifras.
5. También han contribuido a hacer reflexionar a un gran número de ciudadanos medios que, hasta ese momento, se tragaban a ciegas los proyectos de ley que se les imponían.
Unos eslóganes simples aparecidos en los medios de comunicación (Un papa, una mamá: no se miente a los niños; Padre, madre, es elemental, etc.) han hecho que muchos se planteara que «cuando el río suena, agua lleva».
6. Para los jóvenes – numerosos entre los manifestantes (la gran mayoría de ellos Veilleurs - centinelas), ha sido una experiencia fabulosa, histórica, que ha marcado sus vidas, por lo menos su juventud.
Han visto con sus propios ojos que no eran los desgraciados últimos mohicanos, marginados en la escuela, casi excluidos socialmente sin atreverse a afirmar sus convicciones sin correr el riesgo del desprecio o, peor aún, el sarcasmo. Forman parte de toda una generación que está a punto de levantarse sabiendo afirmar sus valores pacíficamente, con la orgullosa humildad de ser criaturas de Dios, por lo menos para los creyentes.
7. Han suscitado una fantástica creatividad juvenil, alegre, entusiasta, arrancándoles de la tristeza del ambiente, del «¡bah!» desengañado, de las amargas desilusiones.
Sí, podemos hacer algo para cambiar las cosas. No estamos condenados a la impotencia exasperada, al aburrimiento de una sociedad que robotiza y nos convierte en mercancía.
Podemos luchar. Podemos resistir. Podemos guiar la disidencia.
Podemos seguir el ejemplo de nuestros mayores que vivieron bajo los regímenes totalitarios precedentes.
No tenemos menos valor, menos imaginación, menos audacia que ellos. Ya no somos peones, juguetes, loros u objetos de consumo.
Debemos “ser” para el niño que tiene que nacer, para el niño que hay que proteger de la de-sexualización, de las perversiones, de la violación de su inteligencia, de su sentido común, de su confianza, de su inocencia: no, esto no está pasado de moda, no es un juego viejo, ¡es lo más nuevo! Este combate da sentido a mi vida, la eleva.
Puedo luchar pacíficamente, no por el dinero, sino gratuitamente, por los más frágiles que hay que defender.
Es humanitario al máximo, la caridad suma, la generosidad n° 1, la evangelización al nivel más alto.
Estas son las grandes manifestaciones que han suscitado, despertado, provocado esta increíble creatividad: los veilleurs (centinelas), les veilleurs debouts (centinelas de pie), las madres veilleuses, los Hommen [hombres pro-familia, alternativa pacífica a las Femen], las mil iniciativas para manifestar nuestra resistencia, etc.
8. Han tenido un impacto sobre los diputados, senadores y los alcaldes que luchan valientemente contra la ideología destructora de nuestros valores, de nuestro pueblo. Si pueden hacerlo con tanta valentía es porque se sienten rodeados y apoyados por todo un pueblo: sí, nosotros hablamos en nombre de un gran número de personas a las que representamos como toda persona elegida debe hacer.
¿Diálogo o manifestación?: ¡ambos son necesarios! ¡Ambos son, inseparablemente, necesarios! Pero ¿cómo hacerlo cuando el diálogo se convierte en un diálogo para sordos?
Los debates en el parlamento rozan lo ridículo. Ni siquiera se escucha a cuantos se oponen a estas leyes inicuas (se juega a Scrabble mientras se abordan estas cuestiones cruciales de bioética y se amañan los votos).
9. Son las manifestaciones que han roto la amalgama que causa espanto al mundo islámico tradicional: esta decadencia moral occidental, esta desaparición del sentido mismo de la vida y del respeto hacia el más frágil, era…. ¡el cristianismo identificado con Occidente!, incapaces como son [los musulmanes, N.d.T.] de imaginar una separación entre Estado y religión.
Y he aquí que, por fin, por primera vez, estos musulmanes de corazón sincero, con un sentido tan profundo de la vida y de la familia, han podido ver que los cristianos están tan horrorizados como ellos por estas aberraciones.
Unas declaraciones de los obispos no hubieran bastado para clarificar esta ambigüedad. Por esto ha sido importante la presencia de estos hermanos en humanidad en las distintas manifestaciones. Nosotros estamos orgullosos de los que han tenido el valor de adherirse a las «jornadas sin niños» dando vergüenza a nuestra indiferencia.
10. Y por último, pero no por ello menos importante: el enorme impacto en otros países. Sólo unas manifestaciones como estas han sido capaces de romper las pantallas, de imponerse en la página principal de los periódicos del mundo entero.
Han levantado grandes esperanzas, particularmente en los países de Europa que han sido sometidos durante 50 o 70 años a un régimen totalitario. Les han recordado todo lo que se vivió en los fantásticos años del 80 al 89: fueron unos imparables movimientos de masa lo que acabaron con el comunismo, dinamitándolo desde dentro.
