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martes, 9 de noviembre de 2021

Evngelio del día


 

Evangelio según San Lucas 17,1-6.

Jesús dijo a sus discípulos: "Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona!
Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños.
Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo.
Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: 'Me arrepiento', perdónalo".
Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe".
El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería."


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Asterio de Amasía (¿-c. 410)
obispo
Homilía 13; PG 40, 355s


«Si tu hermano te ofende... lo perdonarás»

Vosotros que sois duros e incapaces de suavidad, aprended de la bondad de vuestro Creador y no seáis, para vuestros compañeros de servicio, jueces y árbitros amargos, esperando que venga el que va a desvelar los recovecos del corazón y él mismo, el amo todopoderoso, señalará a cada uno su lugar en la otra vida. No juzguéis severamente para que no seáis juzgados de la misma forma y traspasados por las palabras de vuestra propia boca como si fueran dientes agudos. Porque es contra esta clase de mal que parece nos quiere poner en guardia esta palabra del Evangelio: «No juzguéis y no seréis juzgados» (Lc 6,37). Al decir esto no quiere expulsar ni el discernimiento ni la sabiduría; lo que él llama juicio, es una condenación demasiado severa. Aligera, pues, tanto como te sea posible, el peso de tu medida si quieres que tus actos no pesen demasiado en la balanza cuando nuestra vida será pesada, como sobre una balanza, en el juicio de Dios... No rechaces ser misericordioso a fin que no seas tú excluido del perdón cuando tengas necesidad de él.


Oración de Santa Faustina

Oh Señor, deseo transformarme toda en tu misericordia y ser un vivo reflejo de ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.

Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.

Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. (...)

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo (...)

Que tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí.

Oh, Dios misericordioso que no nos desprecias, sino que continuamente nos colmas de tus gracias, nos haces dignos de tu reino y en tu bondad llenas con los hombres los lugares abandonados por los ángeles ingratos. Oh Dios de gran misericordia que has apartado tu santa vista de los ángeles rebeldes dirigiéndola al hombre arrepentido, sea honor y gloria a tu misericordia infinita.

Oh Jesús, deseo vivir el momento actual, vivir como si este día fuera el último de mi vida: aprovechar con celo cada momento para la mayor gloria de Dios, disfrutar de cada circunstancia de modo que el alma saque provecho. Mirar todo desde el punto de vista de que, sin la voluntad de Dios, no sucede nada. Oh Dios de misericordia infinita, abraza al mundo entero y derrámate sobre nosotros a través del piadoso Corazón de Jesús.

Oh Dios de gran misericordia, bondad infinita, hoy toda la humanidad pide, desde el abismo de su miseria, tu misericordia, tu compasión, oh Dios; y llama con la potente voz de la miseria. Dios indulgente, no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra. Oh Señor, bondad inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes que por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta ti, te imploramos, anticípanos tu gracia y multiplica incesantemente tu misericordia en nosotros para que cumplamos fielmente tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas y a la hora de la muerte. Que la omnipotencia de tu misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra salvación, para que, con confianza, como tus hijos, esperemos tu última venida. Amén”























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