Comentario
Homilía atribuida a San Macario de Egipto (¿-390) |
Para la oración, velar en espera de Dios
Para orar no hacen falta ni gestos, ni gritos, ni silencio, ni arrodillarse. Nuestra oración, a la vez prudente y fervorosa, debe ser una espera de Dios, hasta que Dios venga y visite nuestra alma a través de todos sus caminos de acceso a ella, todos sus senderos, todos sus sentidos. Tregua de nuestros silencios, de nuestros gemidos y de nuestros sollozos: no busquemos en la oración otra cosa que el abrazo de Dios. |
En el trabajo ¿no empleamos con esfuerzo todo nuestro cuerpo? ¿No colaboran al mismo todos nuestros miembros? Que nuestra alma se consagre toda entera a la oración y al amor del Señor; que no se deje distraer ni dar tirones por sus pensamientos; que ponga toda su atención en Cristo. Entonces Cristo la iluminará y le enseñara la verdadera oración, le dará la petición pura y espiritual que es según Dios, la adoración «en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). |
El que ejerce de comerciante no busca simplemente una ganancia. Por todos los medios se esfuerza en engrandecerlo y hacerlo crecer. Emprende nuevos viajes y renuncia a los que le parecen no son de provecho; sólo marcha con la esperanza de un negocio. Como él, sepamos nosotros conducir nuestra alma por los caminos más diversos y más oportunos, y adquiriremos, oh ganancia suprema y verdadera, ese Dios que os enseña a orar en verdad. |
El Señor se aposenta en un alma fervorosa, hace de ella su trono de gloria, se sienta en él y se queda allí. (EDD) |
Oración
De cara al fin del mundo (para ti es la hora de tu muerte, ¿verdad?)
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