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domingo, 8 de agosto de 2021

Evangelio del día


Evangelio según San Juan 6,41-51.

Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo".
Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'?"
Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Encíclica Ecclesia de Eucaristía, 11


«El pan que yo daré, es mi carne, dada para que el mundo tenga vida»

La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo su Señor como un don, no sólo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don en sí mismo, de su persona, en su santa humanidad y, además de toda su obra de salvación. Esta no queda relegada al pasado, pues «todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos...»(CEC,1085).
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y «se realiza la obra de nuestra redención» (LG 3). Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de él, como si hubiéramos estado presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos inagotablemente. Esta es la fe de la que han vivido a lo largo de los siglos las generaciones cristinas. Esta es la fe, que el Magisterio de la Iglesia ha reiterado continuamente con gozosa gratitud por tan inestimable don. Deseo una vez más llamar la atención sobre esta verdad, poniéndome con vosotros, hermanos y hermanas, en adoración delante de este Misterio: Misterio grande, Misterio de misericordia. ¿Qué más podría hacer Jesús por nosotros? En la Eucaristía nos muestra un amor que llega «hasta el extremo» (Jn 13,1), un amor que no conoce medida. (EDD)

Oración

Roguemos para que  el pan de vida de Jesús
nos sustente  en este nuestro viaje de la vida.
(Pausa)
Dios, Padre de vida,
tu Hijo Jesús es nuestro pan vivo
bajado de los cielos,
que, procediendo de ti,
ha venido a nosotros y al mundo
para darnos vida.
Qué él restaure nuestra fuerza y valor
mientras caminamos con él a través de la vida
y danos voluntad y amor
para compartir nuestro pan con los que lo necesitan,
 porque es Cristo quien, en ellos, nos grita  su hambre.
Te lo pedimos en el nombre del mismo Jesús, el Señor.



























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