Comentario
San John Henry Newman (1801-1890) |
"El día en que el Hijo del hombre se revelará"
Nuestro Señor y Salvador aceptó vivir en un mundo que lo rechazó; vivió allí para morir por él en el momento fijado. Vino como el sacerdote designado para ofrecer el sacrificio por los que no participaban en ningún acto de adoración... Murió, y resucitó al tercer día, Sol de justicia (Mal 3,20), mostrando todo el esplendor que había permanecido escondido por la nubosidad del principio. Resucitó y está a la derecha de Dios, para pleitear por sus sagradas heridas a favor de nuestro perdón, para reinar y conducir a su pueblo rescatado, y para verter sobre él de su costado traspasado las mayores bendiciones. Subió para descender en el momento fijado y juzgar al mundo que rescató... Elevó con él la naturaleza humana...porque un hombre nos rescató, un hombre ha sido exaltado por encima toda criatura, haciéndose uno con nuestro Creador, y un hombre juzgará a los hombres el último día (Hch. 17,31). |
Esta tierra es tan privilegiada que nuestro juez no será un extranjero, sino el que es nuestro semejante, el que defenderá nuestros intereses y comprenderá plenamente con todas nuestras imperfecciones. El que nos amó hasta morir por nosotros, es designado misericordiosamente para fijar la medida y el valor final de su propia obra. El que aprendió de su propia debilidad a defender al débil, el que quiere cosechar todo el fruto de su Pasión, separará el trigo de la paja, de suerte que no se perderá ni un grano (cf Mt 3,12). El que nos hizo participar en su propia naturaleza espiritual, de quien hemos recibido la vida de nuestras almas, el que es nuestro hermano, decidirá de sus hermanos. ¡En este segundo advenimiento, que se acuerde de nosotros en su infinita piedad y misericordia, Él, que es nuestra única esperanza, Él, que es nuestra única salvación! |
Oración
Oh María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como signo de salvación y de esperanza.
Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los
enfermos, que al pie de la cruz te asociaste al
dolor deJesús, manteniendo firme tu fe.
Oh Madre amorosa,
tú sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que proveerás,
como lo hiciste en Caná de Galilea.
Intercede por nosotros ante tu Hijo Jesús,
el Divino Médico,
pora quellos que han enfermado,
por quienes son más vulnerables
y por quienes han muerto.
Intercede también por quienes cargan la
responsabilidad de proteger la salud
y seguridad delos demás y por quienes
atienden al enfermo y buscan una cura.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y a hacer lo que nos diráJesús,
quien ha tomado sobre sí nuestros
sufrimientos y ha cargado con
nuestros dolores para conducirnos,
através de la Cruz,
a la alegría de la Resurrección. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de
Dios; no desprecies las súplicas que te dirigimos en
nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo
peligro ¡Oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.
Adaptada de la oración del Papa Francisco
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