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lunes, 23 de agosto de 2021

 

Mateo 23:13-22
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!


 

Jesús dijo: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
Vosotros que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos,
sin entrar vosotros ni dejar entrar a los que quieren hacerlo.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Vosotros que recorréis
 mar y tierra para hacer un solo prosélito, y cuando lo tenéis lo
hacéis doblemente apto para el infierno como vosotros.

¡Ay de vosotros, guías ciegos! Vosotros que decís: "Si un hombre
 jura por el Templo, no tiene fuerza; pero si un hombre jura por el
oro del Templo, está obligado". ¡Necios y ciegos! Porque, ¿qué vale
más, el oro o el Templo que hace sagrado el oro? O bien, "Si un
hombre jura por el altar no tiene fuerza; pero si un hombre jura
 por la ofrenda que está sobre el altar, está atado". ¡Ciegos! Porque,
¿qué vale más, la ofrenda o el altar que hace sagrada la ofrenda?
Por lo tanto, cuando un hombre jura por el altar está jurando por eso
y por todo lo que hay en él. Y cuando un hombre jura por el Templo
 está jurando por eso y por Aquel que habita en él. Y cuando un
hombre jura por el cielo, está jurando por el trono de Dios y por Aquel
que está sentado allí".

Comentario

Bulle

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Confesiones, VII, 10


Cristo nos llama a ver la luz que está encima de nosotros mismos

Invitado por mis lecturas a retornar sobre mí mismo, entré en el fondo de mi corazón, guiado por ti. Lo pude hacer porque tú me sostenías. Entré, y vi, no sé con que ojo más alto que mi pensamiento, una luz inmutable. No era la luz ordinaria que perciben los ojos del cuerpo, ni una luz del mismo género pero más potente, más resplandeciente, llenándolo todo con su inmensidad. No, no era eso, sino una luz diferente, muy diferente a todas estas.
Tampoco estaba por encima de mi pensamiento tal como el aceite flota por encima del agua, ni como el cielo se extiende por encima de la tierra. . Estaba por encima porque es ella quien me ha hecho; y yo por debajo, porque soy obra suya. Para conocerla hay que conocer la verdad; el que la conoce, conoce qué es la eternidad; es la caridad quien la conoce. ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad, amada eternidad! Tú eres mi Dios, y yo suspiro junto a ti día y noche.
Cuando comencé a conocerte, tú me has elevado hacia ti para mostrarme que aún me quedaban muchas cosas por conocer y cuán incapaz era todavía. Tú me has hecho ver la debilidad de mis miradas lanzando sobre mí tu esplendor, y yo me estremecí de amor y de terror. Descubrí que estaba lejos de ti, en la región de la desemejanza, y tu voz me venía como de lo alto: “Yo soy el pan de los fuertes; crece, y me comerás. Y no eres tú quien me cambiarás en ti, tal como pasa con el alimento para tu carne; sino que tú, serás cambiado en mí”.

Oración

Hay tanto que hacer y cada quien tiene su propia tarea en la gesta de nuestro tiempo. Madre Santísima, intercede para que yo reciba la fuerza y el aliciente para cooperar con la gran tarea de cambiar este mundo nuestro poniendo mi grano de arena, que bien podría hacer la diferencia. Amén.


















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