“Pienso que todos sentís ya un poco el rumor, el ruido de estas alas, la alegría de esta llamada del Señor a anunciar el mundo buenas noticias: de esperanza, de alegría, de libertad; el mundo de hoy suspira por la libertad, por la vida, que está queriendo buscar en los laboratorios; llevamos el germen de la Vida, de la Resurrección, de la Inmortalidad, de tantísimas cosas que tenemos que anunciar al mundo, grandes, grandes cosas”.
Estas palabras que pronunciaba en 1978 en una convivencia Carmen Hernández, coiniciadora del Camino Neocatecumenal, resumen a la perfección la vida de esta mujer que se desgastó por la evangelización y que recorrió el mundo entero anunciando la Vida Eterna.
Más de 40 años después, estas palabras resultan, si cabe, aún más proféticas, pues en este momento Dios ha sido arrancado de Occidente y el mundo tiembla ante una pandemia mundial buscando la vida en un laboratorio mientras aparta su mirada de Cristo Resucitado.
Esta llamada a la evangelización cierra el libro Carmen Hernández. Notas biográficas, editado por la BAC, y que escrito por el profesor Aquilino Cayuela supone la primera biografía oficial de una figura que en muchos casos ha estado en un segundo plano con respecto a Kiko Argüello pero que sin ella hoy no existiría el Camino Neocatecumenal, una realidad eclesial presente en 134 países y con más de 1,5 millones de miembros.
El pasado 19 de julio, el mismo día que se cumplía el quinto aniversario de su fallecimiento, se solicitó formalmente la apertura de la fase diocesana de su proceso de beatificación. Este acto se celebró en la catedral de La Almudena de Madrid tras una Eucaristía presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro.
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Aquilino Cayuela, doctor en Filosofía, profesor y escritor, vive también en su ser esta llamada a la evangelización y desde 2012 es junto a su mujer y sus cuatro hijos familia en misión en Berlín. Con esta biografía ha conseguido reflejar de manera magistral no sólo la vida de una de las personalidades femeninas más genuinas de la Iglesia en la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI sino además mostrar las entrañas del Camino Neocatecumenal, que ni en el fondo ni en la forma serían lo que son sin la aportación decisiva de Carmen.
El cardenal Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid y con quien Carmen tenía una gran afinidad, la define en la presentación de la biografía como “una mujer de una fuerte e indomable personalidad humana, una cristiana ‘preparada y dispuesta’ con uno de esos charismata clarissima (carismas extraordinarios) para contribuir o renovar y construir más y más la Iglesia en el tiempo histórico del Vaticano II.
Pero si hay alguien que conocía bien a Carmen ese era Kiko Argüello, su compañero de fatigas en la evangelización y que sin pretenderlo se complementaron a la perfección para dar forma a este itinerario de formación cristiana.
“Doy gracias a Dios por Carmen, que me ha dicho siempre la verdad, constantemente. Era una mujer profunda, auténtica y libre en su relación con todos. Era muy inteligente. Amaba a Cristo y a la Iglesia y al Papa, por encima de todo. Por amor a la Iglesia y a los hermanos ha permanecido junto a mí 50 años, aunque a veces fuera difícil para ella. A Carmen sólo le importaba hacer la voluntad de Dios, que vio que era estar conmigo en esta iniciación cristiana que es el Camino Neocatecumenal”, escribe Kiko en el prólogo de esta biografía.
Precisamente, en esta breve descripción Argüello esboza dos aspectos indispensables de la vida de Carmen y que quedan reflejados a lo largo de todo el libro: su libertad, una libertad tan grande que incluso en algunos momentos le hizo caer antipática para algunos. Y un segundo punto que va completamente unido al primero, pues era tan libre porque la única aspiración en su vida era cumplir la voluntad de Dios y anunciar el Evangelio.
Carmen Hernández, con Kiko Argüello y el padre Mario Pezzi
Como se verá en el libro, Carmen tenía otros planes para su vida. Quería ser religiosa, luego irse como misionera a Bolivia. Pero al final acabó su vida como laica y evangelizadora itinerante junto a Kiko Argüello, a quien no habría elegido para esta obra. Ambos eran de personalidades muy diferentes y tenían objetivos completamente distintos. Pero los dos comprendieron que la misión a la que habían sido llamados estaba por encima de sus planes y preferencias personales.
Esta mirada tan profunda a la evangelización de Carmen es explicada por el padre Mario Pezzi, el sacerdote del equipo internacional que acompañó de manera permanente a Kiko Argüello y a la propia Carmen Hernández desde 1982.
