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miércoles, 9 de febrero de 2022

Evangelio del día


 

Evangelio según San Marcos 7,14-23.

Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.
¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".
Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola.
El les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo,
porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.
Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro.
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,
los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
La ciencia espiritual, Conferencias VIII-XVII (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad. sc©evangelizo.org


El recipiente purificado de nuestro corazón

Si quieren llegar a la ciencia verdadera de las Escrituras, apresúrense a adquirir una inquebrantable humildad de corazón. Ella no los conducirá a la ciencia que envanece sino a la que ilumina, con la consumación de la caridad. Es imposible que el alma que no es pura obtenga el don de la ciencia espiritual. (…)
El que no tiene el alma pura, no puede adquirir la ciencia espiritual, aunque sea asiduo a la lectura. No se confía un perfume de cualidad, ni una miel excelente, ni un licor precioso, a un recipiente fétido y corrompido. El recipiente penetrado de olor desagradable, contaminará fácilmente el perfume. No recibirá ningún olor agradable y suave, ya que lo que es puro se corrompe más rápido que lo que se purifica lo corrompido. Así ocurre en el recipiente de nuestro corazón. Si no es enteramente purificado de la contaminación fétida de los vicios, no podrá recibir el perfume de bendición del que habla el profeta: “Es como el óleo perfumado sobre la cabeza, que desciende por la barba -la barba de Aarón-, hasta el borde de sus vestiduras” (Sal 133,2). Tampoco guardará sin mancha la ciencia espiritual o las palabras de la Escritura: “¡Qué dulce es tu palabra para mi boca, es más dulce que la miel!” (Sal 119,103).
“¿Qué tienen en común la justicia con la iniquidad, o la luz con las tinieblas? ¿Qué entendimiento puede haber entre Cristo y Belial? (2 Cor 6,14-15).(EDD)


Oración para limpiar el Corazón:

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Señor y Dios mío, te pido por la gracia del Espíritu Santo que fortalezcas mi alma, para poder purificarla en tus caminos de amor.

Dios mío, ayúdame a purificarme, manda tu Espíritu a quitar todo deseo y preocupación inútil de mi corazón.

Apártame Señor mío de tantos deseos por las cosas transitorias y pasajeras, ayúdame a ver todo en este mundo como hojas secas sueltas al viento, y a mí mismo como alguien que está de paso y que no descansará sino cuando vuelva a Ti.

Recuérdame Padre, que sin tí en este mundo todo es vanidad y aflicción de espíritu. Sólo en Tí hay sabiduría verdadera, sólo el humilde llega a tu Paz.

Señor, dame la sabiduría celestial, para que aprenda a buscarte y hallarte sobre todas las cosas, gustarte y amarte sobre todo, y entender todo lo creado como es, según el orden de tu sabiduría eterna e infinita.

Otórgame, Señor, prudencia para alejarme de los que se acercan a mí con palabras dulces y vacías, y para sufrir con paciencia a los que se oponen a mí.

Dame siempre tu apoyo para que yo no me mueva con cada viento de palabras, ni busque llevar mi oreja a los cantos de sirena, que halagan para engañar: que yo no quiera agradar a los hombres sino a Tí, mí Dios y mi Señor.

Señor dame tu Gracia infinita, de preparar día a día mi corazón, para que nazca en él, el niño Dios; para que este sea siempre mi mayor deseo, tanto para mí como para mis seres queridos. Para andar así seguros por el camino de la salvación. Amén.































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