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miércoles, 17 de noviembre de 2021

Evangelio del día

 

Lucas 19:11-28
La parábola de los talentos


Mientras la gente escuchaba, Jesús pasó a contar una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y se imaginaban que el reino de Dios se iba a manifestar allí mismo. Por eso dijo: "Un hombre de noble cuna fue a un país lejano para ser nombrado rey y después regresó. Llamó a diez de sus siervos y les dio diez libras. "Haced negocios con ellas", les dijo, "hasta que vuelva". Pero sus compatriotas lo detestaban y enviaron una delegación a seguirlo con este mensaje: "No queremos que este hombre sea nuestro rey".
 
A su regreso, tras recibir su nombramiento como rey, mandó llamar a los siervos a los que había dado el dinero, para saber qué ganancia había obtenido cada uno. El primero llegó y dijo: "Señor, con su libra se han ganado diez". "¡Bien hecho, mi buen siervo!", le respondió "Ya que has demostrado tu fidelidad en una cosa muy pequeña, tendrás el gobierno de diez ciudades". Luego vino el segundo y le dijo: "Señor, tu una libra ha hecho cinco". A éste también le dijo: "Y tendrás el gobierno de cinco ciudades". Luego vino el otro y dijo: "Señor, aquí tiene su libra. La he guardado bien en un lienzo porque tenía miedo de ti, pues eres un hombre exigente: recoges lo que no has puesto y cosechas lo que no has sembrado." "¡Siervo malvado!", dijo él, "de tu propia boca te condeno. ¿Así que sabías que yo era un hombre exigente, que recogía lo que no había puesto y cosechaba lo que no había sembrado? Entonces, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? A mi regreso podría haberlo sacado con intereses". Y dijo a los que estaban allí: "Quitadle la libra y dadla al que tiene diez libras". Y ellos le dijeron: "Pero, señor, él tiene diez libras...". "Os digo que a todo el que tenga se le dará más; pero al que no tenga, se le quitará hasta lo que tenga.
 
''Pero en cuanto a mis enemigos que no me quisieron por rey, traedlos aquí y ejecutadlos en mi presencia''.
 
Dicho esto, siguió adelante, subiendo a Jerusalén.

Comentario

Bulle

Papa Francisco
Audiencia general del 05/06/2013 (trad. © copyright Librería Editrice Vaticana)


“Hacedlos fructificar”

“Hoy desearía detenerme en la cuestión del medio ambiente, como ya he tenido oportunidad de hacer en varias ocasiones. Me lo sugiere además la Jornada mundial del medio ambiente, de hoy, promovida por las Naciones Unidas, que lanza un fuerte llamamiento a la necesidad de eliminar el desperdicio y la destrucción de alimentos.
Cuando hablamos de medio ambiente, de la creación, mi pensamiento se dirige a las primeras páginas de la Biblia, al libro del Génesis, donde se afirma que Dios puso al hombre y a la mujer en la tierra para que la cultivaran y la custodiaran (cf. 2, 15). Y me surgen las preguntas: ¿qué quiere decir cultivar y custodiar la tierra? ¿Estamos verdaderamente cultivando y custodiando la creación? ¿O bien la estamos explotando y descuidando? El verbo «cultivar» me recuerda el cuidado que tiene el agricultor de su tierra para que dé fruto y éste se comparta: ¡cuánta atención, pasión y dedicación!
Cultivar y custodiar la creación es una indicación de Dios dada no sólo al inicio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto; quiere decir hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un lugar habitable para todos. Benedicto XVI recordó varias veces que esta tarea que nos ha encomendado Dios Creador requiere percibir el ritmo y la lógica de la creación. Nosotros en cambio nos guiamos a menudo por la soberbia de dominar, de poseer, de manipular, de explotar; no la «custodiamos», no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que hay que cuidar. Estamos perdiendo la actitud del estupor, de la contemplación, de la escucha de la creación; y así ya no logramos leer en ella lo que Benedicto XVI llama «el ritmo de la historia de amor de Dios con el hombre». ¿Por qué sucede esto? Porque pensamos y vivimos de manera horizontal, nos hemos alejado de Dios, ya no leemos sus signos.

Oración

Padre Santo, venimos ante ti en este día con un corazón contrito y humillado, reconociendo que te necesitamos. Tú conoces nuestras luchas, tú conoces los obstáculos que estamos enfrentando. Tú más que nadie nos conoce: aun mejor que nosotros mismos. Ponemos en tus manos nuestras finanzas, el fruto de nuestro trabajo, las bendiciones que tú nos has dado. No permitas, Señor, que el devorador se coma lo que tú nos has proveído. Muéstranos con tu Santo Espíritu, cualquier error que estemos cometiendo, o cualquier influencia de maldad externa que este obstruyendo tu bendición.

 

Ponemos ante tus pies nuestro empleo, nuestro negocio, nuestras habilidades, nuestro oficio o profesión; y te pedimos que abras las puertas para que podamos obtener un salario justo y una ganancia honesta. Así como tú multiplicaste los panes, manda Señor que lo que hoy tengamos en nuestra mano sea multiplicado. Así como transformaste el agua en vino, haz que lo poco que tengamos se transforme radicalmente en algo de utilidad y valor. Así como tú caminaste sobre las aguas, Señor, danos una revelación para nosotros caminar sobre las tormentas que buscan hundirnos en la desesperación.

 

En este día, Señor, te pedimos por un poderoso milagro que traiga un cambio definitivo y total en nuestra situación financiera; que seamos libres de la esclavitud de las deudas, y que cese en nuestras vidas toda tensión y ansiedad.

 

Pedimos por todos aquellos que leen estas líneas, por todos tus hijos, por los pobres y huérfanos. Que ese milagro sea hecho, que se abran las ventanas de los cielos.










































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