El presbítero confiesa que tuvo una gran afinidad con ella, pero también momentos de tensión. “Carmen tenía una mirada sobre la misión que iba muchas veces por delante de nosotros, mucho más lejos, más allá, pues su vista de la evangelización era mucho más larga, adelantada y profunda. Por eso yo la llamaba ‘mujer escatológica’. Porque ella tenía intuiciones sorprendentes, que a mí a veces me parecían arriesgadas y hasta, a veces, incomprensibles (…) Carmen era difícil de determinar, iba más allá de la realidad, iba a lo esencial de las cosas, sin pararse en las cosas secundarias. Tenía una visión profética, y todo lo miraba en función de la vida eterna, escatológicamente”, explica el padre Mario.
Además de licenciada en Teología, y una gran experta en la Escritura y la Liturgia, Carmen se había licenciado en Química. Durante toda su trayectoria evangelizadora siempre defendió la unidad entre ciencia y fe. Sus catequesis y sus intervenciones en los encuentros con jóvenes, obispos o familias están repletos de estas referencias. “La geografía, la cosmología, la física, la biología, siempre las ve como manifestación de esta magnífica gloria de Dios, que llama al hombre y a la mujer a una libertad más grande”, cuenta Cayuela en la biografía.
A San Juan Pablo II y a Carmen Hernández les unía una buena amistad
Esta “creatividad de Dios” la relaciona siempre con la libertad entregada por Dios al hombre. Y ante el peligro de homogeneización de las personas que pretenden las ideologías Carmen explicaba a miles de jóvenes en Loreto en 1995 que “el hombre, que Dios lo hizo a su imagen, que a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer lo creó, y le dio la posibilidad de ser creador él, de dar vida, no hizo como hace nuestra industria, las cosas en serie, sino que las hizo en serio; y tan en serio las hizo que le hizo ¡libre!”.
Esta libertad de Carmen Hernández le hizo también destacar por la defensa de la mujer y de la importancia de su papel en la Iglesia. Pero de una manera completamente opuesta al feminismo, tanto al político como al que intenta ganar fuerza en el seno de la Iglesia.
Igualmente de manera profética, la coiniciadora del Camino Neocatecumenal desde hace décadas llevaba advirtiendo a las mujeres jóvenes y adolescentes sobre este feminismo que pretendía engañarlas. Ella veía la acción de Satanás para destruir a la mujer y con ella a la familia.
Por ello, siempre mostró que el ejemplo era la Virgen María. En Denver, en 1993, ante miles de jóvenes que habían participado en la Jornada Mundial de la Juventud con San Juan Pablo II decía:
“¿Y por qué siempre la serpiente, que es el símbolo rastrero del mal, va a atacar a la mujer? Lo vemos desde la primea página del Génesis. ¿Y por qué? Porque la mujer tiene una cosa que la hace grande, grande y creativa como si fuera una imagen inmensa del poder de Dios, que es la matriz. ¡La fábrica de la vida! Y entonces la muerte buscará siempre dar muerte a la mujer. Para estropear el plan tendrá siempre que entrar a la lucha con la mujer”.
De este modo, Carmen añadía que “el demonio, revistiéndose siempre de feminismo, y de maravilla, y de inteligencia y de poder, ataca y engaña a la mujer”. Destacaba principalmente el aborto, pero también el querer borrar las diferencias entre hombre y mujer, obviando la capacidad de ser madre que tiene la mujer.
“No os dejéis engañar por todas esas propagandas del feminismo, que son las primeras tontas del mundo, estas feministas que no se dan cuenta de la grandeza inmensa de la mujer”, les insistía Carmen Hernández.
En Santiago de Compostela, en 1989, valoraba la importancia de la vocación a la vida religiosa de las mujeres y como “la virginidad ha sido muy importante” destacando que “las mujeres no son más o menos importantes que los curas: en el cielo no habrá ni hombre ni mujer ni casados ni nada de eso: será Dios en todo”.
Por ello, recalcaba que “Dios no tiene necesidad de ningún espermatozoide del exterior para generar a su Hijo: tiene una maternidad virginal. Por eso la Virgen María representará siempre, al interior del cristianismo, la Shekiná de Dios, la parte maternal de Dios”.
Esta biografía abarca muchísimos más aspectos de la vida de Carmen Hernández. Hace un recorrido profundo y detallado de su vida, y como consecuencia del Camino Neocatecumenal. Destaca y llama la atención la entrega y el desgaste de una vida por el Evangelio con sus cientos de viajes por todo el mundo, sus innumerables encuentros con jóvenes, obispos, familias o las catequesis que ofrecía para anunciar la Vida Eterna. Y lo siguió haciendo pese a la enfermedad y los dolores que la persiguieron hasta su muerte, sufrimiento que siempre ofreció por la evangelización. Todo esto y más lo encontrarás en Carmen Hernández. Notas biográficas.
Javier Lozano / ReL
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