Temblando ante la amenaza inminente de encontrarse atados de pies y manos económicamente, bajo una nueva ideología dictatorial, han visto que es posible reaccionar, luchar, resistir y finalmente vencer, como hicieron sus padres hace 30 años. Por esto, el 2 de febrero ha habido manifestaciones en varias capitales de Europa. Sólo nuestro pueblo alzándose para rechazar que lo anestesien, lo amordacen y lo aplasten ha hecho posible que se convocaran.
¿En los despachos o en la plaza Beauvau?
Todo se juega, se truca por adelantado. Están obligados a votar siguiendo las consignas del partido, apenas mayoritario, sin ningún respeto por su conciencia personal, como si fueran marionetas o loros, seguros en todo caso de salir vencedores.
Ciertamente, hay que dar prioridad en todas partes a un debate sereno, a una explicación objetiva, a una argumentación concreta, a una información exacta, citando los hechos y los textos; pero a menudo el diálogo es apasionado y se torna violento.
¿Con quién dialogar pacíficamente? Incluso cuando hay una escucha sincera entre dos personas, puede suceder que no se den ninguna de las condiciones señaladas más arriba (impacto en el Islam, otros países, etc.). Desde luego, hay que intentarlo, tanto en los despachos como en las calles.
Encuentro lamentable que ciertas personas que defienden el fondo de este combate hayan decidido no participar, aunque sólo el aspecto masivo permite un impacto. ¿Por quién, entonces, vibran al final?
Implicarse en la política, pero ¿por qué?
Las Manifs Pour Tous han despertado en muchos jóvenes una conciencia viva de su responsabilidad política.
Ahora bien, algunos acusan también a los manifestantes y a algunos organizadores de entrar en política, de presentarse a los próximas elecciones políticas y europeas.
¡Extraño! Por una parte, sabemos que en un régimen democrático occidental, los únicos que detienen el poder legislativo son los elegidos. Prácticamente unidos se pasa una ley, incluso una ley que puede comprometer a un país durante años, si no decenios, y en la que está en juego la vida y la muerte de las personas. Cada voz cuenta.
Por otra parte, los Papas no han dejado de animar a los jóvenes a dedicarse con valor a la política.
Es utópico gritar en la calle si luego no nos comprometemos políticamente, dejando el puesto a otros.
Es incoherente manifestarse y, al mismo tiempo, lamentarse de que el Parlamento no está de nuestro lado. ¿De quien es el error?
En la situación actual, en la que todos los partidos nos han decepcionado, pues ninguno responde plenamente a lo que un gran número de personas espera, es urgente inyectar sangre nueva en este mundo de tiburones, donde todos se excluyen mutuamente; es necesario salir de una vez por todas de estos carriles paralelos derechas-izquierdas que giran hacia el maniqueísmo.
Ahora bien, ¿dónde respirar este aire fresco? Evidentemente, con la generación joven.
¿Dónde están? Una gran mayoría en las Manifs pour tous y, en especial, con los audaces veilleurs.
Es necesario que una multitud se comprometa seguidamente para las próximas elecciones, sin adherirse a un partido o clasificarse derechas-izquierdas.
La vida humana, el niño, la sexualidad, la familia: todo es, sencillamente, humano. Que yo sepa no hay una existencia de derechas y otra de izquierdas, un bebé de derechas y otro de izquierdas.
Saludo el valor de todos los jóvenes que afrontan su miedo a comprometerse con la esperanza de convertirse en nuestros alcaldes, diputados, senadores y, a lo mejor, un día, en Presidente. Empezando por el humilde escalón del edil municipal. Entonces, Francia y Europa estarán a salvo del desastre actual, del naufragio que se avecina.
Extremismo y violencia: ¿de qué lado?
Estigmatizan a todos los participantes como integristas, extremistas, fachas, racistas, homófobos (la más peligrosa de las etiquetas) ¡odiosa amalgama! o simplemente de pertenecer a este Front National [partido fundado por Jean-Marie Le Pen, hoy dirigido por su hija Marine; ndr] considerado diabólico.
Desgraciadamente estos calificativos se ponen de manifiesto en eslóganes que ignoran al 99% de buenas personas que se sublevan contra el integrismo, el fascismo o el racismo.
¿Cómo se puede hacer una tal amalgama entre algunos grupos efectivamente integristas o violentos y esta gigantesca masa de buenos ciudadanos, creyentes o no, que no tienen otro modo de expresarse más que echarse a la calle?
Y si algunos pueden sentirte tentados por la violencia ante la ineficacia de los métodos no violentos y el callejón sin salida de los diálogos, yo pregunto: ¿en qué lado está la violencia?
Cuando un partido y su gobierno - elegido con un porcentaje mínimo que no representa más que una minoría de la población, visto el número de abstenciones -, se arroga el derecho de imponer a todo un pueblo, sin la mínima consulta popular, una ideología destructora de la identidad nacional y de la matriz cristiana de Europa y de Francia, ¿no es esto violencia?
