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miércoles, 18 de agosto de 2021

Evangelio del día


 

Evangelio según San Mateo 19,30.20,1-16.

Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía para el Viernes Santo «La Cruz y el ladrón»


El hombre de la hora undécima: «Los últimos serán los primeros»

¿Qué es lo que ha hecho el buen ladrón para poder participar del paraíso después de la cruz?... Mientras que Pedro había negado a Cristo, el ladrón, desde lo alto de la cruz, daba testimonio de él. Y no digo esto para desanimar a Pedro; lo digo para poner en evidencia la grandeza de alma del ladrón... Este ladrón, mientras que todo el populacho estaba alrededor de él bramando, vociferando, llenándolos de blasfemias y sarcasmos, no tuvo en cuenta nada de esto. Ni tan siquiera tuvo en cuenta el miserable estado de la crucifixión que, de manera evidente, tenía delante de él. Recorrió todo este panorama con una mirada llena de fe... Se volvió hacia el Señor de los cielos y volviéndose hacia él, le dijo: «Acuérdate de mí, Señor, cuando llegues a tu Reino» (Lc 23,42). No queramos eludir la desenvoltura y el ejemplo del ladrón, no nos avergoncemos de tomarlo como maestro a él a quien Nuestro Señor no tuvo a menos hacerlo entrar el primero en el paraíso...
No le dijo, como a Pedro: «Ven, sígueme y haré de ti un pescador de hombres» (Mt 4,19). Tampoco le dijo como a los Doce: «Os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» (Mt 19,28). No le pagó con ningún título; no le enseño ningún milagro. El ladrón no le vió resucitando a un muerto, ni expulsar demonios, no vio que el mar le obedeciera. Cristo no le dijo nada ni del reino ni de la gehena. Y sin embargo dio testimonio a su favor delante de todos y le dio en herencia el Reino.


Oración

Cuidamos tu viña del alba a la tarde.
Ahora que nos pagas, nos lo das de balde,
que a jornal de gloria no hay trabajo grande.
Hora de la tarde, fin de las labores.
Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores.
Das al vespertino lo que al mañanero.
Son tuyas las horas y tuyo el viñedo.
A lo que sembramos dale crecimiento.
Eres Tú la viña, cuida los sarmientos.
Hora de la tarde, fin de las labores.
Amo de las viñas, paga los trabajos
de tus viñadores, de tus viñadores.





















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