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viernes, 19 de noviembre de 2021

Evangelio del día

Lucas 19:45-48
Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de ladrones

Jesús limpiando el templo,
cuadro de Carl Heinrich Bloch (1834-1890),
pintado en 1874,
óleo sobre lienzo
© Alamy / Christian Art

Jesús entró en el Templo y comenzó a expulsar a los que vendían. Según la Escritura -dijo-, mi casa será una casa de oración. Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones".
 
Enseñaba en el Templo todos los días. Los jefes de los sacerdotes y los escribas, con el apoyo de los principales ciudadanos, trataron de acabar con él, pero no veían la forma de llevarlo a cabo porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.

Comentario

«Mi casa será casa de oración»

P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, el gesto de Jesús es profético. A la manera de los antiguos profetas, realiza una acción simbólica, plena de significación de cara al futuro. Al expulsar del templo a los mercaderes que vendían las víctimas destinadas a servir de ofrenda y al evocar que «la casa de Dios será casa de oración» (Is 56,7), Jesús anunciaba la nueva situación que Él venía a inaugurar, en la que los sacrificios de animales ya no tenían cabida. San Juan definirá la nueva relación cultual como una «adoración al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). La figura debe dejar paso a la realidad. Santo Tomás de Aquino decía poéticamente: «Et antiquum documentum / novo cedat ritui» («Que el Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo»).

El Rito Nuevo es la palabra de Jesús. Por eso, san Lucas ha unido a la escena de la purificación del templo la presentación de Jesús predicando en él cada día. El culto nuevo se centra en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios. Pero, en realidad, el centro del centro de la institución cristiana es la misma persona viva de Jesús, con su carne entregada y su sangre derramada en la cruz y dadas en la Eucaristía. También santo Tomás lo remarca bellamente: «Recumbens cum fratribus (…) se dat suis manibus» («Sentado en la mesa con los hermanos (…) se da a sí mismo con sus propias manos»).

En el Nuevo Testamento inaugurado por Jesús ya no son necesarios los bueyes ni los vendedores de corderos. Lo mismo que «todo el pueblo le oía pendiente de sus labios» (Lc 19,48), nosotros no hemos de ir al templo a inmolar víctimas, sino a recibir a Jesús, el auténtico cordero inmolado por nosotros de una vez para siempre (cf. He 7,27), y a unir nuestra vida a la suya.

Oración

Oh custodio y padre de vírgenes san José,

a cuya fiel custodia fueron encomendadas

la misma inocencia, Cristo Jesús,

y la Virgen de las vírgenes María,

por estas dos queridisimas prendas, Jesús y María,

te ruego y suplico me alcances que,

preservado de toda impureza,

sirva siempre castísimamente

con alma limpia y corazón puro

y cuerpo casto a Jesús y a María.

Amén.


























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