Cuando se pretende cambiar sin dudarlo de civilización, creando un hombre nuevo («no se puede construir una república con la religión católica»[frase de Vincent Peillon, ministro de Educación en el gobierno Hollande, NdT]) ¿no es esto violencia?
Cuando se ataca el respeto mismo de la vida en su fragilidad, desestabilizando a la familia por todos los medios, ¿no es esto violencia?
Cuando se imponen casi manu militari cursos de educación sexual que pervierten a la infancia, inoculando en los niños desde el parvulario una ideología que socava lo que les quedaba: un hombre es un hombre, una mujer es una mujer, un niño es un niño, ¿no es esto violencia?
Cuando se quiere a-sexualizar, de-sexualizar y a veces trans-sexualizar a los niños, desvinculando anatomía y psicología, falsificando también su inteligencia, minando su confianza, inutilizando finalmente su existencia, violando su conciencia: toda violación, ¿no es eso acaso violencia?
Cuando ningún psicólogo, psiquiatra infantil, maestro y, sobre todo, ningún padre es consultado; cuando los profesores son obligados a «de-construir los estereotipos sexuales y familiares»; cuando se arranca al niño a su familia por medio también de los nuevos ritmos escolares [El ministerio de Educación quiere alargar la semana escolar a cinco días -actualmente en Francia es de cuatro días-, alargar el horario escolar y acortar las vacaciones; ndt], ¿no es esto violencia?
Cuando los padres se atreven a protestar y son vilipendiados públicamente por el poder, e incluso penalizados (en Alemania encarcelados) y sus niños perseguidos: ¿no es esto violencia?
Cuando se pasan leyes a la fuerza, a hurtadillas, aprobadas en pocas horas de sesión parlamentaria ; cuando se miente descaradamente para engañar a la opinión pública («no es cuestión de género» mientras que todos los documentos avalados por la Educación Nacional imponen la ideología de género desde el primer curso de la escuela primaria), ¿no es esto violencia?
Cuando una política [se atribuye a la senadora socialista Laurence Rossignol, ndr] declara fríamente: «el niño pertenece al Estado» (¡tesis de Hitler y Stalin!) y el Estado, efectivamente, se arroga el derecho de raptarlos moralmente, ¿no es esto violar los derechos imprescriptibles de los padres?
Repudiar las cartas de la ONU sobre los derechos del hombre y los derechos del niño, firmadas por Francia, y situarse en oposición frontal a estas cartas internacionales, ¿no es traicionar sus compromisos políticos internacionales?
Cuando estudiantes pacíficos son agredidos, arrestados, aporreados, molestados por haber cometido el crimen de no pensar con el pensamiento único impuesto; por haber cometido el crimen de reflexionar y de expresarse o de permanecer de pie en silencio en plena noche, ¿no es esto violencia?
Cuando nuestro gobierno, por una parte aprueba las mega-manifestaciones de Kiev y condena la represión violenta contra los manifestantes que luchan día y noche contra una dictadura, pero por la otra reprimen violentamente nuestras manifestaciones, ¿no es esto una incoherencia?
Cuando se preparan a fabricar huérfanos que no conocerán jamás nada de su ascendencia y genealogía porque papá viene en contenedores de Suecia y mamá de ovocitos de Japón, comprados según su cociente intelectual, ¿no es esto violencia?
Cuando obligamos a un niño a llamar Papá a una mujer joven y Mamá a un señor barbudo; cuando decimos a los niños desde el jardín de infancia: tu cuerpo es masculino pero tú puedes ser femenino, ¿no es esto una violencia extrema?
Cuando un médico puede atribuirse (en Holanda) el derecho tremendo de matar a un niño minusválido, incluso sin el consentimiento de los padres porque estos no pueden ser objetivos porque lo aman, ¿no es esto una violencia extrema?
Cuando queremos liquidar «dulcemente» a un enfermo que cuesta demasiado caro a la sociedad, o que no es económicamente rentable, sin ni siquiera su consentimiento o el de su familia, cuando queremos ayudar a un adolescente deprimido a quitarse la vida antes de que se lamente amargamente, ¿no es esto violencia?
Todo esto acumulado, ¿no es acaso integrismo ideológico? ¿Extremismo dictatorial? En resumen, ¿un neo-fascismo?
Entonces, al saber todo esto, al ver con nuestros ojos a nuestros hijos tan engañados, ¿cómo osan reprochar a la gente que aún tiene el sentido común intacto de que hagamos la única cosa que nos queda, que es gritar nuestra indignación, resistiendo con nuestros gritos ante el Arco de Triunfo?
Sí, de nuevo sí, nos negamos a ser amordazados, anestesiados, timados, engañados, aterrorizados.
En nombre de los sin voz y de los más pequeños: el niño en el seno materno, el niño minusválido, el niño en la escuela.
P.J.G./ReL
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