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martes, 9 de noviembre de 2021

Evangelio del día


 

Evangelio según San Juan 2,13-22.

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén
y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas
y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?".
Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar".
Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".
Pero él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Comentario


Bulle

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón sobre el salmo 130, § 1-2


El Templo santo: el Cuerpo de Cristo

«El Señor los echó a todos del Templo.» El apóstol Pablo dice: «El templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros» (1Co 3,17), es decir, todos los que creéis enCristo y o creéis hasta el punto de amarle... Todos los que lo creen son piedras vivas sobre las que se edifica el templo de Dios (1P 2,5); son como esta madera que no se corrompe con la que ha sido construida el arca que ni el diluvio pudo sumergir (Gn 6,14). Ese templo, el pueblo de Dios, los mismos hombres, son el lugar donde Dios escucha al que le ora. Los que oran a Dios fuera de ese templo no serán escuchados para llegar a la paz de la Jerusalén de arriba, aunque si pueden serlo para ciertos bienes materiales que Dios concede también a los paganos... Pero es cosa muy distinta ser escuchado en lo que concierne a la vida eterna, esto no se concede más que a los que oran en el templo de Dios.
Porque el que ora en el templo de Dios ora dentro la paz de la Iglesia, en la unidad del Cuerpo de Cristo, porque el Cuerpo de Cristo está constituido por la multitud de creyentes repartidos sobre toda la tierra... Y el que ora dentro la paz de la Iglesia ora «en espíritu y verdad» (Jn 4, 23); el Templo antiguo no era más que un símbolo. En efecto, era para instruirnos que el Señor echó del Templo a esos hombres que no buscaban más que su propio interés, que no iban a él más que para comprar y vender. Si este Templo tuvo que soportar esta purificación, es evidente que también el Cuerpo de Cristo, el templo verdadero, entre los que oran se mezclan compradores y vendedores, es decir, unos hombres que no buscan más que «sus propios intereses y no los de Cristo Jesús» (Flp 2,21)... Tiempo vendrá en que el Señor sacará fuera todos estos pecados.

Oración

¡Ven, Espíritu Santo, ven a mi corazón para que me pueda convertir en un verdadero templo tuyo! ¡Envíame, Espíritu Santo, tu luz desde el cielo para que ilumines mi camino y el de los míos! ¡Ven cuanto antes, padre de los pobres, luz que penetra en lo más profundo de las almas, tú que eres dador de todos los dones que con tanto anhelo espero! ¡Ven, Espíritu Santo, tú que eres fuente de todo consuelo, amable huésped del alma, paz en las horas de duelo! ¡Ven, Espíritu Santo, ven a mi corazón y lléname con tu luz santificadora, entra también hasta el fondo de mi alma que tanto te adora! ¡Ven, Espíritu Santo, inspírame siempre con tu inspiración divina pues si ti nada puedo y el pecado me domina! ¡Ven, Espíritu Santo, que quiero convertirme en un templo que te acoja! ¡Lava, Espíritu Santo, todas mis inmundicias y cura todas mis heridas! ¡Ven, Espíritu Santo, doblega mi soberbia y mi egoísmo, endereza mi camino, hazme un hombre nuevo! ¡Ven, Espíritu Santo, envíame virtudes y méritos, que quiero ser un templo santo!

Dice San Agustín: "El que canta reza dos veces".



















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