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viernes, 5 de noviembre de 2021

Evangelio del día


Evangelio según San Lucas
 16,1-8.

Jesús decía a sus discípulos:
"Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.
Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'.
El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.
¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'.
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'.
'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'.
Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'.
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz."

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Comentario


Bulle

San Juan María Vianney (1786-1859)
presbítero, párroco de Ars
Pensamientos escogidos del Santo Cura de Ars


Acumulemos los tesoros eternos

El mundo pasa, y pasamos con él. Los reyes, los emperadores, todo se va. Nos abalanzamos en la eternidad de donde no regresamos más. No se trata más que de una sola cosa: salvar nuestra pobre alma. Los santos no estaban apegados a los bienes de la tierra; soñaban solo con los del cielo. Las personas del mundo, al contrario, no piensan más que en el presente.
Hay que actuar como los reyes. Cuando van a ser destronados, envían sus tesoros hacia adelante; sus tesoros los esperan. Del mismo modo un buen cristiano envía todas sus buenas obras a la puerta del cielo.
La tierra es un puente para atravesar el agua, no sirve más que para sostener nuestros pies. Estamos en este mundo pero no somos de este mundo, puesto que decimos todos los días «Padre Nuestro que estas en el cielo». Debemos entonces esperar nuestra recompensa para cuando estemos «en nuestro hogar» en la casa del Padre.


Oración

SEÑOR JESÚS, que dijiste:
Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos:
¡cómo te agradezco que hayas abierto en la Pobreza
el camino de la Sabiduría y de la Libertad!
Los pobres en el espíritu aman la vida por la vida,
y creen en el amor por el amor.
Los pobres en el espíritu no quieren ser más de lo que son,
y aceptan ser lo que son,
sin comparaciones, apariencias ni disimulos.
Los pobres en el espíritu se saben deudores de todos,
y servidores de todos al mismo tiempo.
Los pobres en el espíritu reconocen sus límites y carencias
como llamada constante a tener necesidad del “otro”.
Y, sobre todo, los pobres en el espíritu
han descubierto en su propio corazón un vacío de tamaño tal
que sólo puede llenarlo la experiencia de un amor
infinito, universal, eterno y gratuito.
¡Cómo te agradezco, Jesús de Nazaret,
el testimonio inapreciable de tu Pobreza,
ofrecida a todos como camino de Paz y de Abrazo,
de reconstrucción de la vida humana y de encuentro
con lo mejor que hay dentro de cada uno de nosotros!
¡Cómo te agradezco que hayas roto con tu Vida y tu Palabra
los lazos de la ambición, las trampas de la seguridad,
y la enorme mentira de una felicidad
buscada en exclusiva para sí mismo y para “los míos”!
Tú, Jesús de Nazaret, eres mi amada Pobreza, porque me has dado
la inmensa riqueza de saber que el Padre me ama.
Tú me has mostrado el camino del Abandono
como experiencia de un vivir que siempre se renueva
en el gozo inagotable de las pequeñas cosas
y nunca se pierde en la noche sin esperanza
de nuestros fracasos y frustraciones.
Tú, amigo de los pequeños y de los que sufren,
me has hecho comprender que la vida sólo es humana,
cuando es vida compartida, vida solidaria,
vida entregada al bien de todos
en la construcción de la Fraternidad Universal.
Y que sólo los pobres en el espíritu,
los pobres que han elegido ser pobres,
los pobres que han encontrado su riqueza en ti,
pueden contagiar a los demás la fe en un Dios cercano,
un Dios que salva compartiendo nuestras miserias,
un Dios Amigo de la Vida
y Hermano de todos los que esperan la venida de su Reino.

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